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ENRIQUE DEL AGUILA
Asesor de la Santa Hermandad
León y Junio 1 de 1777. , El Asesor ha visto estos autos que de oficio se han seguido contra María Francisca Portuguesa y Petronila Quesada. a quienes se les imputa, a la primera estar en ilícita amistad con Matías Quesada, y a las dos el ser brujos o hechiceras: que la primera tenía unos cala– bazas de polvos; la segu~da. que habiéndose ~oncertad~
con la primera para hUll:se, estando escondIdas canto un 'animal, le advertía cuando hablaban de ella y le avisaba que aquella noche vema su hermano por ella, porque a su madre le había avisado que se querían huír y aquella misma noche las prendieron. Ambas a dos se imputan tener un muñeco negro con alfileres para ligar a los hombres y que las dos no saben la Doctrina Cristiana.
Estos son los delitos que se imputan a las dos mu– jeres por haber adolecido Matías Quesada de una ul– cerita en las partes pudendas, y se creyó ser hechizo.
y para su curación se llamó 81 un indio nombrado Ma– nuel de la Cruz Méndez, quien le curó.
Volviendo a los delitos imputados a estas dos mu– jeres, parece que dió motivo a inquirirlos una ulcerita de que adolecía Matías Quesada, que se diCe tenía ilí–
cita amistad con la Portuguesa y así se atribuyó ama.... leficio o hechizo por no haber podido sanar de ella. Si esto se atribuyera a maleficio apenas habría en el mundo quien no se quejase de esto, ya en la cristian– dad en donde se ven varias enfermedades de estas, unas veces provenidas de la mala complexión del pa– ciente otras de accesos carnales con mujeres dañadas que e~ su punto tienen el humor gálico bastante. no sólo a causar estas dolencias sino a que en el acto que– de muel'to el incauto que tiene acceso a ellas como se ha experimentado varias veces. Ya en otros países que no profesan nuestra religión, a los cuales habitadores no se les hace pecado estos accesos y gozan una. bien que reprobable, libertad de conciencia en.est.e punto. Los efectos naturales nunca se pueden a·tnbulr a ma– leficio, principalmente si son enfermedades por incóg· nHas que sean, muchos médicos porque no conocen el accidente o porque no lo pueden curar, por otultar su ignol'ancia o por afectar su ciencia. si logra,n su c~
ración atribuye a maleficio la enfermedad: si otro me– dico porque tiene conocimiento de la enfermedad, la cura, el médico que no pudo cur,!da o el vulgo hace ?}
011'0 médico sospechoso, de hechicero. como le sucedlo a Galeno en Roma, que por haber atajado con la san· grÍa una flusión que el ~édico Era~iestrato no había podido cura!!: en muSho hempo, se hl::'O sos~echcso d~l
arie mágico. Si el enfermo llega a sanar sm el auxI– lio del médico que le dejó desesperado en la sanidad, el más piadoso lo atribuye a milagro, :todo lo que es efecto de la naturaleza.
Muchísimas veces acontece que algunos hombres y mujeres de quienes hay un rumor vago que son ?rujos o hechicel'os, fingen pwa que otros les tengan m~edo
les den 10 que quieren. o por entretenerse las mas ve– ces, que es 10 más común, tener polvos o cC?nocer las hierbas que tienen tal y tal virtud, y exammando el caso no se halla otra cosa de sustancia más que enga· ñar a aquellos mismos que están preocupados. con. esta imaginación. Al Asesor le asiste segura experIenCIa de esto y entre otros pasajes que ha visto. le aconteció uno en que tuvo bastante que admirar la habilidad de uno de esta provincia. que en Guatemala llaman gua– nacos. Habiendo ido a visitar a un conocido suyo, al Mesón que llaman de Urías. advil'tió un concierto que
estaban haciendo un mulato guatemalteco con un gua– naco, sobre el precio que le había de dar COmo le en. señara a ginetear, térDÚno que usan para domar un caballo. Concertáronse en el precio de ocho reales: dí– jole el guanaco al guatemalteco que fuese a traer el potro: vino 'COn éL 10 ensillaron. Ya el guanaco había cariado dos hojitas de los primeros arbolitos que halló en el patio del Mesón: hizo que las sacaba de un ca– labacito que tenía dentro de una bolsa o chuspa, como
llaman, que traía colgada ~ cuello: hizo que el. guate· malteco montase en el potro. Cuando estaba encima le puso una hojita en una ro~lllll y la otra en la otra,.. a los lados, en donde se aprietan a la albarda y le dilO al guanaco en altas voces: jea, amigo, cuidado como deja Ud.caer esas dos hojitas, porque entonces lo bota el potro! Con esta advertencia apretó con topo su eS– fuerzo el ginete las rodillas: por más coreobos que dió el potro no lo pudo botar; se rindió el bruto y Se des– montó el ginete: recogió sus hojitas como reliquias, su· plicó al guanaco que le vendieSe otras, quedaron de acuerdo que al airo día se las daría y se acabó este aefo. A todo se halló presente el Asesor no admirado sino de la habilidad del guanaco. A pocos días encontró al guanaco y preguntádole cómo le íba, le respondió: muy bien, pues vendía las hojas de cualquier árbol a lo que quería, 81 los guatemaltecos. ¿Se diría que en este caso había alguna brujería o arte mágico? Sólo el vulgo de Guatemala 10 cree, es bastante ignorante, es– tá preocupado de esta imaginación; cree que los pro· vincianos, en la mayor parte, son brujos y que tienen polvos para torear, domar caballos y ser valientes; por una parte cree esto, y por otra lo tienen por simple, y así en iodo género de comercio es fácilísimo el enga– ñarle. principalmente en materias de hechicerías. Lo que ejecutó el guanaco fue un efecto sumamente na– tural. porque puestas las hojas entre las rodillas y la elbarda. es hilación precisa de que si aflojaba las pier– nas o las abría, caían las hojas y por consecuente el ginete: el miserble ya por miedo de la caída o porque correspondiese el suceso a su imaginación, apretaba las hojas y. por inmediación a la albarda, con lo que consiguió no cael'se y creyó el hechizo o brujería, y ya salió ginete. Divulgóse la noticia y hubo de conseguir el guanaco algunas utilidades, cuzo hechizo consistió en la simplicidad y engaño de algunos otros: con este conocimiento los mozos que van con las parfidas de ganado. hacen su prevención de látigos, asiales ata. jonas. como ellos dicen. pintan el palito con un clavo incendiado. de varias figuras, o caracteres y los van vendiendo al regreso; los que los compran piensan que ya son valientes con el látigo que han adquirido a cos– ta de su dinero y su sencillez. Si sobre esto se hubie– ra de formar proceso, estarían estas cárceles llenas de éstos y padecerían injustamente porque su ánimo no es depravado ni punible. sino es un género de dive¡;sión con lo que hace burla de la simplicidad de los otros. Lo que se dice en los autos de que la Petronila ha· bló a un animal y que éste le decía lo que hablaban de ella. así que entendía su lenguaje, es parecido a lo que se cuenta de Henrico Cornelio Agrippa, que traía consi– go un perro negro que le avisaba cuanto pasaba en el Mundo. Sienten algunos doctos que esta fue una im· postura por lo odiado que era Agrippa; lo cierto es que fue un monstruo en las ciencias. De otro hombre sabio en las ciencias naturales se dice: que estando orando en la plaza de Atenas, viendo que una banda· da de pájaros volaba a-l reencuentro de otra. gritando.
y todos tomaron por el camino por donde los primeros
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