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« Previous Page Table of Contents Next Page »los; y la multitud, venciendo toda oposición, fOlZÓ la entrada de la iglesia haciéndola resonar con los gri– tos de "¡muera el hereje!" Abalanzándose hacia el
púlpito, algunos trataron de descolgarlo, otros de es–
callarlo; otros herían al infeli7J Vice Jefe con cuchillos atados a la punta de largos palos; mientras que un diabólico muchacho con un pie sobre las molduras del púlpito y el otro al aire, se agachó y le asió por los cabellos. El cura que estaba en el púlpito con Flores, temoroso de la tempestad que él mismo había ayudado a laventar, elevó al Santísimo pidiendo a la multitud que lo perdonara y prometiendo que saldría de la ciudad inmediatamente. El infeliz Flores, atro– dillado confirma estas promesas; pero los frailes _azu– zaban a la plebe, que se puso tan excitada can reli– gioso frenesí, que. después de arrodillarse ante la imagen del Salvador, exclamando uTe adoramps, oh Señor, te veneramos", se levantaron con el furioso grito: u¡pero por tu honra y gloria este blasfemo, este hereje, debe morir!" Y entonces arrancándole del púlpito y an'astrándole por el piso de la iglesia hasta llegar a los claustros, lo entregaron en manos de la fanática y furiosa. horda, en donde las mujeres, como furias desencadenadas, le dieron puñetazos, pedradas y palos hasta matarlo. Sus asesinos lo desnudaron y
dejándolo completamente desfigurado y convertido en objeto de horro, expuesto a los insultos del popula– cho, dispersándose en seguida por la ciudad y pi– diendo la cabeza de los liberales con el grito de "¡VIVA LA RELIGION Y. MUERAN LOS HEREJES
DEL CONGRESO!". Por ese tiempo el fanatismo re– ligioso tomó incremento en el Estado y el partido li–
beral quedó deshecho en Guatemala.
Pero el Estado de San Salvador, desde el comien– zo el corifeo de los principios liberales, tomó la ini– ciativa en el movimiento de venganza, y el 16 de Marzo de 1827 su ejército apareció en las puertas de Guatemala amenazando con la destrucción de ]a ca_ pita]; empero, el fanatismo religioso era demasiado fuerte: los sacerdotes corrían por las calles exhortan– do al pueblo a empuñar las armas; los frailes enca– bezando tumultuosas masas de mujeres con cuchillos desenvainados) juraban la destrucción de todo aquel que intentara trastornar su religión, así que los sM– vadoreños fueron derrotados y obligados a huir. Du– rante dos años los partidos se mantuvieron en abier– ta lucha. En 1829, tropas de San Salvador al mando del General Morazán, quien entonces era la cabeza del partido liberal, rnarc,haron de nuevo sobre Guate– mala y después de tres días de batalla entraron triunfantes a la capital. Todos los corifeos del par– tido central, los Aycinena, los Pavones y Piñales, fue_ ron derrotados o huyeron, los conventos fueron des– truidos, las instituciones de frailes abolidas, los mis– mos frailes embarcados y expulsados del país, y el arzobispo, temeroso de ser deportado, o quizá en es– pera de peor suerte, huyó para salvarse.
En 1831 el General Morazán fucl' electo Presi– dente de la República; y al expirar su periodo se le reeligió. Durante ocho añc::a el partido liberal tuvo todo el poder; pero durante la última parte de su go– bierno ya había gran descontento a causa de los em– préstitos forzosos y exanciones para sostener la admi– nistración o, como decían los centralistas, para pre– miar la rapacidad de los empleados libertinos y sin escrúpulos. El partido de la iglesia estaba siempre alerta. Los emigrados en los Estados Unidos. en Mé– xico y en la frontera, con la mirada siempre fija en
el hogar, se mantenían en constante comunicación y daban alas a los descontentos que cada día aumenta– ban. Algunos de ellos en completa penuria en el ex– tranjero, Se aventuraban a regresar. y no siendo mO–
lestados, otros inmediatamente les seguían. Por este tiempo empezó el levantamiento de Carrera, el cual al principio era más temido por los centralistas que por los liberales; pero repentinamente y paI'a su ma-
yor admiración, colocó a los primelos nominalmente a la cabeza del gobierno.
En Mayo anterior a mi llegada había expirado el período del presidente. senadores y diputados, y no había habido elección para substituidos. El vice-pre– sidente, que había sido electo en un período aún no terminado, era el único que estaba en funciones en el gobierno federal. Los Estados de Guatemala, Hon– duras, Nicaragua y Costa Rica se habian declarado a
si mismos independientes de )a federación, Los Esta_ dos de San Salvador y Quezaltenango sostenían al go– bierno federal, y IVforazán como comandante en jefe
de las fuerzas federales habían derrotado a Ferrera y
establecido tropas en Honduras, lo que daba al partido liberal el actual control de tres Estados.
Virtualmente, puse, los Estados se encontraban "tres a tres". ¿Dónde estaba mi gobierno? El último congreso, antes de su disolución había recomendado la panacea para las enfermedades politicas una Asam_ blea para reformar la constitución. Los gobiernos de Inglaterra y Francia estaban representados en Centro América por consulados generales. No había ningún
tratado. Inglaterra no podría procurarse uno a nie– nos que renunciara a todo reclamo con respecto a la Isla de Roatan, en la Bahía de Honduras. y a Belizé, Con Francia se había celebrado un tratado; pero aun_ que presionado con gran formalidad por el cónsul ge– neral de ese país, el senado rehusó ratificarlo El nuestro era el l1nico gobierno que tenía algún conve_
nio con Centro América y hasta la salida de Mr. De Witt del país, estuvimos representados por un Eneal" gado de Negocios. El cónsul general inglés habia publicado una circular negando la existencia del go_ bierno federal; el cónsul de Francia no estaba en bue– nas relaciones con nin.guno de los part~dos; y mi arri– bo y el curso que yo pudiera tomar, eran motivo de al–
gún interés para los politicos,
No babí", más que un lado para la pol1tica en Gua_ temala. Ambos partidos tenfan un bonito modo de producir unanimidad de opinión, expulsando del país
a todo aquel que no estuviese de acuerdo con ellos.
Si había algunos liberales yo no me encontré con ellos,
o quizá no se atrevían a despegar los labios. El parti– do centraL que apenas hacia seis meses que estaba en el poder, y todavía sorprendido de encontrarse ahí, vacilaba entre la arrogancia y el temor. Las anti– guas familias cuyos miembros principales habian sido desterrados o que se encontraban en el ostracismo político, y el clero) estaban gozosos por la expulsión del partido liberal) y por su l'egreso a lo que ellos con– sideraban su derecho natural de gobernar al Estado; hablaban de llamar al desterrado arzobispo de la igle_ sia, reformar los conventos) devivir las instituciones monásticas y hacer de Guatemala lo que antes había sido: la joya de Hispano América.
Una de mis primeras visitas. de ceremonia fue pa_ ra el señor Rivera Paz) el Jefe del Estado. Fuí pre_ sentado por Mr. Henry Savage, quien había antes ac, tuado como cónsul de los Estados Unidos en Guatema– la y que fué el único americano residente a quien yo
m~ considero agradecido por sus constantes atencio– nes. Habiéndose declarado por sus constantes aten– ciones? Habiéndose declarado independiente del go– bierno federal) el Estado de Guatemala estaba gober_ nado entonces por una organización transitoria llama· de Asamblea Constituyente. En la última entrada de Carrera a la ciudad, en Marzo anterior a mi llega– da, Salazar, Jefe del Estado, huyó; y Carrera a caba– llo llamando a la puerta del Señor Rivera Paz antes de 'amanecer por si y ante sí lo instaló como Jefe. Fué una afortunada eleQción para el pueblo de Guatemala. Era como de treinta y ocho años de edad, caballeroso en su apariencia y modales, y en todas las difíciles posiciones en que se encontró más tarde, dió a conocer una prudencia y juicio nada comunes.
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