Page 143 - RC_1969_01_N100

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toda la fuerza muscular, pero habia sido herido alre– eledor de la rama con el extremo de la cola prensada por sí misma, de tal modo que el peso desucuelpo la estiraba, y mientras la tensión el a más fuelle, más fuerlemente se plensaba Este no era mico, pero la re– lación era tan inmediata que si yo lo hubie13 sabido no Jo hab) ía matado En efecto, estaba todavía más es– tlechamente lelacionado con la familia humana, se le llamaba mono, y medía seis pies con todo y cola, muy musculoso, y en una lucha habría sido más que con– tIlincante para un hombre, y el padre dijo que se les conocía por haber atacado a las mujeres Los indios lo llevaron a la casa y lo desollaron; y cuando estaba haca arriba, con la piel quitada y los oios fijos, el pa– dre exclamó, (tes hombre" y casi me sentí expuesto a una acusación por homicidio Los indios guisaron el cuel po y yo logré conservar la piel como una curiosi~

dad, por su tamaño extraordinario; pero, desgraciada– mente. la dejé a bordo de un barco españOl en el mar Entre tanto el padre había cocido una gallina pal a el almuerzo Tres huéspedes al mismo tiempo no fue_ ron demasiado para su sincera hospitalidad, pero Uega~

ron más allá de su servicio de comedor. que se compo– nía de tres tazas No había plato. cuchino, tenedor ni cucha1 a. y pm a el cura mismo ni siquiera una taza La gallina fué servida en un océano de caldo. del cual ha bía que desembarazarse primero Tortillas y una pe– queña tOlla de queso fl esco componían el )'esto de la comida El lector pueda ser que relacione tal agasajo con una vulgaridad de modales; pero el cm a era un ca– hallero, y no trató de disculparse. porque nos di6 lo me– jor que tenía Nosotros habíamos enviado antes a nueslros cargadores, el padre nos dió un criado como gula, y a las tres de la tarde le dijimos adl6s El fué el último "padre" con quien nos encontramos, y so– breselló las finezas que habíamos recibido de todos los padres en aquel pais

A las cinco de la tarde, por un camino lodoso, a

tI avés de una región pintoresca, notable s610 por en– iambres de mariposas con grandes alas amarillas Que llenaban el aire, llegamos a Las Playas La aldea es el centro de navegación de las aguas que desembocan en esta direcci6n hacia el Golfo de México La totalidad de la extensa planicie hasta el mar se halla entrecorta– da por caletas y ríos, algunos de ellos secos en el vera– no, Val elevarse las aguas lebasan sus orillas Por es~

ta época la planicie a un lado de la aldea estaba inun~

dada. y semejba un extenso lago 'La aldea era una pe_ queña colección de chozas sobre las que podrían llamar_ se sus riberas Esta se componía de una caUe o cami– no, enyerbado y silencioso como en Palenque, en cuyo extremo final se hallaba la iglesia. bajo el cuidado pas– toral de nuestro amigo el padre Nuestro guía, en con– f01midad con las indicaciones del padre. nos condujo al convento y apalabró al sacristán para que nos pro– pOl clonara la cena El convento estaba construido de palos del echos, con techo de bálago. piso de barro y a– mueblado con tres catres de caña y una mesa

En este lugar teníamos que embarcarnos en una canoa. y ya un día antes habíamos enviado un correo con una cal ta del prefecto para el justicia, para que tu– viel a preparada una para nosotros El justicia era un cOlpulento mulato, bien vestido y muy educado, tenía lIna canoa de su propiedad. y prometió conseguirnos dos bogadOles o remelOS por la mañana Muy plonto los zancudos hicieron alarmantes demostraciones, y nos despetralon temores de una ten ible noche Para hacel una manifestación de resistencia, encendimos un gl an fuego en medio del convento Por la noche se desencadenó una tOlmenta con un fuerte viento. que hizo necesario celrar las puertas. Durante dos horas tuvimos uan tempestad de viento y lluvia, con ten ífi– cos truenos y relámpagos. Una ráfaga estalló abriendo la puerta y espal ciendo el fuego, de modo que estuvo a punto de incendiar el convento Entre el humo V los

zancudos, era asunto de debate cual de los doS escoger: sofocación o tortUla. Preferimos la primela y tuvimos también la segunda, y pasamos una noche infeliz Al día siguiente el justicia llegó a decirnos que los bogadmes no estaban preparados y que no podían sa– Ur se día El precio que señaló fué casi el doble de lo que el cwa nos dijo que deberíamos pagar, además del possol (bolas de maiiz amasado). tortillas, miel y carne Yo me opuse. y él se fué a consultar a los mo~

zas, pelo regresó a decir que ellos no aceptarían me_ nos, Y. después de tIatarlo con muy poco del respeto debido a su empleo, me vI obligado a accedel; sin em– bargo debo aglegar, que por toda aquella legión, en general, los precios son fijos, y se aplovecban menos de la necesidad de los viajelos que en la mayor parte de las otras Nosobos nos hallábamos poco dispuestos a quedarnos, porque. a más de la pél dlda de tiempo y de los zancudos, la escaSez de provisiones el a mayOl que en Palenque

El sacristán compl Ó para nosotros un poco de maíz, V su mujer nos hizo las tortillas El principal comerciante del lugar, o, a lo menos, el que negoció en mayor escala con nosohos, era un pequeño muchacho como de doce años de edad, que estaba vestido con sombrero de petate Nos había traído algo de fl uta, y

)0 vimos llegando otra vez con una cuerda sobre sus desnudos hombros, arrastrando por el suelo lo que re_ sultó sel un gran pescado El alimento principal en ~l

lugar era caimanes tiernos Tenia alrededor de un pIe y medio de largo. Y a una edad tan juvenil se les con. sidelaba muy blandos A su primera aparición sobre la mesa no tenían un aspecto muy halagador pela ce n'est que le premier pas qul caute, ellos nos gustaron más que el pescado, y fueton la mejor comida posible pal a nuestra navegaci6n en canoa, pues estaban secos y capaces de conservación

A donde quiera que vayamos, aun a los lugales más remotos de la tierra, estamos seguros que hay una conocida a quien tenemos la seguridad de encontl al' La muerte siempre nos acompafia Por la tarde fué el entierro de un niño El acompañamiento se componía de ocho o diez personas maYales, Y otJ os tantos mu_ chachos y muchachas El saclistán llevaba al niño en brazos. vestido de blanco, con una guirnalda de flores allededor de la cabeza Todos iban agrupados ladean_ do al sacristán, marchando juntos; el padre y la madl e con él- y aún más que en Costa Rica observé, no sólo la falt~ de solemnidad. sino alegría y positivo buen hu– mor por la misma dichosa convicción de que estaba yo en l~ iglesia cuando ellos se aproximaron. más como un acompañamiento de boda que de entiello El piso de la iglesia era de tierra, y la fosa fué cavada en el interior porque, según me contó el saCI istán, el padre del niñ~ era rico y pudo dar paga por ella, y éste pal e_ cía complacido y Olgulloso de haber podido ploporcio– nar a su hijo una sepultura de tal clase El sactistán colocó al niño en la fosa, le cruzó las manitas sobre el pecho, le puso allí una peque!ia y tosca cruz,. lo cubrió con ocho o diez pulgadas de tIerra, y en segUIda se me_ tió en la fosa y la amasó con los pies . Después salió y echó más tiella y, saliendo de la iglesia, reglesó con un pisón, que era un trozo de madera como de cuatro pies de largo y diez puJgadas de diámetro, palecido al mazo que usan entre nosotros los empedradOles. y de nuevo ocupó su lugar en la fosa. levantó el pisón ato;. da la altura de su brazo. y lo deló caer con toda su fuerza SOhl e la cabeza del infante Se me heló la san– g) e en las venas Al levantarlo por segunda vez le a~

gané el brazo y lo replendí, pelO él dijo que ellos siempre hacían eso con los que Se entell aban dentro de la iglesia, que toda la tieua tenía que volver a su lugal pala que el piso de la iglesia quedala nivelado Mis reconvenciones palecieron s610 darle más fuelza y ánimo El sudor le couía por el cuelpo. y cuando estuvo perfectamente cansado de apisonar salió de la fosa Pelo aún no habia terminado Le echaron más tieIra todavía, y el padre, poniendo a un lado su som-

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