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lencia de Ml RusseH y del Capitán Fensley. Este úl– timo iba con destino directo a Nueva Yorlt , y su ruta se extendía a lo largo de la costa de Yucatán Perso– nalmente él estaba dispuesto a hacer todo lo posible para servirnos, pero podl'Ía haber algún riesgo en al rL bar al puel to pala desembarcarnos. Conociendo su favorable disposición, nosotros no podíamos insistil;

pero Mr Russell era su consignatario, y según los 1 e. glamentos de la Compañía, tenía el derecho de dete– nerlo diez días, e intentaba hacerlo así¡ pero él ofreció cargarlo en dos díos bajo la condición de que nos to–

mase a bordo, Y. como Campeche se encontl aba blo–

queado, que nos desembarc~s.e en Sisal) ~esenta mil1~s

más distante, y puerto marltimo de Menda. El C:aPl–

tán Fensley consintió en esto, y nosotros nos VlmQS

aliviados de lo que en ese tiempo habl famas conside~

rada como una gran calamidad

Con relación al proyecto de la compla de las luinas de Palenque, al cual me he referido antes, M1 Russell lo acogió calUlosamente; y con una generosidad que no puedo dejal de men.cioilar, difícil de esperalse de .u?a pelsona tan lejos de la patlia, pidió que se le permltIe– la coopelar con dos mil dólales como parte .del costo de la introducción de ellas a los Estados Umdos En plesecución de mi plevio alleglo escribí al pre~e~,to,

avisándole de la coopelación de ~r Russe~. y dlcIen– dale que se entendiera con Pawling como .ml age~te I?a– la alleglar los detalles de la compla.. MI carta lb:'l m–

cluida en una de MI. R:.ussell que a~llmaba ;0

mIsmo,

la que establecía, ademas, que ,:1 dmelo sella pagado en el rnomento que fuese le.querIdo, y ambas, '~on pIe.. nas instrucciones le fueron entregadas a Pnwhng El

interés que MI' Russell tomó ~n. este asunto me daba lisonjeras espelanzas de buen exIto, y a no ser POI él, el designio de sacar moldes h~~ría fallad? po,r c.omple. to El estaba ocupado en edlÍlcal un~ lnusltadamen~:

te hermosa casa, Y para terminarla había mancl~do a

Campeche por yeso, pero no encontrando nada alh, ha–

bia impOl tado un poco de Nueva Yo~k Afo,l tunada~

mente le quedaban unos cuantos ba:111~; -r

Sl no hu–

biela sido por este incidente -'-no habla en mnguna pal. te más inmediata que en. Vela Cruz o en Nue~a 01–

leans- el viaje de Pawlmg, en lo que se leflere a este asunto, hablÍa sido i~fluctuoso Nosohos ,8ue– glamos los detalles del envío del yeso con Pawhng ~

Palenque el lecibo y embarque de los moldes pala. ml

a Nueva 'York, y en lá mañana del sábado a las slete nos despedimos de Mr. Russell, y nos em~arca!TI0s a

bordo del Gabrielacbo. Pawling nos acampanó mas .~llá

de la balla, Y nos despedimos de él ~uando SU!JlO a

bOldo del bote del piloto pala legresal Hablamos pasado juntos por tan áspelas escenas desde que nos alcanzó al pie de la Sierr~ Mame, q~e ~a se I?uede :su– poner que no nos separarlamos con mdifel enCla Juan estaba todavía con nosotros, por plimer,a vez: en el mal, y con la duda de que a dónde lo lleV811amos después

El Gabrielacho era un h~lmoso ber~antín .de más o menos ciento sesenta toneladas, consnuldo p,aJo la pr<?_ pia dirección del Capitán Fensley, perteneclendole a el mismo la mitad, y equipado dec~ntemente y . con buen gusto como un hogar. El no tema casa en tlerra; una su hija estaba de interna en una escuela en los Estados Unidos Y el resto de su familia, consistente de su es– posa y' una pequeña hija com~ de tl~s añ~, estabp. con él a bordo. Desde su casamIento, sle18 anos atlas, su esposa había estado no más que u~ año ~n tiena. y eUa decidió no dejarlo otra vez IDlennas SUlca1a los males mienb.as él resolvía que cada travesía sería la últimá, y miraba en lontananza la consumación de las esperanzas de todo marinero: una buena propiedad agrí~

cola. Su hija Vicentía, o la pobre Genty, como se lla. maba ella a sí misma, era la mimada de todos a bor– do; y teníamos doce pasajeros. interesantes pala el ayun– tamiento de Nueva York, que eran enormes tortugas, una de las cuales espelaba el capitán que legocijaría el corazón de los padres de le. ciudad en su banquete del cuaho de Julio.

El lector no puede compl ender la satisfacción con

que nos encontráb;¡.mos en tan cómodos alojamientos a

bOldo de este bergantín Tuvimos una bonasca por la tal de. pelO considelándonos meramente pasajeros, y, con un buen barco, buen capitán y buena tripulación nos leímos de un lejano bongo que se anasbaba lenta~

mente arlimado a lo largo de la playa, y por primela vez temimos que la tLavesía terminara demasiado prOfl– to Quizá ningún capitán tuvo jamás pasajelos tan per_ fectamente contentos bajo la tempestad p en la calma

¡Oh vosoh os que CI uzáis el Atlántico en uaquebotes quejándonos de las incomodidades, y amenazando cor{ denunciar al capitán pOlque no alcanza la cel veza, oja~

que algún día seáis tomados a bordo de un bongo cargado con palo de Campeche!

Lo desgastado de l1uestlo guardallopa quedaba a la vista del más indifelente observador; y la Señora de Fensley, apiadada de nuestla harapienta condición, pe– gó nuestros botones, zurció, lemendó y nos leparó y nos puso en orden pala otra expedición A la tercCl ma– ñana el Capitán Fensley nos dijo que habíamos pasa. do Campeche durante la noche, y que, si el viento con– tinuaba, llegaríamos ese día a Sisal. A las ocho de la mañana avistamos la extensa costa baja, y moviéndonos invariablemente hacia ella, un poco antes del anochecel anclamos fuera del puel to, como a dos millas de la pla. ya Un bergantín estaba anclado alli, barco de carga español, con destino a la Habana. y el3- el único en el puedo El sUlgidero es oUna abierta rada más allá de las leventazones, el que se ~onsidela pelfectame~te se~

gUla, salvo dmante una tormenta del nordeste, cuando los buques españoles siemple lalgan sus cables y salen

a la mar;

En la incertidumble de' si lo que íbaltlos a vel val– dlía la pena, y con la glan duda de si tenddamos un medio de conducción para' cuando lo necesitásemos, ela penoso el dejar una buena embatcación que en veinte días ,podlía transportarnos a nU'estro país A pesal de eso, hicimos el esfuerzo Ailochecia cuando abando· namos el bajel Desembalcamos en la extlemidad de un muelle de madera, construido afuela sobre la abiel~

ta playa del mar, donde un soldado n9s gtitó el quién vive A la cabeza del muelle habia una gU8ldia y adua– na,

y un empleado se presentó para acompañalnos a donde el comandante Hacia la derecha, celca de la playa, estaba una antigua fortaleZ'a ,españ~la con torre. cillas Un soldado, apenas distinguible entIe las alme. nas. nos dio el quién vive. y, al pasal ¡por el cuartel, nos dielon el quién vive otra vez. 'La respuesta, como en Centro Amélica, e1.a "Patria libré". La atmósfera del lugal eJa guenera y dominaba el partido li~ela.l.

La levolución como en todos los anos lugales, habla SI–

do dirigida c~n un espÍlitu de' mode~ación; pero al sel desalojada la guarnición, capturalon al comandante, que había sido muy tirano y cruel, y el cal~ctel de la levolución se habría manchado con su asesmato; pela lo pusieron a bordo de un bongo y escap~. Fuimos bien lecibidos por el comandante; y el Ca'p~an Fensley nos llevó a casa de un conocido, donde vimos al capi– tán del belgantín que estaba en la en~enada, el cual iba a darse a la vela dentro de ocho días para la Ha–

bana, y ningún otro buque se espetaba durante léUgo tiempo Nosobos hicimos los aneglos pIDa salir al día siguiente para Mélida, y en la madi ugada acompañamos al capitán hasta el muelle. le vimos embalcarse en un bongo, esperamos hasta que llegó a bordo. y rollamos al bergantín, con una buena brisa y todas las velas des. plegadas destacándose en el mar l umbo a la patria Le volvimos las espaldas con pesar Nada había que nos detuviese en Sisal. Aunque bellamente situado en la costa marítima y un lugar próspero, era solamente el depósito de las expOI taciQnes e importaciones de Méri_ da. A las dos de la tarde nos pusimos en marcha paHt la capital.

Nos encontrábamos ahora en un país tan diferente de Centro América como si estuviera sepalado por el A– tlántico, y principiamos nuestro' viaje con un modo de

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