This is a SEO version of RC_1968_08_N95. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »reciera que este solo se rige pOr la no intervención como único fundamento y todo lo demás de la carta sao le sobrando, excepto lo que no es más que desarrolio o complemento del mismo, ha tenido por principal efecto el renacimiento de los regímenes de fuel'za, por– que quienes tratan de ejercer siquiera débiles y tími– das influencias para lograr, aunque sea 'un mínimo de democracia y de respeto a los derechos humanos se hacen acreedores a las más duras acusaciones de es– tar atentando contra la libl"e determinación de los pueblos, cuando no se pide que se les declare agreso– res por pretender atentar contra el principio de n() in– tervención. Por supuesto que la libre determinación incluiría hasta el derecho de degollar a los niños ino– centes como en los tiempos de Herodes, debiendo to– dos los demás pueblOS quedarse impasibles ante tama– ñas atrocidades. como las que ocurren, si bien no tan exagtKadas sino bastantes similares, en algunos de
nue~pueblos que siguen siendo, no obstante. ~o1i.
dario~¿ios en nuestra carta de la OEA. El esplritu humano puede difícilmente dejar de vomitar de su b()· ca, como decía Nuestro Señor Jesucristo, hablando de los fríos, a quienes continúan impasibles ante las meno cionadas atrocidades de frecuente ocurrencia. en el propio seno de nuestro Continente llamado por anto. nomasia. Continente de la Libertad y de la Nueva Ci– vilización, donde los ardientes defensores del derecho de Libre determinación acaban inmovilizando hasta la más leve acción moral en favor de las víctimas de verdaderos actos de barbarie para los que infortuna· damente no hay otro término más suave a fin de no dar la impresión de ser un desalmado invent(jr, a quienes se atreven a denunciarlos.
La descordinación de esos dos principios esencia. les para que el sistema interamericano pueda funcio. nar es lo· que mantiene paralizada a la Organización. Ya desde hace más de diez años lo hizo notar el Ex· Secretario de la OEA, Dr. José A. Mora, cuando en su carácter de Embajador del Uruguay, presidió la Co– misión que investigó la situación del Caribe en su primera crisis. En su notable informe pnblicado en la revista Anales atribuye toda la tensión de ese agio tado mar desde los tiempos más remotos cuando era señoreado por los piratas. al prevalecimiento exclusi. vo del principio paralelo de la solidaridad tan precio samente definido, como se ha visto, lo que mantenía fuera de sus respectivos Estados, regidos por gobiernos de fuerzas que no respetaban ni los más elementales derechos humanos, a grandes cantidades de emigrados que mantenían a la región en grave estado de tensión política por medio de la conspiración, ya que no les quedaba otra alternativa ante la imposibilidad de ha· cer efectiva la democracia representativa, como está definido el principio de solidaridad, y que el solo pre· valecimiento del de no intervención impedía a los de· más países presionar y exigir; en cumplimiento de la Carta, libremente pactada por todos los Estados miem. bl'OS, su cumplimiento obligatorio, perfectamente exi. gible en estricto derecho· internacional como todos los principios de la Carta, Igual ocurre con el res– peto de los derechos humanos que la esperanzadora Comisión establecida al efecto. ha sido impotente para
llenar su cometido ante el lneXpugnablevalladar de los no intervención hasta el grado de producirse la
~strepitosa renun~ia de su Presidente. el prestigiado mtelectual y emInente ex·Presidente de Venezula, Rómulo Gallegos, ante la plena justificación de todos los pueblos americanos. '
Cuando comenzó a producirse la segunda y más grave crisis del Caribe, escribí desde Holanda. don– de me encontraba defendiendo los intereses de mi país en la Corte Internacional de Justicia en ' 'La Prensa" un artículo titulado con esta inter~ogación:
"Será el Caribe la Tumba de la No Intervención?" L.a tesis allí. sostenida era la siguiente: Si los países hispanoamerIcanos no cumplen con sus obligaciones de solidaridad ante la agresión cubana los Estad~s
Unid~s acabarán defendiendo 'ellos solos su propia segundad amenazada por el Comunismo Internacio. nal desde su base de Cuba, y entonces el sistema de solidaridad americano habría terminado su papel sin pena ni gloria ya que ante la falta de clUDplimiento del Pacto de Río Janeiro de Asistencia Recíproca, y convertirse así en inoperante, n() Se podría, ni en de. recho ni en justicia, pedir a los Estados Unidos que se ataran también las malios y no defendieran por su propia cuenta su seguridad interna. Precisamente si el principio de no intervención fué sustentado ~
través de muchos años por los países latinoamerica. nos por un justificado temor a la intervención unila– teral de nuestro poderosO vecino, la sola alternativa contra esa temida intervención, no era otro que asu. mir todos, conjuntamente. la defensa continental en
v~~ de dejar, ese ineludible deber solo a la gran Na. Cion del Norte. En mi expresado artículo planteaba el dilema de que había que adoptar el sistema como cuestión impostergable ante el hecho ya noto'rio de de la intervención y amenaza real del comunismo, de intervención colectiva o volver a la intervención uni. lateral de los Bstados Unidos, pues ya no se podía dejar desguarnecida la defensa del Hemisferio.
Los hechos que se sucedieron en forma tan pelig'fo. sa, al descubrirse la mstencia de bases lanzadoras de cohetes atómicos soviéticos en Cuba, pusieron en evi– dencia el realismo del dilema planteado, pues el Pre– sidente Kennedy n() podía esperar las engorrosas y tar– dadas Consultas de nuestro lento sistema, y Se enfren– tó inmediatamente a la Unión Soviética, con un uUi. matum qne tenía todo el aspecto de no ser un simple bluff, y al mismo tiempo que actuaba con la rapide~
que el caso requería convocó a una reunión de consul. tas del Consejo de la OEA que se vió precisado a de– clarar su solidaridad sin la acostumbrada tardanza. Posteriormente, el Presidente Kennedy, en un meno saje a su propia nación, que podía considerarse como extensivo a todo el Continente, hacía la advertencia, de manera enérgica e inequívoca, de la disposición en que estaba de que si los países del Hemisferio, en ClUD– plimiento de sus obligaciones pactadas, no concurrían con la presteza necesaria a la defensa del Hemisferio, o de cualquier país americano amenazado, como en el caso, los Estados Unidos, ellos 10 harían por sí solos actuando fuera de la Organización que en esa forma,
23
This is a SEO version of RC_1968_08_N95. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »