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« Previous Page Table of Contents Next Page »CAPITULO 19
UNA VOZ DE LAS RUINAS - COMPRANDO PAN - LLEGADA DE LOS PADRES - EL CURA DE PA– LENQUE - JUEGO DE BARAJA - EL DlA DOMINGO - LA MISA - UN ALMUERZO - RECUERDOS DE LA PATRIA - COSTUMBRES EN LA COMIDA - REGRESO A LAS RUINAS - UN CAMBIO NO– TABLE - UN TRUENO ESPANTOSO - UN TORBELLINO - UNA ESCENA DE LO SUBLIME
Y LO TERRIBLE.
Al tel cer día oí desde las ruinas una VOZ quej um– blDBa Juan habia volcado la manteca, y se había de–
l ramada hasta la última gota La suplicante cal ta que
lecibí despelt6 todas mis sensibilidades; y, olvidándo–
me de todo en la emergencia, me precipité adonde el alcalde y le dije que un cel do tenía que molir El al–
calde p'uso dificultades, Y hasta el día no puedo dmme
cuenta del por qué me ocultó un hecho del cual ~l ha
de haber tenido conocJmiento, es decir, que esa ffils:na
noche matalÍan un puel co Muy tempumo a la mana– na siguiente ví pasar a un muchacho con algunos pe_ dazos de carne de mauano, lo llamé, ~ él me guió a una choza en los suburbios, donde no mas que ayer el a la vivienda del infortunado cuadrúpedo Conseg,uí. la POI ci6n de algún honrado ~alenquiano, ":t regrese, f~
liz y convencido de que harIa a ohos felIces Ese dla fué memorable, también, por otro poco de buena for– tuna, pues llegó un cqrreo de Ciudad Real con despa– chos pal a Tabasco, y una carga de pan 120,1' cuenta pI 0–
pia Tan pronto con:o me lleg6 l?- noh~la, man~e ~n
mensajelo pala negocIar toda la eXIstenCIa DesgIacta– damente eIa pan dulce, hecho en figura de Iombos, de
1 uedas y de ohas caprichosas fOlmas, como de ~os pul– gadas de lalgo y una de glueso, para ser comIdo con chocolate, Y aquella detestable manteca se filflaba fuera de la costi'a No obstante eso, era pan; Y po– niéndolo con cuidado sobre una mesa, con un queso fl esco pr oducto de nuestra vaca, me acosté por la no– che l1~no del gozo que la mañana difundiría sobre las ruinas de Palenque; pero, ¡ay! todos los cálcylos huma– nos son inútiles Durante mi primer sueno fuí des_ pertado por un fuerte trueno y descubrí un enorme g~
to sobre la mesa Mientras que mi bota volaba haCIa él de un salto llegó al muro y desapareció bajo el ale– ld del teiado Me dOlmí otra vez, regresó, y las con– secuencias fueron fatales
Los padres eran pausados para moverse, y después de mantener al pueblo en estado de excitación dU1an_ te tres días esa mañana hicieIon una entrada triunfal, escoltados por los vecinos y con un tren de más de cien indios, conduciendo hamacas, sillas V equipaie Los pueblos de Tumbalá y San Pedro habían levantado dos o tr escientos hombres, y éstos los habían transpor– tado sobre sus espaldas y hombros hasta Nopá, donde fueron encontrados por una diputación de Palenque v conducidos al pueblo Es una cosa glOl iosa en aquel país el ser "padre", y la posición más inmediata a la de ser lepadl e" uno mismo es la de ser amigo del ('P3– (he" Por la tarde los visité, nero después de las fa– tigas del viaie todos estaban durmiendo, y los indios ahededor de la puerta hablaban en voz baja para no pertl,ll barlos Adentro había enormes montones de e– quipaie, que mostraban el prudente cuidado que los buenos eclesiásticos tomaban por sí mismos Ter mi– nada la siesta, muy pronto aparecieron, uno en pos de otro vestidos, o mejor dicho en ropas de casa difíciles de describir, pero ciertamente de ningún modo cleri– cales, y ninguno tenía levita o chaqueta Dos de ellos elan los curas de Tumbalá y de Ayalón, a quienes ha– bíamos visto en nuestro viaje El tercero era un fraile fr anciscano de Ciudad Real, y habían llegado expresa– mente par a visitar las ruinas Todos habían sufrido severamente con el viaje El cura de Avalón era di_ putado al Congreso, y en México se le habían hecho mu~
chas preguntas acerca de las ruinas, bajo el supuesto
de que estaban en su vecindad, cuya eU ónea suposición mencionó con una sentida leferencia hacia las intel_ puestas montañas El padle de Tumbalá era un joven de espelanza, de veintiocho años de edad y pesaba en ese tiempo ahededOl de doce stone, o Sean doscientas cuarenta liblas un pesado fmdo para llevarlo de un
l~do a otro por semejantes caminos como los que ha– bIan atravesado; pelo el ilaile dominico suflió más y estaba sentado de lado en una hamaca, con el chal~co
abier to, limpiándose el sudor del pecho. Todos ellos eran hOJ!1bres inteligentes, y, en verdad, la sola cir– cunstancIa de hacer un viaje con ningún otro objeto n;ás. que visitar las ruinas, era un indicio de la supe_ nOlldad de su carácter. Al diputado lo habíamos visto al pasar por su pueblo, y entonces quedamos impresio_ nados ~e sus amplios conocimientos, y pal ticularmente de su fIrmeza de carácter El había tomado una pal–
t~ activa en todas las convulsiones del país desde el tIempo de la 1 evolución contra España, de la que había sido un instigador, y desde entonces, para escándalo del paltido de la iglesia, se mantuvo corno liberal' ha– bía hecho de soldado tan bien como de sacerdote' rin– diendo su ensangrentada espada después de una 'bata_ lla pala recibir la confesión al herido y al mOlibundo herido por dos veces, una vez tenido por muerto y talll~
bién destenado en Guatemala; y con el gradual resta_ blecimiento del pal tido liberal, restituido a su puesto y
envi~do como diputado al Congl eso, donde muy pr onto habna de tomar parte en nuevas convulsiones No de– jaron de asustarse algo con las historias de los zancu_ dos, insectos y reptiles en las ruinas, y particularmen_ te con lo que habían oído del estado de mi pie
Mienb as que estábamos tomando chocolate entró el cura de Palenque Cuando llegamos la primera vez él se hallaba ausente en otro pueblo que tenia a su car_ go, y yo no 10 había visto antes Er a más raro en su apariencia que cual9uiera de los otros, muy alto, y sin duda con cuaho qUIntas partes de su sangre En rea_ lidad, si yo lo hubiera visto en traje de indio, y al pre– sente ya el lector sabe cual es, lo habría tomado por un l/puro", o sea indio de legitima descendencia Su vesti– do era tan poco clerical como su apaliencia, el que con_ sistía en un sombrero de petate con el ala levantada por delante, por detrás y a los lados, como para formar cua_ tro esquinas regulares, con un ancho listón de raso azul como cinta, ambos manchados por la larga exposición al viento y a la lluvia Debajo de éste había una cami_ sa listada a cuadros, una vieja bufanda de seda azul con listas amarillas, una chaqueta layada, chaleco ne– gro y pantalones hechos de cotí, a los que les faltaban 2 pulgadas para llegar hasta el chaleco, terminando toda la alta figura por abajo con zapatos de ante amarillo Pero bajo esta apariencia extravagante existía unasen_ ciIIez y cortesia de modales, y cuando habló, su rostro
1 esplandecía de bondad. La recepción que se le hizo manifestaba la buena voluntad que existía entre los ('padres l
'; y después de un rato de general conversa– ción, fueron removidas las tazas de chocolate, y uno de los padres se fué a su cofre, de donde sacó una bara_ ja, que colocó sobre la mesa Dijo que él siempre la llevaba consigo, y que era muy agradable viajar con compañeros que, donde quiera que parasen, pudieran tener una jugada por la noche Los naipes evidente_ mente habian prestado mucho servicio, y hubo algo de Ol denado y sistemático en los arreglos preliminares,
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