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« Previous Page Table of Contents Next Page »chse a otros países, que fueran inspeccionadas y estu– diadas pOI hombres cientificos y que su origen e his–
toria quedasen establecidos Fuera de eso, él tenía ]a idea que aún quedaban inmensos descubrimientos POI
hacer y tesoros por hallar, y estaba ansioso de una to– tal expIOl ación, en la cual él mismo coopel aría Las dos tabletas que yo pretendía comprar eran altamente apreciadas por sus duefias, pero él pensaba que podrían asegurarse comprando la casa. y ya lo autoricé para comprarla a un precio fijo determinado de antemano En mis muchas conversaciones con el prefecto ha–
bla yo mencionado el asunto de sacaJ' moldes de las
tabletas Lo mismo que todos los otros empleados pú– blicos con quienes me encontré, él suponía que yo ac– tuaba por encargo de mi gobierno, cuya idea fué sus–
tentada por tener a mi servicio a un hombre del carác– ter y apal iencia de PawUng, aunque cada vez que yo ponfa la mano en mi bolsillo tenía la viva sensación de que el caso era muy de otra manera En el asunto de los moldes él ofreció toda su ayuda, pero no había yeso
más cerca que en la Laguna o Campeche, y tal vez ni
allf Nosobos habíamos hecho un expel'Ímento en las l uinas cogiendo en el rio una gran cantidad de caraco– les y quemando las conchas, pero no dió resultado El nos contó de cierta piedra caliza en las inmediaciones, pero ésta no servía Pawling no sabía nada de mode–
1 ación Nunca antes se le había ocurrido tal idea, pe– 10 estaba bien dispuesto a poner manos a la obra MI'
CatItel wood, que había estado encerrado en Atenas du–
1 ante la ¡evolución griega, cuando ésta fué sitiada por los turcos. Y que en prosecución de sus estudios al tfs– ticos babía por fuel za tenido que hacer moldes con sus propias manos le dió instrucciones escritas. y quedó convenido que' cuando él regresara con las credencia– les de Mr Russell traerla yeso, y, en tanto que los procedimientos para completar la compra estuvieran pendientes, se ocuparía él mismo en esta nueva rama de negocios
El cuatro de Junio hicimos nuestra salida definiti– va de Palenque Don 'Santiago me envi6 una carta de despedida, incluyendo, conforme a la costumbre del pais un 1 etazo de seda, cuyo significado no-entendía, pere: supe que quelÍa decir "en prenda de amistad", al cual correspondí con un cortaplumas El prefecto se mosbó bondadoso y cortés hasta el final, aun el viejo alcalde, que sacaba un pequeño benefici? diario de no– nosotros se enterneció Todos los habItantes varoneS del luga~' llegaron a la casa a despedirnos y a manifes–
tal nos su deseo de que volviéramos, y antes de partir dimos una vuelta para decir adiós a todas sus muje– res: pueblo bueno, bondadoso y tl'anquilo, libre d~ to– das las inquietudes perturbadoras. y que sólo aspira a
una existencia inalterable, en un lugar del cual Se me habia hecho creer que era una mm ada de salvajes y
ncno de peligros.
con eL o01eto de acompañarnos, el cUt a habla dl~
puesto una visita de dos dias a su hacienda, que se ha– llaba en nuestro camino. Pawling continuó Con noso– tros con el propósito antes mencionado, y Juan de 3–
eneldo con nuestro contlato Yo había convenido con
él en regresarlo a Guatemala Metido del todo entre exhanjeros. se hanaba en )0 absoluto en nuestro po– der, y nos seguía ciegamente; pero con grandes lecelos pleguntó al padre que para dónde 10 llevaríamos Su impresión el a que él estaba en camino para mi país,
y ahl igaba muy pocas espel'anzas de ver jamás de nuevo a Guatemala
Al salir del pueblo inmediatamente entramos a una hel mosa llanura, pintoresca, ornamentada con árboles, que se extiende por cinco o seis días de viaje basta el Golfo de México El camino era muy lodoso, pelO, a– hiel to al sol por la mañana, no estaba tan malo como temlamos En .]as orillas de un trecho de arbolado ha– hia ál boles 1 aros, con un tronco alto, la corteza muy lisa, y las ramas festonadas con nidos colgantes de pá-
jalaS El pájalo .llamábas.e: la jagna, y hacia en este ál–
bol su ~ido, segun nos diJo el padre, para evitar que las selplentes ataca~en a los pichones. El cura, a pe– sar de su extlaña flg1Ua, y de una vida de incidentes y peligros, era casi u~a ~ujer en la voz, en los modales y en los gustos y senbmlentos Había sido educado en
la capital, y enviado como penitencia a este leBrada cu–
1 a!o La viSita de los l'adl'es habia interrumpido por prunera vez la monotoma de su vida. En las agitacio– nes políticas de ]a capital, se había hecho abouecible al gobierno eclesiástico por sus opiniones liberales pero incapaces, como él dijo, de encontrar en él ningu~
na ofensa tangible, sus supellores le habían imputado el cargo de profanar el sobrepelliz, fundados en la Cll–
cUllstancia de que, en tiempo del cólera cuando sus p1ójimos estaban a su alrededor en las ~gonias de la muerte, al inclinarse sobre sus cuerpos pal a admjnis– trarles el sacramento, su sobrepelliz se había ensucia_ do con saliva de la boca de un hombre moribundo Por
esto había sido condenado a penitencia y oraciones, des_ de la media noch~ hasta el amanecer, durante dos años en la catedral, prIvado de una buena vicaría y remiti– do a Palenque.
A las dos y media llegamos a su sitio o pequeña hacienda Temerosos de la lluvia de la tarde nosotros hubiélamos continuado hasta el filial de nuestra jOllla– da de la tarde; pero el padre, observó cuidadosamen– te la apariencia del cielo,y , después de satisfacerse a sí mismo de que la luvía no llegaría sino hasta el ano– checer, abiertamente nos prohibió que continuásemos
Su sitio era 10 que en mi tierra se llamaría un lugal Hnuevo", pues era un pedazo de tieua sin cultivo de yo no sé qué extensión, pero alguna gran cantidad , que le había costado veinticinco dólal es, y casi otro tanto
más el hacer las mejoras que consistían en una choza
construida de palos y techada con bálago y una cucinera o cocina a corta distancia Los estabios y de– pendencias eran un claro limitado por una selva tan tupida que el ganado no podía penetralla, y hacia el lado del camino por un tosco cercado Sin embargo, en aquel suave clima el efecto era bueno; y ésta ela una de aquellas ocasiones que hacen a un hombre sen– til, fuera de la regipn de las ficticias necesidades, cuan poco es necesario para las comodidades de la vida El ainar de la choza se componía de dos catres de caña, una mesa y un banco, y en un rincón había un montón de maíz El cm a mandó traez' una media docena de flescas piñas, y mientras que nos refrescábamos con ellas oímos un 1 uido extraordinario en el bosque, el cual nos dijo un muchacho indígena que era producido
pOi "un animal". Pawling y yo tomamos nuestras es–
copetas, y entrando por una veleda en el bosque, a me–
dida que avanzamos el ruido se fué haciendo espanto– so, pero de lepente cesó El muchacho abrió un paso por entre la espesura del matorral y bajo monte, y a través de una abertura de las ramas mhé sobre los bra_ zos de un árbol elevado a un gran animal negro de ojos de fuego El muchacho dijo que este no era un mjeo
o mono, y supuse que sería algún gato montes Yo te– nía apenas un claro pala tomar la puntería, dispalé, y
el animal cayó fuera del alcance de la vista; mas, no oyendo que golpeara el suelo, miré otra vez. y lo vi col_ gando de la cola y muel too manándole sangre por la
boca Pawling intentó trepar al árbol; pero éste tenía cincuenta pies hasta la primera lama, y la sangle es– curlÍa por el tranco Queriendo examinar al animal más detenidamente, mandé al muchacho a la casa, de donde regresó con un par de indios Ellos derribaron el árbol, que cayó con un terlible crujido, y con el a– nimal todavla colgado de la cola La bala le habla pe' nenado por la boca y botádole los dientes de adelante. salido pOL la parte alta de la espalda entre los hom– blOS, y debía haberlo matado instantáneamente La tenacidad de su cola parecfa admhable, pero fué ex– pl1cada fácilmente No tenía garra, y había perdido
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