This is a SEO version of RC_1968_10_N97. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »Al hacernos partícipes de la civilizaci6n da Occi– denfe, España nos brindó todo lo que ella tenia de más valioso Y noble: su estirpe y su idioMO', sus creencias religiosas Y sus instituciones. Los que cruzaron el
Atlánlico, -dice el escritor inglés Cecil Jane- llevaron con ellos aquel ardiente amor a la autonomía municipal cuya realización en España se iba haciendo cada vez más difícil; y cuando empezaron la colonización da Amé– rica no echaron en olvido la vieja vida municipal de Castilla lf
•
Los Cabildos americanos fueron, desde los plimeros tiempos, centros vigorosos de actividad política, ya que tuvieron que resolver por sí solos, bajo el imperio de circunstancics apremiantes, problemas de diversa índole: administrativos, militares, religiosos, educacionales, etc.
La historia ha demostrado que el sentido de responsa– bilidad política no puede adquirirse más que en las actividades de un gobierno local autónomo. El gobierno nacional, federal o imperial, está demasiado alejado de la órbita cotidiana del individuo conlún para qua pue–
da ésto ¡ugar un papel directo y personal en el maneio del Estado. Los hombres que proyectaron y realizaron
la ingente tarea de la Emancipación de América habían adquirido en sus comunidades locales ICI experiencia gu– bernamental necesaria para concebir y llevar a feliz término un cambio de tal envergadura. "Antes de la
~roclomación de la República -dice el publicista ar– gentino Alberdi- lo soberanía del pueblo existía en
Sudamérica, como hecho y como principio, en el sistema municipal que nos hobía dado la España. La polltica
y la administración estaban separadas; la política per– tenecía al gobierno; la administración, al pueblo dIrec– tamente".
La confusión y la incertidumbre producidas por la invasión o España de los eiércitos napole6nicos y el cautiverio del Rey don Fernando VII, plantearon a J05
umericanos, maduros ya para el quehacer político, un vital probletyla de soberanía, según la tesis criolla, el imperialismo no podía residir en el Gobierno de la Re– gencia, reducido a la posesión de la ciudad de Cádiz
y do la isla de León, sino que tenía (Iue ser asumido por los n,unicipios autónomos, asilos de las libertades tradicionales. IIPor venturas, -dedo en Buenos Aires Cornelio Saavcdra al virrey Cisneros- habían pasado a Cádiz y a la isla de León que formo n parte de Andalu– cía, los derechos de la Corona de Castilla, a la que fue– ron incorporadas las Américas? No señor; no quere– mos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses. Hemos resuelto famar de nuevo el ejer– cicio de nuestros derechos y salvaguardarnos nosotros mismos".
El espíritu y los principios que rigieron la coloniza– ci6n española comenzaban 'o dar sus frutos. Porque España fué para América como un padre y una madre: la sangre, la lengua, la religión y la cultura, el estiio d.e vida, el sentido del honor, el emor a la independen– Cia, todo nos lo trasmitió con generosidad, con sin igual
dcs~r~ndimiento. El seno maternal de España cri6 a Amerlca. Ella nos instruyó, nos educó y nos dirigió co– mo los padres dirigen, educan e instruyen a sus hiios.
~on la fe y la esperanza de que, llegados a la mayori~
be edad, sabrán ser dignos continuadores de su nom-
le y de su estirpe.
L~s criollos americanos concibieron y realizaron su emanCipación cqn el señorío y el honor, la audacia y el
13
estilo hispánicos de sus abuelos los conquistadores. "El
grupo que en la colonia eierci6 desde un principio el mando -dice el historiador venezolano Angel C. Rí–
vas-; el que implantó en ella el régimen municipal; el que defendió contra el absolutismo y la centralización ese mismo régimen; el que sin dejarse arrastrar por la corriente igualitaria desenterró del olvido la vieja supre– macía de 105 cabildos y proclamó la Independencia, fué un grupo esencialmente español por la raza, por las tra– diciones, por (as costumbres, .."
Hondas raíces hispánicas tenía la disposición de conservar pura e inalterable la religión católica, man– teniendo vivo el espíritu de religiosidad que siempre habla distinguido al pueblo guatemalteco, disposición que figura en nuestra Acta de Independencia del 15 de Septiembre de 1821. Hispánica fué la lealtad a la per– sona del Rey don Fernando VII, a pesar de sus debili– dades y de sus infortunios, lealtad proclamada por las primeros Juntas Emancipadoras de casi todas las regio– nes americanas. Hispánico fué, asimismo, el excelso hu– manismo contenido en el Plan de Iguala, al afirmar que todos los habitantes de la Nuevo España, sin distinción alguna de europeos, africanos ni indios, eran ciudada– nos de la monarquía, con opción a todo empleo, según sus méritos y virtudes "Buscar los orígenes de la gue– rro de Independencia -dice Cecil JanG- en los acon– tecimientos que inmediatamente la precedieron, en el Nuevo Mundo o en el "iejo, es contemplar superficial_ mente el movimiento y confundir la ocasión con la cau–
sa. Mirar el movimiento como no español es no en– tender ni la guerra misma ni el temperamento de la raza española. El movimiento fué, por el contrario, ex– presi6n de la esencia de los más hondos sentimientos de esa raza; un intento de realizar aquellos ideales que le eran más caros, y los cuales no manaban de fuente extraña, sino de los propios cor·ozones del pueblo". Consumada la Independencia después de tenaces
y heroicas campañas; guardadas en el arcón de la his.– toria las espadas invidas de Iturbida y de Sucre, de Bo– lívar y de San Martín, y restañada la hispánica sangre de criollos y peninsulares, se han venido acrisolando con el transcorso del tiempo los vinculas indestructibles que ligan a España con las pulantes naciones americanas. Los españoles de hoy consideran a los Libertadores una gloria del abolengo común y contemplan con legítimo orgullo la fuerza creadora de su estirpe, hecha carne y
espíritu en los pueblos de América. Dígalo si no ese gran español que foé don Miguel de Unamuno, cuyas briosas palabras serán el mejor epílogo a todo lo ex– puesto: "Poesía, poesía es la que rezuma de la vida de Bolívar, como es poesía la que rezuma de la historia de la emancipación de las repúblicas his– pano-americanas, lo mismo que de la épica historia del descubrimiento y de las conquista. Una y otra poesía están encerradas en las vielas crónicas de los conquista– dores, de los Oviedos, Castillos, Gomaras, etc. y en Jos memorios de ros caudillos de la Independencia. Poesía, sí; y esa poesía deberíamos ser nosotros, los españoles, los que más fuertemente la sintiér-amos. Como Diego Laínez se llenó de orgullo al ver que su hijo, el Cid, sin– tiéndose mordido en el dedo por el padre, le amagó un bofetón, así nosotros, los españoles, deberíamos enor– gullecernos de la heroicidad de aquellos hombres frente a las tropas de los torpes gobiernos peninsulares, y
considerar una gloria de la raza las glorias de las in– dependencias americanas".
This is a SEO version of RC_1968_10_N97. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »