This is a SEO version of RC_1968_08_N95. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »Yo asistí al naCimiento de la O.E.A., pues fuí de– legado a la Novena Conferencia Internacional Ameri– cana, que es donde fué constituida al aprobarse su
Carta Constitutiva, llamada por nuestra exagerada imaginación latiml, la Constitución Americana. Pero láverdad es que, en el fondó, no tiene nada de Carta
Mag~a que sirva de fundamento a un instrumento que tenga bases inconmovibles en el sentido de su apl ca· ción estI'icta e ineludible a menos que al Hamarla así
se haga usando el pomposo lenguaje que se estlla en
algunos regímenes americanos cuando ciertos Jefes de Estado hablan de los sistemas constitucionales que
rigen a sus l'espectivos países, tan sólo en la letra, lle–
nos de grandes principios y de fundamentales garan– tías, pero que en la práctica no tienen ninguna aplica– ción cuando así conviene a los intereses políti.cos y aún puramente personales de tales Jefes de Estado. Digo esto refiriéndome a la Carta de la OEA por. que en mi opinión la OlEA nació con paráHsis infantil y no tendrá remedio para hacerla funcionaL' con sim· pIes paHativos, a menos que los gobiernos compren– dan que para salvarla, no sólo del desprestigio a que ha negado ante los pueblos americanos, sino de su muerte o disolución definitiva pOi' consumición, gra– cias a su absoluta inoperancia, fuera, prácticamente, de las cuestiones puramente bUl·ocráticas.
Desde el comienzo de la IX Conferencia, celebra– da en Bogotá en 1948, en la trágica ocasión del Ilama~
do Bogotazo, que si bien destruyó gran parte del cen– tro de la ciudad y dejó sin vida a millares de perso– nas, no 'logró poner fin a la Conferencia que permane– ció en derruida sede hasta que culminó en la firma de
la lOarta en la Quinta de Bolívar. Desde el comienzo de la Conferencia, repito, se notó, la reticencia de los delegados {le la mayo¡'ía de los países, especialmente los más importantes países hispanoamel'icanos, a cons– tituir un organismo con verda(lera cohesión y lazo de una auténtica solidaridad. !La misma cuestión del
nombre del organismo fué motivo de muy seri.os deba– tes y de muy extensas conversaciones y delicadas ne– gociaciones. JLa mayoría daba una importancia capi. tal al nombre por lo que podría tener de implicancia en la cuestión de soberanía que todos se mostraban ex. tremadamente celosos por conservar intangible. Así fueron desechados uno por uno los conceptos de Fede– ración, Unión, no obstante el nombre de Unión lP'ana– mel'icana del organismo anteceso¡' que fué conservado en la Carta como Secretariado de la nueva organi.za– ción, Confederación, etc., hasta que después de tan largas discusiones y meditaciones sobre la materia que de suyo parecía tan simple, se encontró el concepto mágico qu~ no tenía ni la más remota implicancia que rozara con la soberanía. lEse concepto fué el de Orga– nización y así nació la Carta de la OlEA con el nom– bre ,de ORGANIZACION DE ESTADOS AMERICA–
NOS que dio origen a la sigla, tantas veces menciona– das, con que comumnente se conoce el sistema. Otro problema de mayor trascendencia aún, fué
D~~~O 'Mt\NUlEL (fR.t~IMtCRRO
Mag'strado de la Corte Suprema de Justicia de
Nicaragua.
el de la no intervención que fué adoptado en la f.orma propuesta. desde en la Conferencia de La Habana, en
1928 por el Delegado de El Salvador, el famoso juris– ta i.nternacional Dr. J. Gustavo Guerrero que murió siendo Juez de la Corte Internacional de Just:cra de La Haya. El sistema adoptado fué el de que "Ningú:l
Estado podía intervenir en los Asuntos linternes ni Ex·
ternos de otros Estados". lEl aspecto de no üüe1'veu– ción en los asuntos externos es, ciertamente, un con– cepto novedoso y hasta cierto punto ilógico, porque eS{lasamente puede haber vida de relación entre las naciones sin que necesariamente se intervengan reCI– procamente de la misma manera que fuera de su casa. cuando salen a la calle, no pueden dejar de tene¡' con· tacto más estrechos los individuos, intervinismlüse mu– tuamente por el recíproco intercambio de paJet;-'l:lS en que a veces uno de los interlocutores se ve&ft'i' ~iípeHdo
a renunciar a sus propósitos para complacer, quizá. una demasiada insistente invitación del oti"O.
Pero aquí quiero hacer notar una cuestión funda– mental que en cierto modo crea una especie de con– traposición al principio, también fundamental, de !a na intel·vEmCÍón. lEsa cuestión es la contenida en el acá· pite d) del Artículo 5, Capítulo Jl][, que dice teJ>:tual– mente: "La Solidaddad de los lEstados Americano:;; y los altos fines que con ella se persiguen, l'equueren la organización política de los m.smos sobre la base del ejercicio efectivo de la democracia representati– va".
Estos dos principios bási.cos son, a mi ver, y así 10
he dicho en otra ocasión, las dos ruedas del sistema, sin una de las cuales éste queda irremed)ablemente desquiciado. Estas dos 1·uedas son el princlpio de la
solidaridad, definido con tanta prec~sión como el ejer. cici,o efectivo de la democracia representativa, intel'· nacionalmente exigible desde que fué pactado vohmta– riamente, y la otra rueda, es el principio de la no in–
tervención. Pero como sólo este último principio fUll. ciona y el otro ha quedado en la práctica, como letra
muerta, el sistema interamericano está inelmUblemen– te desquiciado porque la solidaridad, lll'illcipio funda– mental, y en el fondo moral y polW()ame;¡te más ele· vado, puesto fiue la Organización existe para C50, es decir, para vivh' en solidaridad, no tiene aplicación en absoluto.
Este desquiciamiento que pudiéramos llamar con. g'énito, es el que fundamentalmente impide funcional' ai sistema, porque, en la práctica casi todos los con– flictos si no proceden de los gobierllos de fuerza, por lo menos, difícilmente pueden convivir dos clases de regímenes tan diferentes. lHlabría que buscar, en ta– les condiciones, no un imposible sistema de solidari– dad si.no un sistema de coexistencia pacífica como la que se ha procurado establecer entre los dos sistemas diametralmente contrapuestos por las dos naciones más poderosas de la tierra: la Unión Soviética y los Estados Unidos.
El prevalecimiento absoluto, en el sistema intera– mericano, sobre todo otro principio de manera que pa-
22
This is a SEO version of RC_1968_08_N95. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »