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« Previous Page Table of Contents Next Page »1619, para que se pudiera imprimir la historia, que tan– to le había costado. Se tiraroll ochocientos ejempla– res en los talleres de Francisco Angulo; y con todas las licencias del caso fueron embarcados cin destino a San Juan de Ulloa, para venderlos en México... El 25 de Junio de 1620, se trajeron cinco caJas de dichos li–
bros, en la Almiranta de las naos de Honduras, llama– da "La Limpia Concepc'ión", y en la nao Capitana San José" otras tres cajas con la misma marca, consigna– das a Baltasar de Valladolid, mayordomo del Conde de la Gomera y amigo de Remesal, quien también ve– nía en la misma flota. Pudo el buen Religioso decir con el Apóstol:
"Mas ¿quién le había de anunciar que aquella obra, que tanto le costara, fuese después origen de grandes desventuras, como recompensa de sus afanes prolijos? Al fin llegaron las cajas, con ciento ochenta ejemp}a– res de la famosa historia, al puerto de Nueva E~p~na;
pero el caviloso Comisario, al ver que los conoCImIen– tos decían Mercaderías y no Libros, se opuso a que se entregaran al consignatario.
"En vano se hizo ver que los machotes de tales conocimientos eran todos iguales, y que se vendían im. uresos en Sevilla, de suerte que no se podía exigir que se hubiera mandado hacer uno especial para los libros, siendo así que, siempre que éstos venían, se expresaba que eran mercaderías. El Comisaro no cesaba, y mu-cho menos cuando vió que al frente de la obra no es– taba impresa la licencia para darla a luz, ni el juicio de la censura. Hubo de reclamar las licencias Y el per– miso de la Casa de Contratación, sin que pudiese con– vencerle el hecho de que, no siendo contrabando, y ha– biendo dado fe el escribano de que existían, no era menester más trámite.
"Cargó el belitre Comisario con las cajas para su casa. Rompió el embalaje, arrojó los libros a un mu– ladar, y ojeó con avidez uno de ellos, temeroso de ha– llar contra él noticias y cargos comprometedores. Na– da injurioso había escrito Remesal, todo era discreto y comedido; pero sí resultaban elogios expresivos en fa– vor de Fray Juan Ramírez, virtuoso Obispo de Oaxaca,
y enemigo, por añadidura, del Comisario, que le guar– daba odio implacable, al extremo de que "muerto, si pudiera le mandaría quemar los huesos cuantimás des– hacer el libro en que está eternizado, y al autor que sus alabanzas publicaba", según reza la información seguida por el Santo Oficio.
"El iracundo Ruiz del Corral propaló la calumnia de que la historia decía que los clérigos seculares eran bastardos, y que exhumaba escandalosas crónicas de sus antecesores. De los nobles hacía mofa, refiriendo aventuras afrentosas, sacando a relucir adulterios y deslealtades al Rey. De la plebe, aseguraba, que la historia aquella la escarnecía, por irreligiosa y ence– nagada en vicios.
"Aunque nadie había visto el libro, todos prestaban crédito a tanta mentira, y temían que saliesen a luz, en letra de molde, tamañas iniquidades. El cínico y
empedernido Comisario soplaba aquella maldiciente hoguera. Cundieron los decires y se aumentaba el odio contra Fray Antonio de Remesal, a quien se le te– nia por tunante, renegado y procaz. Así es la calum. nia, se agranda, y acaba por malquistar al inocente, en fuerza del flujo de la maledicencia.
"Avisaron al Obispo Fr. Juan de Zapata Sandoval, diciéndole que a él también lo vituperaba la crónica, que tanto escándalo había producido. Era el Prelado un anciano virtuoso, recto y de carácter gentil' de suerte que no quiso creer que Fr. Antonio de Reme– sal, a quien conocía y estimaba como varón discreto, educado, instruido y cristiano de buena cepa, fuese ca– paz de tamaña infamia. A fin de poner término al bao . rullo, que a tan mal traer traía a los moradores de la naciente ciudad, pidió el Obispo el misterioso libro. Ruiz del Corral alegó que era depósito de la Inquisi– ción, y que por ende ninguno podía leerlo, aunque fue_ ra el prelado.- Siendo eso así, replicó este tranquila– mente, ¿cómo es que tantas personas saben lo que dice, en cuenta el sobrino del Comisario y los colegiales que
informaron acerca de la historia? Toda la gente no tiene cargos en el tribunal de la Fe... -Pero fue en balde, no se daba por vencido el Deán, ni pudo la au– toridad eclesiástica del Prelado desvanecer el baturri– llo. Hasta fueron presos los Capitanes y maestros de las naves, por no presentar las licencias de impresión
y de embarque. También en los tiempos del Rey no faltaron jueces que cometieran barrabasadas. "Entre tanto, el bueno de Fr. Antonio, ignorante de la conspiración que la calumnia y la maldad ha– bían urdido contra él, venía contento de haber dado a luz aquella obra, que mucho le había costado, y que, con imparcialidad y sano propósito había escrito. Era el primero de Abril, a las diez de una mañana prima– veral, cuando el sabio Religioso entraba en la Ciudad de los Caballeros de Santiago, sin presumir que un nido de víboras, azuzadas por el Comisario, envenena– rían su honra y angustiarían ~us horas. Una chusma pretendió apedrear al historiador. Los sicarios del Deán, con su sobrino a la cabeza, quisieron agredirlo. Ordenó el procaz Comisario que saliese Fray Antonio dentro de veinte y cuatro horas; hasta mandó pren– derlo por medio del familiar y alguacil del Santo Ofi– cio, Pedro de Lira, quien ya desde muchos días antes tenía escrita, firmada y refrendada la flrden de cap· tura. ¿{'J'
"En el interrogatorio, probó eltfJIstoriador plena– mente que era calumnioso cuanto le imputaba la voz pública. Entregó las licencias que oportunamente le habían sido dadas para imprimir y embarcar los ejem– plares del libro, habiendo permitido la autoridad que saliesen doce cajas, de las cuales cinco, con 198 volú– menes, llegaron a Guatemala. Hubo de notificársele que estaban embargadas, además se le desposeyó ini– cuamente de cuarenta y ocho tomos que consigo traía. En vano apelaba el procesado, de balde se defendía; nada amparaba al inocente, que si acaso se le intima– ba -después de luengas tardanzas- "que hablase con más cortesía, y se atuviese a lo proveído". Mientras tanto en la casll. del Comisario, que era la sinagoga de Satanás, según escribía la víctima, se erguían fraguan. do diabólicos planes, para perjudicarlo más... "Cada vez acrecía más la activa odiosidad del Dean. quien pidió, en varios memoriales, que se quemara la obra, y que su autor fuera desterrado de Guatemala. El cuarto escrito está firmado por muchos descendien– tes de los conquistadores, criollos importantes de la ciudad de Santiago de los Caballeros, acerca de los cuales Remesal hacía elogios y no vituperios. Era Co– rral el que los embaucaba, y en vano intercedieron por el historiador algunos personajes, como Cristóbal de Barrios, Arcediano de la Catedral de Oaxaca y Comi– sario del Santo Oficio y Fr. Martín de Porras de la Or– den de Sanio Domingo y a la vez Comisario; pero el inhumano prebendado siguió siempre en su infame tao rea, a pesar que veía que a Remesal le visitaban en su prisión el Conde de la Gomera y los Oidores. 'Hasta el 28 de Julio no fUe puesto en libertad el autor de la piedra angular de nuestra historia, de la interesantísima Crónica de Chiapas y Guatemala. apa– sionada algunas veces, como lo eran todas las crónicas de los frailes, y hasta audaz en algunas de sus afirma– ciones; pero nunca merecedora de la satánica inquina del Deán. Entre dos y tres de la tarde de ese memo– rable día, presentóse en el Convento de Santo Domin– go el doctor Don Antonio Gaytán de Herrera, Procura– dor de la Real Audiencia de Guatemala y Notario del Santo Oficio, a notificar a Fray Antonio de Remesal, por orden escrita de la Inquisición de México, que que– daba en absoluta libertad, y "que ni en esa provincia ni en otra, se trate más del caso, y que si tiene algo que pedir lo pida al Santo Oficio de México; y que podía vender libremente sus libros".
"Naturalmente el escritor penitenciado, aunque absuelto en última instancia, 9uedóse maltrecho y harto ofendido, en fuerza de dIatrivas y vejaciones. Ruiz del Corral, como todos los belitres y autoritarios, se mostraba orgulloso con las víctimas, mientras que servilmente sumiso con los inquisidores. Por el con·
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