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CAPITULO 10

HACIENDA DE NARENGO.-LAZANDO GANADO.-CORRESPONDENCIA DIPTJm'lATICA.-FORMU– LAS.-FIESTA DE LA CONCEPCION.-TOMANDO EL VELO NEGRO.-UNA PAISANA.-RENUNCIAN– DO AL IIIUNDO.-FUEGOS ARTIFICIALES, .ETC.-PROCESION EN HONOR DE LA VIRGEN.-OTRA EXHIBICION DE FUEGOS ARTIFICIALES.-UN TORO BRAVO.-SOLDADEZCA INSOLENTE.

Al dia siguiente en compañía de Mr. Savage !10S

fuimos a caballo a Narengo, pequeña hacienda de la familia Aycinena como a siete millas de la ciudad

Más allá de los mlU'os todo era hel'moso, y en los

buenos tiempos de Guatemala los Aycinena rodaban

hacia El Narengo en un. enorme carruaje. cubierto de esculturas y dorados, al estilo de los grandes de Es– paña, y que ahora permanece en el patio de la casa

de familia, como un recuerdo de mejores días. En–

tramos por una gran puerta a un camino particular

de su propiedad, ondulante y ornamentado con árbo–

les, que pasaba cerca de un lago artificial, formado

por varias corrientes de agua represadas. Dimos vuel–

ta pOJ' la orilla del lago, y 'entramos a IDI gran co– rral de ganado, en cuyo centro y hacia el lado pen–

diente, estaba la casa, maciza estructura de piedra, con un? ancha plaza al frente, y dominando una hCl-– masa vista de los volcanes de la Antigua.

La hacienda era valiosa únicamente por su pro– ximidad a Guatemala, siendo lo que nosotros llama– ríamos una casa de campo. Tenía una extensión de. siete mil acres de tierra solamente y tendría alrede– dor de setenta mulas y setecientas cabezas de ganado vacuno. lEra la época de marcar y contal' el ganado

y dos de los sefiores Aycinena se encontraban en la

hacienda l]a1'a dirigir las operaciones. El ganado ha-– bia sido encorralado, pero como YO nunca habia visto el proc~dimiento para lazarIo, después de la comida, cien cabezas que habían estado durante dos días sin

pastura fueron echadas a un campo d~ dos o tres mi–

llas de circunferencia. Ocho hombres montaron, con espuelas de hierro de una pulgada de largo sobre sus

desnudos talones, y cada uno con un. LAZO en la mano, hecho de un cuero entero de res col'tado en for– ma de cuerda como de veinte yardas de largo, uno de cuyos extremos iba atado a la cola del caballo, la que previamente era envuelta en hojas para evitarle lasti– n18duras, y el sobrante enrollado, lo tenía el jinete en la mano derecha

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descansando sobre la manzana de la silla. Todo el ganado se había dispersado; nos situa– mos en Wla eminencia que dominaba una vista parcial del campo) y los jinetes se esparcieron en su persecu– ción. Al instante, treinta o cuarenia pasaron atrope– lladamente, perseguidos por los jinetes a todo galope perdiéndose pronto de vista. ' Nosotros deberíamos es– coger entre perdcl' el juego o acuerpal'lo; y en uno de

1antos rodeos

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teniendo especial cuídado de evitar el tropel de la furiosa novillada y de los temerarios ji–

netes, me hice alIado de dos vaqueros que perseguían

a un solo buey, siguiéndolo sobre la loma, po!' entre breñas: matorrales y malezas. Un vaquero lanzó su cuerda magistralme'nte sobre los cuernos del buey, tornando enseguida su cabalIo

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mientras el animal co– gido por el lazo sin sacudir al caballo ni al jinete, fué

arrojado de cabeza sobre el campo.

Etl esos momentos una manada pasó violentamen–

te, perseguida POlO todos los vaqueros. Un buey ama–

rillo gl·ande se apartó de1 grupo y todos le siguieron. Por una milla. se mantuvo adelante, escapando y esca– bulléndose, pero los jinetes lo rodearon empujándolo hacia el lago; y después le un infructuoso intento le saltar, se arroj6 al agua. Dos vaqueros lo siguieron y asustándolo sacáronlo de allí. A los pocos momen~

tos siivó el lazo sobre su cabeza, y) Dúentras que ca– ballo Y jinete se mantuvieron firmes COmo una roca, el buey saltó de lluevo precipitadamente al campo. Los vaqueros se esparcieron; rodando uno de ellos con

todo y caballo d@ tal modo que ·",·el que todos los hue.-

sos de su cuerpo se habían quebrado; pero el juego era tan excitante que yo) aunque al principio estuve muy cuidadoso de mantenerme fuera de peligro ya me sen~

tía dispuesto a ,que mi caballo_ también fuéra atado de la cola y a tomar un lazo en la mano. El efecto de la cacería era realzado por la belleza del paisaje, con los grandes volcanes de Agua¡ y de Fuego elevándose sobre nosotros, y por la tarde proyectando Su obscura son1bra sobre el llano. Ya era casi de noche cuando reg'resamos a casa. Con esa refinada cortesía que yo creo es exclusivamente española, los cabaUéros nos acompañaron por alguna distancia e'n nuestro camino. Al ~nochece.r llegamos a Guatemala, y, con gran satis_ faCCIón, supImos en la entrada que los soldados ya ha– bían sido encerrados en los cuarteles,

La noticia de mi arresto y prisión había llegado a Guatemala antes que yo, COll gran exageración de las ci.rcunslancias, y se me dijo que el gobierno del Esta–

do pensaba dirigirme una comunicación al respecto, Esperé dur~llte ~arios días, y, no recibiendo ninguna,

pres~nté nn qneJa formal, estableciendo los hechos, y malllfestando que yo no trataba de sugerir qué debería

hac~rse, si!!? que me sentiría satisfecho Can que el

gobIerno lUCiese lo que fuera conveniente a Su propia honra y a los derechos de una nación amiga.A los pocos días recibí la respuesta del Secretario de Esta– do, portadora de los sentimientos del Presidente por lo ocurrido, y manifestando que, antes de recibir mi nota, el gobierno. había dictado las lnedidas que con– sideró oportunas sobre el particular. Como esto era

muy vago, y yo estaba profundamente indignado con– tra los hechores, y además ya había oído algo por la calle acerca de tales "medidas" y consideraba necesa– rio, para la protección de los americanos que estuvie–

ran o pudieran estar en el país, 110 sufrir liI ttlh'aje que ya era notorio que habia sido tratado: ligeramen~

te, dirigí otra conmnicación al secretario, pregun1án– dole especialmente si el oficial y el alcalde referidos habían sido castigados y de qué -manera. La res– puesta fué que, bajo las circunstancias extraordina– rias en que se encontraba el país por la revolución popular, y por la desconfianza que prevaiecfa en las poblaciones fronterizas, las autoridades locales eran más suspicaces que de costmnbre en materia de pa– saportes, y que "el atropellamiento" que yo había su–

frido, te'11Ía su orígen en las órdenes de

<f lln oficial militar"l quien sospechaba que yo y mis acompa– ñantes éramos "enemigos", y que el GeneI'al Cáscara, tan pronto como fué informado de las circunstancias, lo había separado del mando. La respuesta daba a entender que el gobíerno, muy a su pesar, por las di– ficiles circunsta'llcias en que se encontraba el pais, no

1enía poder para prestar seguridades a los viajeros co– mo lo deseaba, pero que dictaría 6rdenes terminantes

a las autoridales locales para' mi seguridad en los fu– turos viajes.

Yo tenía conocimiento (lUe el General Cáscal'a habia removido al oficial, pero apenas llegada la no– ticia a Guatemala, Carrera le ordenó que lo restitu_ yera: y más tarde vi en San Salvador cartas en que él había amenazado al General Cáscara con fusilarlo si no se revocaba la degradación. En ulteriores co– municacíones con el Secretario y con el Jefe del Esta– do, fstos confesaron su impotencia para hacer algo; y

ests'ndo satisfecho que ellos lo deseaban aún más que yo mismo, consideré que no valdría la pena insistir en el asunto; pues en verdad y en rigor, yo no tenía de– recho a acudir al gobíerno del Estado. El gobierno

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