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« Previous Page Table of Contents Next Page »que mostraba el efecto de los hábitos metódicos y de una casa bien disciplinada U:Q. indio viejo sirviente colocó sobre la mesa un puñado de granos de maíz y
un nuevo mazo de papel para cigarros Los granos de
maíz se valuaron a medio cada uno Yo rehusé el a_ gregarme al juego) y entonces uno de los reverendos padres se quedó alejado para convelsar conmigo, y los otros tres sentáronse a jugar monte, tomando todavía parte en la conversación Muy pronto se quedaron abs– traídos y yo los dejé jugando tan seriamente como si las almas de los inconversos indios estuvielan en la a~
puesta A menudo habia yo oido la malévola obser– vación de los extranjeros, que en aquel país no podían juntarse dos padres sin jugar ~ los naipe~, pero est~ fué la primera vez que la ví confIrmada; qUlz3S (me SIento culpable al expl esarme así) porque, salvo en ocasiones públicas, esta fué la primera vez que yo ví a d.os 'pa~
dles juntos Antes de separarme de ellos me mVlta~
ron a almOlzar en su ~ompañfa al día siguiente, y al re– gresar a mi propia mOlada encontlé que don Santiago, el caballero que les daba comida, y, después del prefec. to el vecino principal, me habia visitado con una pal e _ cicla invitación, la que no es necesario que lo diga qUe acepté
El siguiente día era domingo; la tormenta de ]a no_ che se había disipado, el aire era suave y fragante, la yerba estaba verde, y, no teniendo necesidad de viajar, sentí lo que asegUlaban los nativos: que las mañanas de la estación lluviosa eran las más espléndidas del año Fuá ese un gran día para la pequeña iglesia de Palen_ que Los cuatro padres estuvieron allí, todos con sus sotanas y 80bl epellice8, ayudando todos en las ceremo– nias y los indios de cada una de las chozas del pueblo
l1eg~ron a misa Concluida ésta, todos se 1 etiraron, y a los pocos minutos la aldea quedó tan silenciosa como siempre
A las doce del día me encaminé a la casa de don Santiago para el almuerzo Los tres padres foráneos se encontlaban alU, yJa mayor parte de los convida~os
estaban reunidos Don Santiago, el hombl e más rlco de Palenque, y el mayor comerciante, nos lecibió en su tienda o almacén, que ela simplemente unos cuantos.es– tantes con un mostrador frente a ellos en una esquma, toda su existencia de melcadetias valdría quizá veinte o treinta dólares; pero don Santiago era un h~mbre de muy diferente estilo de uno de aqUellos que tIenen tal negocio al por menor en este país o en Europa, de mo_ dales corteses e inteligente para aquellas tierras; estaba vestido con pantalón blanco Y rojas chinelas, una lim_ pia camisa con pechera bordada, y tirantes, que proba– blemente le costarían más que todo el resto de su indu– mentaria, y que no podían esconderse debajo de la cha~
queta ni del chaleco. En este lugar, que ante~ me ha– bía parecido tan aleJado del mundo, estuve mas direc_ tamente en contacto con la patria que en n;ngu~o de los que visité La silla en que me ..senté ~rocedla .de Nueva York; lo mism_o que un pequeno espeJo, dos pIe_ zas de telas de algodón americanos, y el resto de una caja de fideos, de cuya existencia en la plaza yo no ha– bía tenido antes noticia Las más estrechas relaciones de los habitantes con el extranjero eran con Nueva York por el puerto d, Tabasco Ellos conocían a un hombre emparentado con una familia en el pueblo, que Ihabia realmente estado en Nueva York; y un baiTil de harina de dicha ciudad cuya sola mención despertó mis ansias habia en otro tiempo llegado al lugar En efec– to Nueva York les era inás familiar que ninguna otra pat te del mundo exc~pto la capital Don Santiago te_ nía un ejemplar del viaje de Zavala a los Estados Uni_ dos el que, salvo unos pocos volúmenes qe las vidas de los 'santos, formaba su 'biblioteca, y el cual se sabía casi de memoria; y estaba tan al corriente de nuestra histo..; lia política como para saber que el General Washing~
ton ya no era presidente, sino el General'Jacksón
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El padle de Tumbalá, el de las doscientas cuaren–
ta libras de peso, ten4a algo de elegancia en el vestir para aquella tierra, y había llevado consigo su violín
El tenía curiosidad por saber el estado del arte musi– cal en mi país, y si el gobierno apoyaba buenas compa– ñias de ópera; lamentó que yo no pudiese tocar algunos
aires nacionales, y se divirtieron él y la compañía COIl'
varios de los suyos.
Entre tanto el ¡>adle de Palenque no habia llegado todavía, pero, después de haber sido enviado a llamar por dos veces, se hizo presente El almuerzo era suyo en realidad; pero, con motivo de la falta de comodida_ des en el convento por su descuidado manejo de la ca– sa, fué dado por su amigo don Santiago en su nombre, y la respuesta del muchacho a quien enviaron a llamar– lo fué que él se habla olvidado enteramente del asunto
Por lo excéntrico y olvidadizo se le podría haber consL del ado como un genio aunque él no hizo ostentación de eSe carácter, Don Santiago nos contó que una vez fué
a la casa del padre y encontró en el interior una vaca con su ternero; el cura, en gran perplejidad, se discul–
pó, diciendo que UO había podido evitallo, que habían insistido en entrar; y consideró que era una excelente idea cuando don Santiago le sugirió que los sacaran pa_ ra afUe13
Tan pronto com9 apareció, los otros padres lo ri– culizaron por su olvido, el cual ellos insistieron en que era fingido; le habían ganado diez y seis dólares la no– che anterior y le dijeron que tenía rriiedo de llegar Les respondió, en el mismo tono, que ya estaba arrui– nado Le ofrecieron el desquite, e inmediatamente fué desocupada la mesa, se extendieron sobre ella las car– tas y los granos de maíz como antes, y mientras el padre de Tumbalá tocaba el violin, los atlas bes jugaban monte. Como era día domingo, en algunas partes es– to se hablía considerado algo fuera del orden, a lo me_ nos, al hacerlo así a puertas abiertas se pensaría que ela sentar un mal ejemplo para los niños y sirvientes, y, en efecto, considerándome yo mismo bajo un pie al_ go amigable, no pude evitar el decirles que en mi país todos ellos serían expulsados de la iglesia El padre congresista había encontrado en México a un inglés que le dijo la misma cosa,y también la manera de gU31 dar el domingo en Inglaterl a, lo que todos ellos pensaban que debía ser muy aburrido
Quizá con menos fundamento que éste, todo el clelo hispano-americano ha sido de vez en cuando de– nunciado como una banda de jugadores sin principios teligiosos, pelo yo conservo un recuerdo demasiado cá–
lido de sus muchas bondades para colocarlos en este punto de vista Todos ellos eran hombres inteligentes y buenos, que en cualquier caso desearían hacer más bien qUe mal; en asuntos relacionados con la religión eran de los más respetuosos, trabajaban diligentemen– te -en su vocación.. y eran irl eprochables entre su pue– blo Por costumbre y educación no consideraban que
estuviesen haciendo mal Por mi agradable trato con ellos, y mi lespeto a sus muchas y buenas cualidades, de buena gana los salvaría de las acusaciones que pu– dielan ser lanzadas en su contra, de no ser dignos del cargo que desempeñan En todo caso, 10 cierto es que el almuerzo se demoró, y todos los convidados estuvi_ mos espelando hasta que terminaron su juego de ba– raja
La mesa se preparó en una casa vecina desocupada Todos los hombres blancos del pueblo, con excepción del prefecto y el alcalde, estaban presentes El pri– mero se había ido a su hacienda, y el segundo, por las fisgonas referencias que hizo de eHa, supongo que no
est~ba invitado En total eran. ellos quince o diez y seis, y yo fuí conducido al puesto de honor a la cabece– la de la mesa Me resistí pero los padres me senta_ ron por la fuerza Después qU.e los caballeros estuvie_ ron sentados, se vió que, estrechándose, habia lugar para algunas señoras, y cuando se completaron los a– rreglos para la "mesa, fueron ellas invitadas a tomar
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