Page 102 - RC_1969_01_N100

This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

toda:; las OCa~lOti(:S que Se le oficzcan, el asegUlaL tan. tas municiones y ViVf'lCS como sus almacenes puedan

posiblemente COlltener

N05 encontr~bamCJs de nuevo sable la linea de ope–

raciones dl.: CartEla: el lugar estaba lleno de temOles, los blancos tembJabal~ POI sus vidas, y yo aconscié a lluestlo anfitdón que saliera del pais y que Se viniera

a lo:.> Estados Unidos

A la mañana siguiente nos desayunamos can él, y a

las once del día, mientras se formaba una plocesióJl en

la plaza, salimos para Quezaltenango, descendimos un ha

ll'anCO dominanC'o a cada momento una bella perspe_c~

tiva, subimos una montaña, desde la cual mil amos hacia atrás sobre el lbmo v el pueblo de Totonicaplm, J' al llegal a la cumbre entramos a una espléndida llanura

cultivada tIe maizales ypunteada con numerosos lcba– ños de c.al nel os, los primelos que veíamos en el país en ambos lados del camino habfa setos de gigantcsco~

áloes. En un paraje contamos arriba de doscientos en p~ena flOl esccncin En medio de la llanUl al a una distancia de dos y media leguas, atlavesamos, sobre un

1 udo puente de troncos, un ancho río, memorable }>ot

103 mueltos y heridos aLrojados en él en la batalla dz Alv8lnóo con los indios quichés, y denominado itRio de Sangle" Dos leguas más delante llegamos a la

vista de Quezaltenango. edificada al pie de una glan fi_

la de montañas s1.1peladas pOi un despedazado volcán que al aja launa constantemente, y frente a él una pe– l1ascosa montaña de lava, que, si hubiera tomado su cmso con dirc-ccÍón a la ciudad la halnía sepultado ca mo a Hercul:mo y Pompeya ' -

CAPITULO 12

QUEZALTENANGO.-SU HISTORIA.-CONVERSION DE SUS HABITANTES AL CRISTIAJi¡IS~IO-AS­

PRCTO DE LA CIUDAD -EL CONVENTO.-LA I"'SURRECCION.~LA~1ARCHA DE CARRERA SOBRE QUEZALTENANOO.-SU !llANERA DE TRATARA LOS HABITANTES.-PREPARATlVOS PARA LA SEMANA. SANTA.-LA IGLESIA.-UNA PROCESION. - EL VIERNES SANTO. - CELEBRACION DE LA RESURRECCION.-LA CEREMONIA DE APERTURA -LA CRUClFICCION. - UN SERMON -EL DES– CENSO DE LA CRUZ.-LA GRAN PROCESION.-LA IGLESIA DEL CALVARIO-EL CASO DEL CURA

LAS FUENTES TERMALES DE ALMOLONGA.

Nos encontrábamos nuevamente sobre terreno clásico Quizá el lector necesita recordar que la ciu– <lad descansa en el lugar de la antigua Xel'lhuh, la ciudad más grande después de Utatlán en el Quiché La palabra Xelahuh significa "bajo el gobierno de

diez", es decir, que la gobernaban diez caciques prin..–

cipales

l

teniendo autoridad cada uno de ellos sobre ocho mil viviendas, en total ochenta mil, las que con~

tenian

l

según Fuentes, más de trescientos mil habitan–

tes, quienes, al ser derrotado Tecún Umán por Alva~

1 ado, abandonaron la ciudad, huyendo a sus antiguas fortalezas el volcán Excansel y Cekxak, otra montaña

vecina; que los espafioles entraron a la ciudad desier– ta y que, segUn manuscrito encontrado en el pueblo de San Andrés Xecul, sus videttes capturalon a cuatro célebres caciques, cuyos nombres, que stn duda re– cuerda el lector, eran Calel Kalek, Ahpopgueham, Ce· lelahan y Celelaboy Cuentan los manuscritos espa– ñoles que estos caciques se arrodillaron ante Pedro de Alvarado mientras que un sacerdote les expliGaba la

naturaleza de la fe cristiana, declarando ellos mismos estar ya listos para abrazar la leUgión. Dos de ellos fueron retenidos como rehenes y los otros en"viados a

sus fortalezas, de donde regresaron con multitud de indios dispuestos a ser bautizados, que los sacerdotes,

rendidos de cansancio, ya no pudieron alzar los brazos por más tiempo pala seguir la ceremonia

A medida que nos acercábamos a la chidad, siete

tOll'es de iglesIa hac(an ver que la religIón adoptada con tanta precipitación aún no habia muerto A los pocos minutos nos encontrábamos dentro de la ciudad Las calles estaban hermosamente pavimentadas y las casas eran de una arqtlitectura pintoresca, el cabildo tenía. dos pisos y un corredor La catedt:q~l con su

fachada ricamente decorada era grande e Imponente.

La plaza estaba pavimentada con piedra y tenía en el centro una preciosa fuente, con una magnifica vista del volcán V de las montañas alrededor Era la vís– pera del Viernes Santo las calles y la plaza Se en– contraban llenas de gente con sus mejOles atavíos; los indios llevaban largas capas negras, can sombre– ros de fieltro de anchas alas, y las indias, un vestido blanco que les cubria la cabeza, exceptuando una a– bertura oblonga para la cara. Algunas llevaban ade. más una especie de turbante rojo trenzado con el ca~

bello Las campanas estaban silenciosas, sonando en

su lugar mabacas de madera A medida que nos a–

proxhnábamos armados hasta los dientes, la multitud abria paso silenciosamente. Pasamos frente a la puerta de la iglesia y entramos por la puerta grande

del convento El cura estaab ausente por el mo– mento, pero una señora sirvienta, de aspecto respeta– ble, nos recibió de tal modo que auguraba una buena

lecepcí6n de parte de su amo Se notaba, sin em– bargo, cierto aire de excitaci6n y trepidación ~n toda la casa y la buena mujer parecIa deseosa de comuni,;.

car aI{;lUnas cosas que le tenían el ánimo inquieto y amedrentado

Después del chocolate pasamos a casa del cone– gidor, a quien presentamos puestras credenciales y el

pasaporte de Cartera Era él uno de los expulsados por Morazán, de muy buena apostura militar, pero, según nos dijo, no soldado de profesión; estaba en servicio por acidente y muy ansioso de dejar el man–

do; seguramente que SU!; breves servicios no elan una

ganga para él Nos presentó a don Juan Lavanigna (LavagnJno), un italiano de Génova, expatriado por la 1 evolución encabezada por el rey actual, entonces presunto heredero, ]a· cual intentaba colocarlo en el bono: pero quien una vez fuera de esto dejó vilmente

a sus seguidores abandonados a su suerte De qué modo el signor vino a este lugar, lo ignoro; pero lo elerto es que él no encontró paz, y, si no me equivo.. co, estaba tan ansioso de salir de allí como cuando salió de Génova.

A nuestro regreso al convento encontramos al

cura, tIttien nos di6 personalmente la bienvenida que

110S habia prometido su ama - Con él estaba un in– dio de aspecto respetable, que tenía el título de go–

bernador y que era el alcalde indfgena; y fué algo singular el que una hora después de nuestro arribo a Quezaltenango, hubiéramos conocítio a las cuatro víc–

timas sobrevivientes de la ira de Carrera, que hablan escapada milagrosamente de la muerte y cuyas noti– cias teníamos desde Guatemala. Todavía la gente temblaba ante el espantoso recuel.do de tales hechos Ya h~biamos oído mucho sobre el particular por el camino, y en QuezaItenango, exceptuando a los del partido ¡ntel esado, nadie hablaba más que de estos acontecimientos·

Cuando los soldados de Morazán entraron por vez

primera a la plaza de Guatemala, en Un infortunado

58

Page 102 - RC_1969_01_N100

This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »