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« Previous Page Table of Contents Next Page »que la mayor parte de la familia jamás la habia vis~~
El único que la visItaba de vez en cuando era el hiJo
que la tenfa a su cargo, y llegaba s610 por unos cuan_ tos dlas a ver cómo rn.archaban las cosas y a examinar las cuentas del mayordomo La fila se componía de una sola serie de habitaciones, una en el centro como de ochenta pies de largo, y una en cada lado, con comu– nicación, como de cuarenta pies de lalgo cada una, y el majestuoso con ~dor que se extendía a lo lal go de todo el frente y por detrás.
Todavía disponíamos de una. hora de luz natural, que yo podía haber empleado muy satisfactoriamente en el lugar, pelO el criado nos instaba a que fuéramos a ver el cenote. Nosotros no teníamos idea de lo que era un cenote, y Mr e, encontl ándose muy fatigado, se dejó caer en una hamaca; pelO no queliendo perdel nada en donde todo era extl año e inesperado, yo seguí al sirviente, pasé sobre la cubiel ta de la cisterna, ce– mentada tan dura como piedlu, avancé hasta un tanque abiel to construido de piedra y cementado por dentro y por fuera, como de ciento cincuenta pies l!n cuadr~ y
veinte de hondo lleno de agua, en donde vemte o beln– ta indios estaba;] nadando. y, descendiendo hasta la ba_ se del tanque. a una distancia como de cien yardas 11e-
gamos a una gran abel tUl a en el suelo. eon una ancha escalera de más de ciocuenta gladas.lf al descender por ellas ví. inesperadamente. un espectaculo tan extraor– dinaria belleza, que hice regresar al criado a decir a
IVIr Catherwood que Ilegal a hasta donde yo estaba sin tardanza, aunque lo llevaran en su hamaca Era esta una gran cavelna o gruta, con un techo de quebrada y saliente loca, de altura suficiente pal a darle un aire de rudeza y grandiosidad. impenetrable a los 1 ayos del sol a medio día, y en el fondo agua tan pura como el cristal, quieta y profunda, reposando sobre un lecho de
roca blanca caliza Era aquello la verdade13 creación de 1 amanee; un baño a propósito para Diana y sus nin_ fas Los poetas griegos jamás imaginaron escena tan hel mosa Sería casi una profanación, pero a los po– cos minutos nos encontrábamos nadando alrededor del
lOCOSO estanque con sentimientos de puelil exultación, lamentando únicamente que semejante capricho de la naturaleza estuviese en un lugar donde tan pocos po_ drían gozar de sus bellezas En]a finca de un noble en Inglaterra sería de un valor inapleciable El baño VigOlizó de nuevo nuestros cuerpos Ya había cntlado la nocJle cuanflo I egresamos, las hamacas noS cgpe\ a–
ban, y pronto nos sumergimos en un profundo sueño
CAPITULO; 24
CONTINUACION DEL VIAJE - LLEGAD1\. A UXIIIAL _ HACIENDA DE UXMAL - MAYORDOllI0S – AVENTURAS DE UN JOVEN ESPAÑOL - VISITA A LAS RUINAS DE UXIlIAL - PRIMERA OJEADA A LAS RmNAS - CARACTER DE LOS INDIOS - DETALLES DE LA VIDA EN UNA HACIENDA - UN
CASO DELICADO - ENFERMEDAD DE MR CATHEJl¡WOOD - LA PARTIDA.
Al apuntar el día a la mañana siguiente, con nue. vos indios y un guía a caballo, de la hacienda, renova– mos nuestro viaje La superficie de la región era la misma: piedra caliza y árboles achaparrados AlU no había tierra suficiente pala absorber el agua, que se convertía en pozas éntre los huecos de las piedl as. A las nueve de la mañaña negamos a otra hacienda más pequeña que la anterior, pero que aun tenía una apa– riencia señal il. en donde, como antes, las mujeres es_ taban sacando agua por medio de una rueda El ma– yordomo nos manifestó que se sentia muy honrado con nuestra visita y que todo su deseo era el servirnos, nos propOl cionó otros indios y un guía Montamos de nue_ vo; muy pronto el sol se hizo intensamente 3ldolOSO; había árboles para sombrealnos y sufrimos demasiado A las doce y media pasamos algunos montículos de rui~
nas un poco apartados del camino. pero el sol estaba tan abrasador que no pudimos pm al' para examinarlos, y a las dos de la tarde llegamos a Uxmal Poco me imaginé yo. cuando hice conocimiento de mi modesto amigo en el hotel español de la calle de FUltOll) que caminaría más de cincuenta rotllas en las propiedades de su familia, transportado por sus indios, y rlesayu~
nando, comiendo y durmiendo en sus sefioriles hacien– das, mientras que la ruta escogida para nuestro regl e. so nos conducilfa a otras, una de las cuales era más grande que ninguna de las que habiamos visto La fa. milia Peón, baio el dominio español, había dado gober~
nadOles a la provincia de Yucatán. Al declararse la independencia, su jefe actual, un celoso realista, se 1 e· titó disgustado de toda clase de cargos, V todas las grandes propiedades de la familia fueron adminisb a– das por la señora doña Joaquina Por desgracia, don Simón se habia ido para Mérida, y nos habíamos cam– biado en ei camino Por otra parte, debido al Bldor del sol y a nuestras toscas monturas, negamos al fin de esta ma1cl1a triunfal en una condición de terrible can~
sancio y desesperación. y quiZá nunca nos apeamos más completamente cansados y molestos
La hacienda de UxmaJ estaba consb. uida de piedl a gris obscuro, más 1 uda en apariencia y estilo que cual– quiel a de las otras. con un aspecto de mayor antigüe.
dad, y desde lejos semejaba un viejO, ...;astillo baronial
Un año antes ésta había sido donitda a don Simón por
su padre, y él le estaba haciendo grandes reparaciones y aumentos al edificio, aunquei como su familia nunca la visitaba, y él sólo por unos días de vez en cuando, yo no pude comprender con qué propósito Tenía su corlal enfrente,. con tanques de agua alrededor. algu_ nos de ellos cubiertos de verde vegetación y se experi~
mentaba allí una insalubre sensación de humedad. Te~
nía. también, su iglesia, que contenía una imagen de HNuestro Señor", reverenciada por los indios de todas las haciendas alrededor, cuya fama habia llegado has– ta los criados de la familia en Mérlda, y la cual fué el primer objeto que atrajo la atención de nuesho guía Toda la hacienda se puso inmediatamente a nuestra disposición; pela, lendidos por el calol y la fatiga, re_ cm rimos sin dilación a nuestras hamacas
La hacienda tenia dos mayordomos: lUlO era un mestizo que entendía la lengua y los negocios. y en el obo encontramos a un conocido. o, a lo menos. así 10
palecía, pOlque en la época que salimos de Nueva YOlk era carnal ero en ellestaurante de Delmónico Fué un singular encuentro en este apartado lugar, el ser pues– to en estrecha conexión con este bien conocido restau– lante, que en aquel país parecía la mOlada del arte V la fuente de la felicidad El ela un joven español de Cataluña que, habiendo tomado pal te en alguna f1 US.
trada 1 evolución en <:ompañía de un amigo, estando a punto de: ser descubiertos , huyeron pal a Cuba, desde donde. sin una peseta en el bolsillo, se escaparon para Nueva Y01k Ignol'antes del idioma, sin medios pala conseguir la subsist~ncia) ambos fueron recibidos por Delmónico como camal eros en su restaurante, donde el amigo subió a ser primer chocolatero; pero él langui~
decía como simple cliado cuando don Simón le propu– so que se fuel a a Uxmal Sin saber hacia dÓnde iba, salvo que ela para alguna palte de Hispano~Amélica, o cuál iba a ser su ocupación. se encontró en un lugar re– tirado. rodeado de indios cuya lengua no podía enten_ der. y sin tener a Su lado con quién podel C1 uzar una palaln a. excepto con el mayordomo Estos mayordo– mos forman una clase en Yucatán a la cual hay que vi~
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