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LA OBRA DE ESPANA

EN LA

INDEPENDENCIA DE AMERICA

R1U'AEL PANIAGUl1 llllVAS

Ensayista Nicalagilense

Los vínculos que ligan a España y los pueblos his– pano·americanos se han afian:zado y fortalecido con el correr de los siglos, porque su forma substancial desa– fía las contingencias del tiempo y la distancia. En la medida que mis capacidades trataré de haceros partíci– pes del convencimiento, que poseo con arraigada firme– za, de que la emancipación hispano-americana fue, en último término, una consecuencia del espíritu y de los principios que rigieron la colonización española. La Independencia fué el fruto de un largo proceso cultural, realizado en América por fos mismos españoles, a tra– vés de un bello lenguaje y de una religión ~acrosanta

De ellos y por ellos aprendimos la gran verdad de la igualdad de Iodos los hombres y el derecho fundamen– tal de los pueblos a ser dueños de sus propios destinos dentro del orden cristiano

r Antonio Batres Jaúregui, célebre escritor guatemal– teco, nos habla galanamente de las gentes de la Inde– pendencia: "El mismo soberano ardimiento del siglo XVI

levantó, trescientos años después, a los ínclitos pr6ceres

y a los pueblos entusiastas, que, sin acuerdo previó, guiado sólo por sublime instinto, prodamaron y gana– ron la autonomía de numerosas e Inmensas regiones americanas, removiendo su fondo hereditario y declarán– dolas libres". Levantemos con recogimiento el velo de la Historia, para seguir las huellas de ese usoberano ar– dimiento" y de ese usublime instinto" que ensalza el historiador centro-americano, y que no son más que di– versas denominaciones del espíritu inmortal que infun– dió España en la singular tarea de la colonización de América.

HEse espíritu -dice Vicente Sierra- será el nervio

y la salvación de la empresa americana¡ la base y el fundamento de la civilización que habrá de surgir en el nuevo continente¡ el ímpetu sagrado que puede ex.. plicar la gesta estupenda de la conquista de América; el poder que permite a España incorporar a la civiliza.. ción cristiana a todas las razas que estuvieron balo su influencia; el sentido moral sin cuya comprensián la historia de Amériea carece de todo significado universal". La primera tierra americana tenía apenas seis me– ses de haber sido descubierla por Cristóbal Colón, cuan– do ya los Reyes Católicos se dirigian al Romano Pon– tífice solicitando una Bula de Donacion, que, al afirmar sus derechos sobei'Cinos en las nuevas tierras descubier– tas, les permitiera continuar. en eUas la gran cruzada religiosa e imperial que había culminado con el sitio y

toma de Granada. Alefandro VI, el Pontifice reinante, promulgó esa Bula de Donación el 3 de Mayo de 1493. UDeterminasteis -dice- según costumbre de vuestros

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progenitores, Reyes de ilustre memoria, someter a Nos las tierras e isras predichas y sus habitantes y morado– res y reducirlos, con el socorro de la divina clemencia, a la Fe Católica" Y luego de hacer donación a la Co– rona de CastilJa de todas las tierras descubiertas y por descubrirse que no se hallaren sujetos al dominio actual temporal de otros Señores Cristianos, el Pontífice le exi– ge a los Reyes "el destinar ti las tierras e islas susodi– chos varones probos y temerosos de Dios, doctos, instrui– dos y experimentados para adoctrinar a los indígenas

y moradores dichos en la fe católica e imponerles en las buenas costumbres, poniendo foda la debida dili–

gencia en lo que habéis de enviar".

Si en el descubrimiento y la conquista de América, como en toda empresa humana, desempeñaron un pa–

pel importante las fuerzas materiales y los factores eco– nómicos, no se puede negar que hay en la gesta espa– ñola un profundo fundamento espiritual, que la carac– teriza y la distingue de las demás empresas coloniza– doras. Esa preocupación espiritual por hacer de la con.. quista del Nuevo Mundo una cruzada cultura' y religio.. so, se refleja de manera eminente en el testamento de Isabel la Católica. Afirma en él la Reina que su prin– cipal intenci6n, al recibir la concesión papal de las nue– vas tierras, fué "enviar a las dichas Islas y Tierra Firme, prelados y religiosos, clérigos y otras personas devotas

y temerosas de Dios, para instruir a los vecinos y mora– dores de ellas a la Fe Católica y los doctrínar y ense· ñar buenas costumbres.." Y luego, con devoci6n de madre amantísima, recomienda al Rey y a los Príncipes que "no cometan ni den lugar a que los indios vecinos

y moradores de las dichas Islas y Tierra Firme, ganadas

y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente trata-dos ..."

A la sombra áe tan nobles ideas y tan altos desig– nios, hombres de España, llenos de virtudes, y llenos también de humanos defectos, se lanzaron a la conquis– ta de un mundo desconocido. No pertenece al tema de este ensayo narror esos hechos portentosos. Los nombres de Hernán Cortés en México; Pedro de Al· varado, Cristóbal de Olid y Francisco Hernández de Córdoba, en Centro..América; Froncisco Pizarra y Diego de Almagro en el Perú; Pedro de Valdivia en Chile; Gonzalo Ximénez de Quezada en Nueva Granada; Pe– dro de Mendoza en el Río de la Plata, y otros tantos y tantos, son llama inextinguible en el altar do nuestras patrias. Por ellos y con ellos América entra a navegar en la corriente hist6rica universal y se incorpora, como

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