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« Previous Page Table of Contents Next Page »por haberse enredado enb e los arbustos Al momento bajamos hasta cUa, le cogimos la cabeza que estaba vuelta hada la orilla, y por medio de fuertes cuer_ das la sacamos hacia afuera; pero estaba magullada
y estropeada, y apenas podía bambolearse bajo su carga Continuando a lo largo del cerro, azotados por fuertes láfagas de viento, bajamos otra vez por un río, caminamos por alguna distancia a lo largo de su orilla, y pasamos una vereda que subía por el lado de la montaña a la derecha, tan esc81pada que yo no creía que pudiera ser nuestro camino, y dejándo_ la por un lado, tuvimos que 1 egresar. Esta fue la as– cención más empinada que hasta aquí habíamos te_ nido en el país Era una crueldad obligar ami va_ liente macho a subir por esta senda; pero todo el día me había atormentado un fuerte dolor de cabeza y no JJOdía anf']ar a pie; así que seguí adelante ha_ ciendo las viradas mejores que podia y parando. cada vez que cambiaha de dirección. Sobre la cumbre se desplegó a nuestra vista uno de aquellos, grandiosos
V magnificas panoramas que, cuando nos hubimos en.,... jugado el sudor y recobrado el aliento, :;;iempre nqs
indemnizaba de nue~tra fatiga. Este era ~l,. terreno más elevado en que hasta ahora nos habíami>s hallado.
En nuestro derredor había un océano de montañas,
y espiando por encima de ellas, pero tan pequeñas
tomo para o:lr un pleno efecto a nuestra inmensa ele_ vación, se hallaban las cónicas puntas de dos nuevos
volcanes La superfi<'Íe era de- roca caliza en inmenso
estrato, con cualZO, ~n uno de cuyos pedazos encon_ tramos upa :partícula de oro. Aqui otra vez, en este vasto desierto de montañas, sumergidos en las en_
trañas de la tierra, están aquellos repasita/ios de
preclosos minerflles por los que millones de millones en todo el mundo trabajan, negocian, imploran y tram_ pean diariamente.
Continuando por este cerro, salimos sobre una cstribaciól1 ddminand9 una vista. a lo lejos abajo de nosotros, qe un valle culiiva,do. y del pueblo de San
Sebastiano ,Descendidos hast:;! el valle, dejando el pueblo a nuestra de:recha, cruzamos la estribación, y miramos ~] fin lle, nuestra jornada de ese día: laciu_ dad de GÜeguefenango,· situada en un extenso llano, con un clima suave, fecunda en, producciones trot'i– cales, circundaba por inmensas montañas., y al frente de nosotros la gran Sierra Madle, el bal.uarte natural
de Centr:o Amérjca, cuya. grandiosa y magnífica pers_ pectiva er;él perturpaba solame~te por la penosa, consi_ deración C\e que teníamos que atravesarla Mi macho, acostumbrado a las llanuras de Costa Rica, hacía tiem_ po que parecía embrollado en sabe,t" para qué servi...,. rían la~ montañas; si. él hubíera podido hablar, habría exclamado con angustia:
HHUJs peep o'er hiUs; and .t\ip$ on Alps arise"
Nuestra jornada del día no fue sino de veinti– siet.;;- millas, pero fue más ,fatigosa para los hom_ bres y la~ bestias que ninguna de a sesenta desde ijue salimos de Guatemala Cabalgamos para el in,..
terior de la 'ciudad, plaza principal del último dis_ trito de Centro América y del antiguo reino del Qui__ ché Estaba bipn edificada, con una gran iglesia o plaza. y otra Vez una turba de mestizos se hallaban empeñados en su ocupación favorita de la riña de gaIl'ls A medida que caminábamos atravesando la
plaza, sonaba la campana para las oraciones vesperti_ nas El pU';~blo cayó de rodillas. y nosotros nos qui_ tamos los" sombreros. Nos apeamos en casa de don Joaquín Monte, un viejo español de alta consideración,
por quien fniIn{ s hopitalariamente recibidos, y que; aunque cenV:ali&ta, con motivo de cierto asunto de sus hijos, :e nahían saqueado su casa en Chiantla los soldados de Carrera Sus hijas se vieion obligadas
a refugiarse. en la iglesia, se le quitaron cuarenta o
cincuenta mulas de su hacienda A poco rato reci_ bimos la vi8ita del corregidor, quien había visto anun– ciado nuestro proyectado viaje en el periódico oficial,
y nos tratG con la consideración debida a personas especialmente recomendadas Por el gobierno
Llegamos a Güegüetenango en una desastrada con_ dición Nuestl as mulas de carga tenían el lomo tan desollado que era aflictivo el ocuparlas; y el caballo no estaba en mejores condiciones Bobón. al andar descalzo sobre d camino pedergoso, se había magu– llado la planta de uno de sus pies de tal modo que estaba inc~pacitado, y esa noche la excesiva cena de Juan le provocó una indigestión Era él un tremendo gloton;· POl d camino ningún comestible estaba se_ gmo Le teníaroos rencor por el hUl to de nuestro pan dejándonos ater:idos a las tortillas, y no nos afligía el verlo boca arriba pero él se rodaba sobre el piso del corredor, gI"itando ruidosamente, como para per_ turbar a todos tos de la casa, H¡Voy morir!" ¡¡¡VOy
morir!" Era un duro sujeto algo renuente para Some_ terse a trahmtento; pero nosotros procedimos con energia y logramos hacerlo descargar
A mas de nuestras dificultades inmediatas, supi_
mos de o ras en per~pectiva A consecuencia de la
muchedumbri: df' emigrantes de Guatemala para Mé_
:dco, ninguno era admitido ,en ese territorio sin un
pasaporte de Ciudad Real, la capital de Chiapas, a
cuatro o cinco días de, camino de la frontera La fron–
tera era una larga ]fnea de río en medio de un de–
sierto, y habia dos caminos, el más bajo muy poco transitado por motivo de la dificultad de atravesar los ríos, 'mas el' aquel. tieJ;npo .pasable. Sin embargo,
como nosotros iutentábamos, de todos modos, detener...,.
nos en este lugar con el propósito de visitar las 1 ui..,.. nas, pospusimos nuestra decisión hasta para el si_ guiente dí.
En la mañana siguiente don Joaquín nos contó del esqueleto' de un enorme animal, que se supon~a ser de un mastodonte, el cual habia sido hallado en las inmediaciones AlgunOS de los huesos se habían re_ cogido, y estaban ahora en la ciudad, y habiéndolos visto" tomamos un guía y nos fuimos ai sitio donde habían, sido descubiErtos; sobre las riberas del río Chinacá, como a media milla de distancia. 11!n est~
tiempo el río e~taba bajo, pero el año anterior, au_ meritado por las inmensas crecientes de la estación lluvlOsa, había roto su
cauce, arra"strado su borde iz_ quierdo, y dejado al descubierto un lado del esqueleto La orilla era perpendicular, como de treinta pies 'de elevación, y, el animal había sido sepultado. en posi...,. cióI1 vertical A más de los huesos que estaban en la población, algunos habían sído arrastrados por la inul1-'– dación y otros I!ermanecÍan incrustados en la tierra; pero la' impresión de todo el animal, de 'veinticin~o a treinta piof'S de largo, ~ra claramente visible. Se nos dijo que co)no a ocho leguas más arril:)a, a la orilla del
mismo río: se
habia descubierto el esqueleto de un animal mu('l~o más gl~ande.
Por la tard~ nos fuimos a. caballo a las 1 uiilas, a las que en el pueblo se las llama las 'cuevas Están situadas como a media l~gua de distancia, .Babl e una magnífi.ca pl~nície, círcundada a lo lejos por elevadas montañas, entre las cuales se encuentra la gran Sierra
~adre . El sitio de ]a antigua ciudad, como en Patinamit
y Santa Cruz del Quiché, fue escogido por su segurL dad contl a los enemigos Estaba rodeado por un ba– rrancho, y el calácter general de las ruinas es el mis_ mo del Qu!ché. pero la mano de la destrucción ha caí_ do sobre ellas más pesadamente. El todo forma un
contuso montón . de fragmentos cubiertos de yerba
Los pnnclpales restos son dos estl ucturas piramidales en esta forma . Una de ellas mide en la base ciento dos pies; las gra_
das son de cuatro pies de alto por siete de fondo, ha_
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