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su belleza, llevan el sello .?e una bien conformada na– turaleza para el desempeno de todos los deberes co– rrespondientes a una hija, esposa y madre, y que ha··

blau de la benevolencia y generosidad del COrazón de la mujer. Estaba pálida, y parecía consciente del im– portante paso y solemnidad de los juramentos que iba a hacer, y no estaba apesarada; pero aún asi ¿quién pucde saber lo que pasa en el corazón humano? Se volvió hacia el Provisor, quien extendió so– bre su rostro un velo negro; la música lanzó sus no–

tas de alegría, por una joven que habiendo venido al mundo para llevar sus cargas se' apartaba de él. In– mediatamente siguió ,un murmullo de voces reprimi– das' y abriéndose paso por entre la concurrencia, me agregué a un grupo de señoras, siendo una de ellas mi bella compatriota. Esta, era de un pequeño pue– blo del campo de Pensylvania, y el romance de sus afectos hacia los conventos y monjas aún so habia desaparecido. Cu'!!!do]a primera invación .de Carre– ra, se refugió en el convento de [.a Concepción, y ha– blaba con entusiasmo de la pureza Y piedad de las monjas, describiendo algunas que sobrepasaban en to– do a los atributos de la mujer. Conocía especialmen– te a la. que acababa de tomar el velo, y me contó que dentro de pocos días aparecería junto a la ..eja del convento para abrazar a sus amigos y despedirse de ellos, p\"ometic'ndo llevarme para que me tocara mi parte en la distribución.

Durante este tiempo se quemaron cohetes en las gradas, y en la calle al frente estaba una armazón de fuegos artificiales, de treinta pies de altura, la cual toda l~ concul'l'encia que había en las grad.as y en la calle esperaba ver en movimie'nto. Todo el mundo criticaba lo absw'do de tal exhibición durante el dia, pero decian que tal era la costumbre. La pieza era de complicada estructura y en el centro tenia una gran caja. Se oyó un silvido de ruedas, gran huma– reda, y d!3' vez en cuanao una roja llamarada; y al esta quemados los extremos, para finalizar, co'n un fuerte chasquido se abrió la caja, y al disiparse el hu– mo, se pudo ver la figura de una monjita negra a lo cual todos se rieron! y se dispersaron.

Por la tarde tuvo lugar la procesión en honor a la Virgen. Aunque Guatemala estaba triste, y, por las convulsiones de la época, privada de toda clflse de alcgdas, las procesiones religiosas eran como siem– pre, y habría sido evide'ncia de ID\. estado moribundo

el descuidarlas. Todas las calles por las cuales de– bía pasar la procesión estaban regadas con hojas de pino, y a travéis de ellas se levantaron arcos adorna– dos con siempI'everde y flores; los grandes balcones de las ventan¿;.s fueron adornados con colgaduras de seda carmesí y banderolas de caprochosos dibujos. En las esquinas de las calles se colocaron altares bajo en– ramadas de siempreverde, tan altas como los techos ele las casas, adornados con imágenes y ornamentos de plata de las iglesias, todos cubiertos de flores. Rica como 10 es toda la América Central en productos m:.– turales, el vtlle de Guatemala se distingue por la be· lleza y variedad de sus flores; y por un día los cam– pos fueron despojados de sus vestiduras para el1ga– 1:::.oar' la ciudad. Yo he visto grandes festividades en íEuropa, con dinero delTamado a manos llenas' pero nunca nada tan sencillamente hermoso. Mi paseo por s calles antes de 111 procesión fué la parle más in– teresante del aia. 'lú...vs.tUS w:bitantes, con sus me– jores atavíos, se encontraba allí: los hombres parados en las esquinas, y las mujeres, con negras mantillas, sentadas en largas filas a los lados; las banderas y cortinas en los balcones de las ventanas, el verdor de las calles, la profusión de flores, las vistas por en me-– dio de los arcos, y la sencillez de costumbres que per– mite a las damas de primera categoría mezclarse li– bremente con la muchedumbre y sentarse en las ca– lles, formaban un cuadro de belleza que aún hoy

suaviza la impresión de estolidez que Guatemala dejó grabada en mi memoria.

La procesión para la cual se hiciel'on estos her–

InOSOS preparativos ve'nía encabezada por un solo in– dio, viejo, arrugado, sucio y andrajoso, con la cabeza cubierta, y bamboleándose bajo el peso de un enonne tamborón, qu~ llevaba sobre sus espaldas, y que pa– recia tan antiguo como la conquista, con todos los

c~)¡'de1es y ul1; lado del fondo rotos; le seguía otro in– dlO tan harapiento como el primero, que con una pesa~

da baqueta tocaba de cuando en cuando el viejo tam– borón. En seguida venía otro indio con un enorme pito, que correspondía por su aspecto venerable con el tambor, y con el cual, de tiempo .en tiempo lanzaba un sonido violento y en seguida miraba en derredor con un aire de cómica satisfacción esperando e¡ aplau–

s~. Iz:mediatamente seguía un pequeño muchacho <.le

dle~ anos de edad, con sombrero de tres picos, botas arrIba de las rodillas, una espada desenvainada, y la máscara de un horrible africano. Dirigía a unos vein_

te 0\ treinta individuos 110 sin razón llamados los dia. bias, todos ellos con grotescas y repugnantes másca..... ras, Y. con andr~josos y fantásticos vestidos, algunos con Plt~s t!-e cana y otros chocando palillos entre si; y los pl'lnclpales actores eran dos pseudo-mujeres, con sombreros em'opeos de anchas alas batas de cuello alto, cintu~'a~ en ~l_ pecho, grandes b~tas y cada quien con una VIeJa guItarra, danzando y bailando un fan~

d~ngo de vez en cuando. Cómo podía ser que estos dlablos que, por supuesto, excitaban la. rlsa de la mu1-.. ti.tud, vinieran a f~rmar parte de una procesión l'eli–

glOsa, no sabré deCir. Los muchachos les seguían así como entre nosotros a los militares el 4 de Julio y en efecto, para los muchachos de Guatemala no p{¡e– de haber buena procesión sin buenos diablos

En seguida y en admirable: contrate, ve~íal1 cua– tro hermosos muchachos, de seis a ocho años de edad vestidos con túnicas blancas, PANALETTES y ve": los de gasa blanca sobre guirnaldas de rosas, perfec... tos emblemas de purezaj después cuatro sacerdotes jóvenes, llevando candeleros dorados COn cirios en– cendidos; y a continuación, cuatro indios, cargando so..,., bre sus hombros la imagen de un ange.l m~s grande que lo natural, con las alas extendidas hechas de gasa, infladas en forma de nubes, y pretendiendo aparecel como flotando en el aire, pero trajeado más a la moda de este mundo, con la túnica 'algo corta, y las atade– ras a las medias de listón rosado. Luego, conducida en hombros de los indios como la anterior, más gran– de que lo natural, la Imagen de Judith con la. espada desnuda en una mano y en la otra la sangrienta ca– beza de Holofernes. Después otro ángel, con um: nu– be de seda arriba de la cabeza; y en seguida el gran objeto de veneración, la Virgen de La Concepción, sobre unas pequeñas andas, ricamente decoradas con oro y plata y flores en profusión, protegida por un her_ moso palio de seda, sostenido en alto con cuatro dora– das pértigas. Seguían los sacerdotes con sus más ri–

cas vestiduras, uno de ellos bajo un palio de seda, llevando en alto la Hostia, ante cuyo imaginario es– plendor todos se arrodillaban. Todo el conjunto ter– minaba con un grupo de diablos mucho peor que el que encabezaba la procesi6n, compuesto como de qui– nientos soldados de Carrera, sucios y desarrapados, con el fanatismo agregado a su acostumbrada expre– sión de ferocidad, portando sus mosquetes sin orden alguno; los oficiales vestidos con trajes a Su antojo, algunos con sombreros negros y listón plateado o do– l'ado, como lacayos y con la cabeza muy erguida. Mu– chos de ellos lisiados por algún balazo mal curado; y

lUl c~ballero que estaab junto a mí señaló a val'ios que habían cometido asesinatos y muertes, por las que ya habrían sido ahorcados en cualquiel' país que tu– viera algú gobierno. La ciudad se encontraba a mer– ced de tales hombres, y Canora era el único Sel' vi– vienie que tenía algún poder sobre ellos.

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