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« Previous Page Table of Contents Next Page »entretenía al p.adre con sus gesticulaci~nes, historias y COn sus arteros juegos de manos. y partlcularmente con el acertijo de acero. Había algo intensamente intere– resante en la benevolencia con que el padre jugaba con él, y la formalidad con que él Se entretenía, con su g~
gantesco amo. LA. veces el muchacho se poma tan eXCI– tado que parecia querer estallar por el esfuerz.o en dar
expresión a sus pensamientos; pero todo ten:nmaba en
un débil sonido que me molestaba los n.erVlOS, y que parecía enlazarlo más estrechamente con. el bondadoso padre. Este último estaba siempre cambIando el, acer– tijo pero la ingeniosidad del mozalbete no. pod.a ser
der~otada. El pobre simplón, ep.tre t~nto,. mn'~ba c<?n admiración. El padre le ofrecio medlO dolar SI podla
abrirlo, y a'mbos, él y el sordo-mudo Se l'eía~ de los torpes ensayos del simplón. El p.adre concluyo con un
caluroso panegírico sobre el mérIto de ambos, que el muchacho sordo-mudo pareció entender y agradecer, pero que el que tenia oidos parecó no oir. . Insistió el padre en que .yo ~omase S? propIO catr.e,
el cuar era inusitadamente limpIo, y te~la un mosqUi– tero. Fué mi mejor cama desde que deJé la del Coro– nel M'Donald en Belize. Antes que yo me le~antara ya estaba él sobre mi cOn un frasco de aguardiente. Luego en seguída vino el chocolate, con un bollo de pan
dulce. y encontrando que ~ra imposible march~r.¡l'1;e en ese día, me hice voluntaria víctima de su hospitalidad
A las nueve tuvimos el desayuno; a las doce, fruta; a las dos, el almuerzo; a las cinco, chrn;ola;te ~ pan pulc e ; a las ocho, la ~na, Con frecuentes lDvltaclOnes mter– medias para el aguardiente, el que el padre, cqn la ma~o
puesta sobre aquella prominente part,e de su propIO cuerpo, dijo que era bueno para el ~~t~mago. f?n todos respectos, salvo en los buenos senb~lento8, el era ~l
completo antípoda del cura de E.sqUll?ulas. Yo h~bl~
tenido alguna sospecha de que mI arrJero no. estuvles
tan malo como él pretendla; pero su ~espreclo para la buena comida del padre me convencl,6 que re~lmente
estaba en mala condición. Le di algun remedIO, pero
creo que desconfiando de mí tuvo miedo de tomarlo.
A las doce del día llegaron las mulas pedidas p.or
el padre con un talludo muchacho ladino como arrle–
rOj pero ~Ilas no se hallaban en condición de s~lir ese día. En la tarde me di un largo paseo por la o~l~l31 del ríoS, al regreso, me detuve bajo una de las celbas, en donde un mercader ambulante estaba mostrando sus mercancías, consistentes en dos baúles con g.~neros de algodón rayados, cuentas, peines de cuerno, tIJeras, etc. Su muJa estaba a..nlarrada con una larga soga, Y ~ par de pistolas estaban colocadas sobre una de las caJas. Pasando adelante, me encontré con. Un gr?po de mujeres, vestidas de blanco, con chales rOJos enClffia de la cabeza. Ya había yo visto lo bastante de alegres ca--– lores en las mujeres para alejar algunos prejuicios, pero retenía una anticuada predilección por los rostros blan– cos; y aquí yo hice ver que las mujeres más blancas eran las más bonitas, aunque el padre no estuvo de entero acuerdo conmigo. Bajo el cobertiz'O de una casa des– habitada de por ahí cerca estaba un~ india. vieja con
diez doce muchachas indígenas ensenándoles el cate– cismo. Ellas estaban vestida~ con tela de algodón roia cuadriculadal enrollada alrededor de la cintura, y ata–
da con un n~do al lado izquierdo, y un pañuelo blanco sobre los hombros. Otros grupos estaban afuera en di.–
ferentes lugares, organizándose para una fiesta elel
pueblo en honor de algún santo; y cerca del 8I1lo~hecer.
mentras estBlba sentado con el padre, ahora vestido con su larga túnica negra. avanzó una procesión, encabeza– da por el hombre más anciano del pueblo, de barba y
cabellos blancos, y un hombre baldado y dos o tres asociados tocando violines. Antes de llegar a la casa dispararon cinco a seis cohetes, y todos subieron y sa– ludaron al padre, besándose el revés de la mano; las mujeres penetraron al interior, llevando líos envuel– tos en limpias y blancas servilletas; y cuando yo eIl– tré para tomar mi chocolate, me encontré con la mesa llena de pasteles y confituras. Después todas se fueron
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a la iglesia para los rezos vespertinos. Yo no pude menos que pensar en lo que después me impresionó más y más a cada paso de ml viaje en ese país: en que hendito es el pueblo que tiene un padre.
Durante el día, el muchacho sordo·mudo había pro– curado varias veces hacerme comprender que él de– seaba acompañarme, y por la noche el padre decidió complacerlo, permitiéndole hacer un viaje a Guate– mala. Por la mañana temprano el convento se halla– ba en conmoción. El buen padre no estaba acostum– brado a preparar una expedic·i6n para Guatemala. muchas cosas hacían falta además de las mulas. y al pueblo Se le exigió lo que .faltaba. Durante el bullicio, un solo soldado entró a la aldea causando alarma por
el hecho de ser explorador de otros que vendrían a acuarteler allí. El padre le d,ijo quién era yo, y que
la guardia no debía molestarme. Al fin todo estuvo listo; un gran concurso de gente reunido por requisi– torias del padre, se hallaba en la puerta, y entre ellos dos hombres con violines. El padre enderezó sus pro. pias gigantescas energías particularmente haCia los co– mestibles; él había preparado chocolate, pan, salchi– chas y pollos; una caja c()n pasteles y dulces; y, como
final, el muchacho sordo"mudo salió de la casa soste– niendo de una brazada arriba de su cabeza todo el cos– tado de un buey, quitada únicamente la piel y con las costillas quebradas, el cual fue extendido como -una carpeta sobre una de las cargas, y asegurado por una
red. Una olla grande, con el asiento para arriba, iba asegurada encima le otra carga. El padre se despidió de mí afectuosamente, y con mayor afecto del mucha· cho sordo-mudo; y a las nueve de la mañana, con mú–
sica de violines, y con un séquito que había asombra– do a mis amigos dé la ciudad, hice otro arranque para la capital. Un sordo gemido en el corredor me hizo recordar a mi ariero. Desmonté, y, al instante de la
part~da, nos cambiamos unas cuantas palabras de afec_ to. Su musculosa figura estaba postrada por la fie– bre; a veces él me había provocado hasta casi agotar–
me la paciencia; pero, COn tod& la mala voluntad que le tenia yo no podía haber deseádole una más mala condiciÓn. El muchacho se hallaba sentado junto a
él, aparentemente enternecido p~l' la enfermedad de su amo, e indiferente a mi partida.
Por la primera vez en mucho tiempo tuvimos un camino plano. La tierra era feraz y productiva; a2'Ú–
car moreno se vendía a tres centavos libra, y en te– rrón blanco. aún bajo el lento proceso de su elabora– ción, por ocho centavos, y el índigo podía fabricarse por dos chelines la libra. Yo caminaba tranquilamelL. te, cuando cuatro.soldados saltaron al camino casi a la cabeza de mi mula. Ellos estaban perfectamente es– condidos hasta que yo me apróximé, y su repentina aparición fUe algo como de salt~ad9res de caminos. No pudieron leer mi pasaporte, y dijer~n que tendrían que conducirme a Chiquimula. Mi camino quedaba un poco retirado de aquella población; y, afortunada– mente, mientras me escoltaban, el soldado que yo ha–
bía visto en San Jacinto nos alcanzó, los satisfizo, y
me dejaron en libertad. A corta distancia más ade~
lante reconocí la vereda por donle nos desviamos para ir a Copán. No habían corrido tres semanas y me pa– recían un siglo. Pasamos por la antigua iglesia de Chiquimula, y, rodeando el mismo sendero en zigzag por el cual habíamos bajado. cruzamos la montaña, y descendimos al llano de acapa y al Río Motagua, al
cual saludé como a un viejo conocido. Ya se hacía tarde, y no veíamos señales de alguna habitación Un
poco antes de anochecer, sobre la cumbre de una pe~
queña eminencia a la derecha, (fivisamos a un peque– ño muchacho, quien nos conclujo a la aldea de Santa
Rosalía, bellamente situada sobre un promontorio for. mado por la vuelta del río. La aldea se componia de una miserable colección de chozas; frente a la puerta de la mejor había un tumulto de gentes, que no nos invitaron a parar, y nos encaminamos a una de las más pobres. Todo lo que necesitábamos era sacate pa~
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