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Pero en un sentJdo más amplio. la longevidad no representa, ni mucho menos, el máximo título que a· credLte su importancia. Porque J.a. OEA, como nin–
gun OtrO orgawsmo de su geuero, ha experimentado lUla notable evolución que la ha proyectado. en rela– Clon cl)n cada momento h,o.StOflCO, haCia los mas va– l'laaos campos de actividades en su proceso de des–
anUdO y 101'talecuniento.
~n lOS albores de la Independencia Americana, fue preCisamente la salvaguarda de la independencia misma, la prmcipal preocupación de nuestros próce– res. ~l interamericamsmo aparece casi contemporá– neamente con el fenómeno de nuestra emancipación y
su prínclpal iniciatIva va encaminada a la creación de una comederaclón para la def~nsa y consolidaeíón de la .libertad e independencia de los nuevos Estados.
. El Congreso de Panamá de 1826. fUe el punto de
partid~l. Lib~rtador Bolívar su indiscutible meno 'tor y ál1!I'{~I. Los países americanos, en unanimidad de sentíJil••mtos e ideales. sus devotos y constantes pl'otagonistas.
A partJr de 1826, las reuniones o Congresos In– teramericanos se suceden repetidamente. Todos ellos l'esponden nI) solamente a la satisfacción de un anhe– lo a la consecución de un ideal. sino que también per– siguen finalidades concretas, directamente l'elaciona– das con los eventos de la agitada historia del Siglo
XIX.
En todas estas reunio>nes, tanto en Lima en 184'7–
48, como en Santiago y en Washington en 1856, co– mo nuevamente en Lima, en 1864-65, aparece la cons– tante preocupación de los Estados Americanos por la prese¡'vación de su existencia, ante las constantes a– menazas de reconquista.
Es pues, un fenómeno fundamentalmente exter– no, lo que concentró la actividad diplomática ameri– cana en los albores del interamericanismo. Luego, una vez afianzada la independencia, son los proble– mas de las ¡'elaciones mutuas entre los Estados ame· ricanos, los que deben ocupar el orden de las priorida– des,
La primera convocatoria para la Conferencia In– ternacional Americana. nos sugiere la clase de pro– blemas que debían confrontarse: "considerar y discu– tir los métodos de prevenir las guerras entre los paí– ses de América". Y si bien, dicha importante Confe– rencia, que finalmente llegó a celebrarse en Was· hington en 1889, varios años después de su primera Convocatoria, abordó y aprobó temas relacionados con el comercio interamericano, es evidente que su prin– cipal objetivo fué eminentemente politico.
El propósito del presente artículo, no es el de re· señar una cronología histórica de todas las Conferen· cias y Reuniones Interamericanas y es por ello que evitaremos referirnos a cada una de ellas. Por esta razón, nos limitamos a anotar las caracteristicas máS sobresalientes de cada periodo histórico y la influen· cia que las mismas ejercieron sobre las .orientaclones del interamericanismo.
El Siglo XX es más vertiginoso. Todo se sucede
más :r~pi\Ü\ y 1O.á.&, .~~i~ Jo.. J:~~'~"i
ramerlcanas sufren un período de crisis en la era del intervencionismo, que logra superarse, gracias a la te–
sonera perseverancia en los ideales de solidaridad continental que nos legara Bolívar y a la clarlvicJ.ente
y justiciera Política de Buena Vecindad que procla– mara el Presidente Frank1in D. Roosevelt en 1933. .
Durante este periodo, el Sistema Interamericano evoluciona grandemente, hasta llegar a erigirse en
todo un edificio de normas jurídicas consagradas que, como las de deberes y derechos de los Estados, el de la igualdad jurídica de los Estados, el AsUo Diplomá– tico y el Principio de No intervención, entre otros, son piedras angulares del Interamericanismo y cons– tituyen lo que con justa propiedad se considera 00–
mo todo. un Derecho regional. ;
Bien podríamos decir, no obstante, que dicho pe.
J íodo se caracterizó fundamentalmente por un fen6. meno más o menos constante: la salvaguarda y afian–
zamiento del concepto de soberanía, que es también, como la defensa de la independencia '1 la prevención t?e las guerras intestinas, un problema esencialmente político.
Esto que venimos llamando diplomacia política interamericanista, se tiene que extender necesarla. mente a los años que antecedieron, o coincidieron, o
inmediatamente sucedieron a la n Guerra Mun4ial, pues la amenaza de agresión armada subversiva, d~
parte de potencias extra·cOntinentales, planteó innu– merables problemas políticos que imperiosamente se debían confronta~
Pero con el advenimiento y consolidación de la Paz, se presenta la oportunidad de orientar el pensli· miento americano hacia otro tipo de preocupaciones, Podría decirse, que en los' principales problemas abor· dados en casi todas las reuniones americanas anterio– res a la celebrada en Bogotá en 1948, no solamente predominó el aspecto político, sino que se referían más bien a los Estados que a los Pueblos.
Así tenía que ser entonces y la notable estructu– ra jurídica cimentada a lo largo de todo ese periodo, tiene una elevada y noble jerarquía por dereoho muy propio.
Cuando los problemas de la paz comienzan a a–
premiar a los estadistas del Continente, se toma con· ciencia de las grandes urgencias económicas, cultura· les y sociales de los pueblos y se procede a una es· tructuración jurídica regional que contemple y cree los instrumentos y organismos para resolver esas neo cesidades.
La Carta de la OEA, suscrita en Bogotá en 1948,
comienza a dar respuesta a estos problemas y consU– tuye en la actualidad el documento jurídico, todavía vigente, que regula el funcionamiento, sienta las bao ses y establece los principios del Sistema Interameri– cano.
El excelente articulado de la Caria, contempla extensivamente los aspectos económicos, sociales y
cultw'ales y crea los organismos encargados de avo– carse COn los problemas relativos a los mismos. La Carta de Bogotá, es sin duela, un instrumento
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