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dios , de frágiles y pelecederos materiales y, como en Menfis y Tebas, hayan desapalecido totalmente, la ciu– dad puede haber cubierto\una extensión inmensa

El lector tal vez se encuentre contrariado, pero no. sotros no Ahí no habla necesidad de asignar a la du– dad en ruinas una inmensa extensión, o Ulla antigüe_ dad contemporánea de los egipcios o de cualquier otro antiguo y conocido pueblo Lo que teníamos frente a nuestlos oios era grandioso, ralo y muy interesante Aquí se hallaban los lestos de un pueblo adelantado, culto y singular, que babía pasado por todas las etapas

COl respondientes al levantamiento y decadencia de las naciones; llegado a su edad de oro, perecido y hoy en– teramente ignoradQ. Los eslabones que lo unielon a la familia humana estaban lotos y perdidos, y estos eran los únicos recuerdos de su pasb sobre la tiena Nasa–

has vivimos en el derruido palacio de sus leyes; subi– mos a sus desolados templos y caídos altal es; y POI

donde quiel a que nos movímos notamos las evidencias de su buen gusto

l

de su pericia en las al tes, de su opu– lencia y de su poderío En medio de la desolación y de la ruina volvimos la mirada hacia el pasado, despeja– mos la sombría selva y nos imaginamos cada edificio pel fecto, con sus terrazas y pil'ámides, con sus orna– mentos esculpidos y pintados, grandiosos, sublimes e imponentes, Y dominando una inmensa llanura habita– da' hicimos volver a la vida al extLaño pueblo que nos

co~templaba con tristeza desde los muros; nos lo ima– gJnamos en fantásticos vestidos y adornados con pena–

chos de' plumas, subiendo a las tenazas dei palacio y

por las gradas que conducen a los templos, y a menu..

do nos imaginamos una escena de única y esplendOl osa belleza y magnificencia, dando vida a las Cl eacioues de los poetas 01 ientales, el verdadero punto que la fanta_ sía podda haber elegido para el I'Happy Val1ey" de

Rasse)as En el romance de la historia del mundo, ja– más me implesionó nada más fuertemente que el es– pectáculo de esta en Un tiempo grande y helmosa ciu– dad, trastornada, desolada y perdida; descubielta pOl

casualidad, cubielta de ár_boles por millas en deuedol',

y sin ni siquiel a un nombre para distinguirla Apar– te de todo 10 demás, ella el a un doliente testigo de las mudanzas del mundo

HNations melt

Flom Power's high pinacle, when they have feH

The snnshine for a while, and downwald go1J,

Como en Copán, no haré ninguna conjetura con lespecto a la antigüedad de estos edificios, sólo haré notar que a una distancia de diez leguas hay un pueblo Barnado Las T1es Cruces, por tres cruces que, según la tradicióll, eligió COl tés en aquel lugar cuando efectuó su conquistadora marcha desde México hasta Bondu– las POI el Lago del Petén Cortés, entonces, debe ha–

ber' pasado a veinte o treinta millas del lugar ahora Barnado Palenque Si esta hubiera sido una ciudad ha– bitada, su fama debía haber llegado a sus oídos, y pro– bablemente él se habria desviado de su ruta para so– juzgarla y despojada Por consiguiente, parece razo– nable eJ suponer que ésta se hallaba en aquel tiempo ciesolada y en luinas, y que hasta su recueldo se había perdido

CAPITULO 21

PARTIDA DE LAS RUINAS - MAL CAMINO - UN ACCIDENTE - LLEGADA AL PUEBLO - UN A– COMPAJ'íAMIENTO FUNEBRE - NEGOCIACIONES PARA I,A COMPRA DE PALENQUE - HACIENDO MOLDES _ SALIDA DEFINITIVA DE PALENQUE - HERMOSA PLANICIE _ NIDOS COLGANTES DE PAJAROS _ UN SITIO - AVENTURA CON UN MONSTRUOSO MONO - HOSPITALIDAD DE LOS PADRES _ LAS PLAYAS - UNA TEMPESTAD - ZANCUDOS - UN JOVEN COMERCIANTE - CAI-

nIANES - O-TRO ENTIERRO - CEREMONIAS DESAGRADABLES

Entre los indios que l1egalon pala acompañalnos al pueblo estaba uno a quien no habiamos visto antes,

y cuyo 1 ~Stl o daba un notable parecido a los delinea– dos sable los muros de los edificios En genelal las caras de los indios eran de un carácter entelamente distinto mas él podía ser tomado por un descendienle directo ~le la raza desaparecida La semejanza era qui–

puramente accidental, pero nosob.os estábamos an. siosos de conseguir l?U retrato El era, sin embalgo,

muy tímido, y no quelía que lo retrat81'an M1 Cather.

wood además estaba cansado, y en la confusión de la

remo~ida dife{imos el asunto bajo su promesa de acel– carse a nosotros en el pueblo, pero no pudimos atl a-parlo otra vez . , ,

Dejamos atlás nuestros utenslllos de cocma, con– sist.entes en tL'es piedras que Juan puso juntas el pli– mel día de nuestra lesidencia, vasijas de bmro y cala– bazas y también nuestras camas, a beneficio del pr6– ximo 'visitante Todo aquello susceptible de daño POl

)a hUJaedad estaba hell'umblOSO o mohoso, y en una

1 uinosa condición; nosotros mismos no estábamos mu–

ellO mejor, y con nuestras ropas en la espalda todavía húmedas, nos despedimos de las 1 uinas Eramos feli– ces cuando llegamos a ellas, pero nuesb o gozo al aban– donarlas rebosó los limites de la discl~eción, y por fOl– tuna pal a el lector, no pasaron mucho más allá de la

pl ünera Hnea:

C(

Adiós, Las Casas de Piedra"

El camino estaba peor que en cualquier otro tiem-

po, las cOl'rientes de agua se habían convertido en ríos y a lo 1m go de las riberas habia eScat padas y estrecha~

ramblas, muy difíciles de pasar En una de éstas, des_ pués de intentar el ascenso con mi macho, desmonté

MI Cathel wood se hallaba tan débil que permaneció sobre el lomo de su mula; y después que ya había cru_ zado, iustamente al llegar a la cumbl e, le faltalon las fuerzas a la mula, y cayó hacia a11 ás, dando vuelta den_ tro de la corriente con Mr, Catherwood debajo de ella Pawling venia atrás, y en el preciso momento había en–

hado en la coniente y s~.1tó en el acto para desemedar a Mr eatIlel wood, ileso, pero muy desmayado, y, como se vió obligado a caminar con sus ropas mojadas, tuvi– mos grandes aplensiones por él Por fin llegamos al pueblo, en donde, exhausto por la dura y continuada labor, se dió por vencido entelamente, y Se fué a la ca– ma V al botiquín Por la noche casi todos mis amigos

del convite llegalon a vernos AqueJ dla hab!a1ilOs he– cho intimidad Todos lamentaron el que hubiéramos tenido tan infOl tunado tiempo en las 1 uinas, admirán– dose de cómo habíamos vivido en medio <le él, y se ma–

nifestaron de Jo más bondadosos en ofrecelnos sus ser– vicios El cura se quedó basta después de los otros, y

se fuá a su casa con una linterna, en medio de una de aquellas espantosas tOlmentas que casi nos habían ate– rrado en las ruinas

El día siguiente e18 otra vez domingo Ela mi ter_

cer domingo en el pueblo, y otra vez era enfáticamen– te un día de descanso. Por la tal de hubo una t1iste in_ tarrupción para él sosiego del lugar con el entierro de una muchacha india, en un tiempo el orgullo y la be-

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