Page 104 - RC_1969_01_N100

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Mirando desde la puerta hacia el interior, la vista era de lo más -adinhable;_ La iglesia era de doscien– tos cincuenta píes de largo, espaciosa y elevadá, con un decorado ríquisimo y adornada con pinturas y es~

culturas, resplandeciente de lucjis y enteramente lIe~

na de indios A cada lado de la puerta habia una baranda y detrás de cada una de ellas un indio recio biendo ofrendas El piso estaba regado con hojas de pino A la izquierda se encontraba la imagen de Cris~

to, muerto, dentro de un ataúd, sobre el cual cada una de las mujeres derramaba un puñado de rosas, y

cerca de allf estaba un indio recibiendo dinero Al

lado opuesto y tras una reja de hierro estaba ·1a ima~

gen de Cristo con la cruz a cuestas, con los ojos ven~

dados y con largas cadenas de plata sujetas a los bra~

zos y a otras partes del cuerpo, atado a las barras de hierro. Aquí también estaba otro Indio para recibir limosnas. El altar era hermoso en diseño y decorado, consistente en dos hiieras de columhas jónicas, una sobre otra, doradas, rematadas por un resplandor tam~

bién dorado Y alumbrado por -cirios de diez pies de

altura. Bajo el púlpilo estaba el piano DespUés de un ligero paseo por el interior _de la igle:sia, el cura nos condujo a Sentarnos bajo el púlpito Nos pidió alg"unos aires musicales de nuestro país y en seguida se sentó al plano Como Mr C le sugirió que el tono era el de una de las óperas de Rossini, ~ijo que' no era a propósito para la ocasión y lo cambió A eso de las diez de la noche toda la multitud

se, formó en procesión; y Mr e y yo salimos n.ara to~'

mar un huen lugar en, la esquina de la calle y ver la ceremo'nia Esta iba encabezada por indios, Q.os

de frente" llevando cada mio un cirio grande d~ cera;

en seguida y en hombros de, cuatro hombres, la hha– gen de Judith, c6n una' espada ensangrentada en una mano y ,en la otra la sangrienta cabeza de Hololer.. nes Después, también en, hom1?ros de c~at~o ;hol11~

bre¡;;, el Arcángel Gabriel, vestido de seda' rojá: y con grandes alas muy bien rizadas. Más alrás venía un hombre con una grotesca-armadura, -hecha d:e papel negro plateado, figurando a los moros, con lanza y es~

clido como los antiguos c~balleros, y en seguida cua~

tro nifias con veló -y, traje de. seda blanco simulando ángeles, con un homb:te a cada lado porta,ndo tina vela encendida ,J:)espués venía la gran imagen, de Cristo llevando su ,cruz, sostenida por cuatro indios; a: cada lado ib,a tina joven ~ndiallevand~ horizontalmente

una vara para 'impedir la presión de lá l11;u~hedum.­

bre y seguidas por todo el pueblo Al volver la es– quina de la calle en que nos encontrábamos, un ,mes–

tizp Con .ceno de, profundo fanatismo ,'en;. la cara, le dijo· a Mr. Cathérwood:. "Qullese los anleojos y siga la érm:" Después segufa una. procesión, de mujeres con niños en los brazos, la mitad de ellos dormidos, caprichosamente ve~tidos. con gorrasJtlat~~das y a~

do'rnos en la cabeza, y por último, una grán imagen

d~ -'la Virgen, sentada, atavi~damagn~fjcamen~e, con indias, jóvenes de ambos lados, quienes, como las. an–

teriore~, )levaban largas varas y cand~las. Todo _~sto

iba acompañado con música de tambores y violitíes

Tan pronto como esta larga procesión acabq de pasar, legresamos nosotros ,al convénto

La noche era muy fría, y la mañana siguiente lÍos recordaba el mes de Diciembre en nuestro hogar. Era la mañana del Viernes Santo., E:n todo el país' _se ha– bían prepar~do para 'celebra'r con, ,las más. sol~mnes

ceremonias de la iglesia la resurrección del Salvador En Quezaltenango, muy de mafiana, estaba ya la pla–

za llerla de indios de los alreded(jres; pues los blancos, aterrorizados y afligidos por el asesinato de sus me~

jores hombres, procurapan no tomar par~e en la ce~

lebración . ,

A las nueve de la mañana el corregidor nos man–

dó llamar para que le acompañásemos a la ceremonia de aperiura 'Hacia un lado de la nave de la iglesia. inmediatos al altar mayor y del lado opuesto al púlpi-

to, estaban unos sillones con cojines para el corregi'"

dar y los miembros de la municipalidad Nosotros fuimos invitados a sentarnos con ellos La iglesia se hallaba enteramente atestada con más de tres mil in– dios. Antes no les er.a permitido; a las ~ujeres ni a los niños asistir a esta ceremonia; pero ahora r~ igle– sia Se encontraba llena de indias arrodilladas, con cor– dones tojos trenzados cOn los cabellos y quizá la ter~

cera parte de ellas con niños a la espalda, visibles solamente la cabeza y los brazos Con excepción de nosotros y del padre, nc:) habia gente blanca en la igle~

sia; yr con los ojos de la multitud vueltos hacia noso–

tros y el vivo recuerdo de la suerte de quienes pocos días antes habían ocupado nuestros pues.tos, sentía– mos de aquel sitio de honor nos colocaba en una si~

tuación muy particular

No lejos del altar mayor estaba una gran cruz, aparentemente de plata maciza, ricameJ;1te esculpida y

ornamentada,' y arriba de .ella una enramada de pino

y ciprés Al pie q.e la cruz estaba una imagen de María Magdalena

l

llorando, con los cabellos bien riza– dos bi túnica escotada y de allariencia algo inmodes– ta, ~ A la derechá, la Virgen, primorosamente- vestida,

y en la nave de la iglesia, de pie, Juan el Bautista, colocado· 8l1f, según parecía, sólo porque tenían la imagen a la mano, Muy pronto los aires de la lPúsica indígena nos llegaron del otro extremo de la iglesia, avatiazndo una procesión encabezada por indios con sombreros de fieltrO' de anchas alas, capas obscuras Y

velas de cera encendidas. El féretro aV8112ó: hasta d

pie de la cruz; colocaron escaleras juttto a ellá; el go~

bernador, con larga capa negra y sombrero de fieltro, subió :pDr el ladO' derecho apoyándose en la 'cruz,. con

un martillo y un clavo grande de plata en las ',ma– nos; otro indio dignatario subió del otro )ado, mien~

tras que los sacerdotes elevaban la imagen por ,el' fren– te la cual tenía las f~cciones cadavéricas, con gotas de

sangre en las mejillas, con los. brazos y las piernas movibles y con una herida abierta manando sangre, en el costado. Lo colocaron· de espaldas a la cruz, con los brazos extendidos, clavándole las manos y.los

pies~ retiraron las escaleraS y_ de este' modo la ima–

gen' 'de Cristo quedó. puesta en, la cruz.,'

, Terininada la ceremonia salimos de la iglesia y

pasa'mos dos o tres horas en visitas. La población

bl~nca era poca, -pero igual en caráctet'. a la del 'resto de la lepública, y no habia una sola fam~lia respeta~

ble~ que no' estuviera aflfgida por los ultrajes de Ca– nera Nosotros no nos dimos cuenta de lbs efectos ,de' esta atrocidádsl:no' hásta que l~e~amO$;~ los circu– las, dOJ:nésticos. El dolor, de' las niujeres cuyos fami~

liares habían sido' a_sesÍI;lados u o~li~dos a huír sin

r ul)ibo #io, podrá 'éompr~ndetlo sólo quien conozca el corazón de la mujer . , . ..

Se me aconsejalJa qUE1 visitara, a. la viuda d~ Mo– liria Su espos'o apenas contaba treinta y cinco años de

edad y su muerte' en cualquier circunstancia ha–

brÍa' sido lamentada hasta por sus ehémigos. politicos Sentía yo un ,profundo,interés por, quien había pasado por tan d.-olotos~s escenas, pero me detuve ell.la puer– ta de-la casa pensando que·18. visita de un extranjero no seria op()rtun~ en _tales circunstancias. ' Por la tarde volvimos a sentarnos, COn la munici. palidad en la·; iglesia para asistir al· descenso de la cruz. 'El espacioso "edificio se encontraba henchicio de gente hasta sofocar, cubriendo todo el piso una den~

sa masa de mujeres arrodilladas, cOn tocados en for~

ma di{tulbantes ~n la cabeza y niños llorando' en las espaldas, excitada la imaginación al .contemplar la sangdénta irriagen en la cruz;. pero' ent~e toda esa mUltitud no fué posible encontrar un solo rostro inte– lesante. Un sa.cerdote flaco y espantosamente pálido subió al púlpito y con una yoz que repercutüi por todo el edilicio, -pronunció enfáticamente un sermón de la pasión. Muy pocos de los indios comprendían ni si– quiera el idioma, y además los chillidos de los niños

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