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que pide acomodo, no se muestran escrupulosos con l especto al salario, y se dan por satisfechos con todos los pequeños negocios que pueden hacer en la hacien_ da Esta es la condición de la mayor parte de los ma– yordomos; y la posición del joven, que era blanco, in– teligente y honrado, podría ofrecelle ventajas en aquel país, puesto que. don Simón pensaba darle, tan pronto como comprendiera los negocios, una supelintendencia sobre los maYOldomos de tres o cuatro haciendas; pela, desgraciadamente,. él carecía de energía, sentía la ncc~
sidad del trato socIal y, lamentando la soledad de su SI_
tuación recordaba las escenas de placer con su amigo y otros' camareros, Y en Uxmal hablaba de la ópera; y cuando, a la hOla de la comida, nos presentaba un cua– dro vivo de la cantina de Delmónico, simpatizábamos cOldialmente con él
Por la tarde, descansados Y lefrescados, salimos a dar un paseo por las ruinas. La senda atLavesaba por un majestuoso pedazo de bosque, en el cual había mu– chas veredas, y nuestlo guía indio peldió su camino MI e que Se hallaba indispuesto, regresó a la hacien– da Nosotros tomamos otro camino, y, emergiendo re_ pentinamente del bosque, para mi asombro salimos de súbito sobre un extenso campo abierto tachonado con montículos de ruinas, y vastos edificios sobre tenazas, y estructuras piramidales, gran~iosos y bien pleserva– dos licamente ornametnados, sIn un arbusto que obs– tl uyese la vista, y de un efecto pintores~o casi igual a las ruinas de Tebas; porque éstas, situadas en el plano del Nilo, y extendiéndose sobrt: ambos lad?s del río, er; ninguna pal te aparecen en cOnJunto a la VIsta Tal fue el infolme que yo dí a MI' Catherwood a mi regreso, quien tendido en su hamaca, indispuesto y falto ~de es– píritu: me dijo que eran fábulas; pero temprano a la máñana siguiente estábamos en el campo, y su comen– tario fué que la realidad superaba a mi descripción El lugar del cual ahora estoy hablando fué sin duda alguna en atlas tiempos una ciudad grande, po_ pulosa y altamente civilizada, y el lector en ninguna palte puede hallar una palabra l elativa a ella en pá– gina alguna de la historia Quiénes la ,edificalon, por qué se fué situada en aquel lugar, leJos del agua y de cualquiera otra de las ventajas naturales que. han determinado el sitio de las ciudades cuya historIa es conocida qué condujo a su abandona y destrucción, nadie puede decillo El único nombre por el cual se le conoce es el de la hacienda ,en que está si~~ada ~n
el más antiguo titulo pertenecIente a la famIlIa Peon, que viene desde hace ciento cuarenta años, se 1 efiere a los edificios, en los linder~s .de la ~inca, como Las Casas de Piedra. Este es el umco antIg~o documento o memoria existente en donde se menCIOna el lugar en todo caso, Y allí no hay t~adiciones salvo las ~alva
jes supelsticiones de los mdlOs con respecto a CIertos edificios Todas las 1 uinas han sido despeja~as, du– lante el último año los álboles fueron delrIbados y quemados, Y todo el campo de ruinas se hallaba !1 la vista circundado por el bosque y plantado de malZ Pasamos un día de lo más interesante y labOl ioso, y por la tarde regl esamos a la hacienda a madurar nuestros planes para una completa explOlación, pero, desgraciadamente, durante la noche Mr Catherwood, el ea que afectado por la inmensidad del tlabajo, tuvo un violento ataque de fiebre, que le siguió hasta por la mañana, con todos los síntomas de una seria enfer_
medad
Era lunes
J
y muy de madI ugada todos los indios de la hacienda, de acueldo con su complomiso COn el patrón presentáronse a lecibir instrucciones del ma– yordmllo para el trabajo del día, Como yo me quedé en los alrededores de la casa, tuve una oportunidad para conocer algo de la disciplina de una hacienda y del carácter de los indios
La hacienda de Uxmal es de diez leguas o treinta millas en cuadlo, pela sólo se cultiva una pequeña par– te, y ellesto es un mero campo de pastilla para el ga-
nadu Los indios se dividen en dos cIases: vacel'os (vaquelos) o cuidadores del ganado, que reciben doce dólar es por año, con cinco almudes de maíz a la sema_ na; y labradOles, que también se llamaban luneros, por su complomiso, en considel ación a que beben el agua de la hacienda, de habajar pala el patlón sin paga el lunes Estos últimos los constituyen la gran maYOlía de los indios; y, además de su obligación de trabajal los lunes, cuando se casan y tienen familia, y, pOl su– puesto, necesitan de más agua, están obligados a lim..:. piar, semblar y cosechar veinte mieates (mecates o cueldas) de maíz para el amo, siendo cada mieate de veinticuatro Yaldas en cuadlo Cuando tocan la cam– pana de la iglesia cinco veces, cada indio tiene la obli– gación de Íl sin dilación a 'la hacienda, y, por un leal al día y una ración de maíz por valor de tres centavos, hacel cualquier habaio que el amo o su delegado, el mayordomo, le ordene La autoridad del amo o su delegado sable éstos es absoluta El anegla todas las disputas entre los mismos indios, y castiga las ofen_ sas, actuando de dos modos: como juez y ejecutor Si el mayOl domo castiga a un indio injustamente, éste puede quejarse a su amo; y si el amo rehusa hacerle justicia, o él mismo castiga a un indio sin 1 azón, éste puede solicital su 1 etiro No tiene obligación de per– manecer en la hacienda a menos que le deba al amo; y es la deuda la que plácticamente lo ata de pies y ma– nos Todos los indios son descuidados, piden su jor– nal adelantado, jamás tienen en resel va plovisiones pm a dos días, y nunca llevan cuenta alguna De ahí que un amo malo pueda sieulpre mantenerlos endeu– dados, y generalmente están así en realidad Si se cncuentI a en aptitud de pagar la deuda, el indio tiene derecho a letiraISe inmediatamente, pero si no, el amo está obligado a darle un escrito para el efecto siguien_ te: "Cualquiera pelsona que quiera recibir al indio llamado Fulano de Tal, puede tomarlo, bajo la condi– ción de pagal me 10 que él me debe" Si el amo 1 ehu– sa dalle este papel, el indio puede quejalse a la jus– ticia Cuando lo ha obtenido, lecorre las difelentes haciendas hasta que encuentla un propietario que quie_ ra comprar la deuda, hipotecando así su pel sana hasta que la deuda quede cancelada Se a1l'eglo la cuenta, y el amo da al indio un esclito de este tenor "Estan– do alreglada la cuenta de mi antiguo sÍl viente Fulano de Tal que suma veinte dólares, y habiéndome paga– do dicha deuda, yo su amo actual, le extiendo este re– cibo"; y con esto entra él al servicio de u~ nu~vo amo No hay sino muy poca esperanza de que Jamas salgan de la más pequeña deuda Nunca trabajan con el úni– co fin de librarse de ella considelan todo lo que lle– van encima indisputablemellte ganado, y virtualmen– te desde la fecha en que reciben su plÍmer dólar, pa–
sa~ la vida en cautiverio, que valÍa s610 por un ocasio– nal cambio de amos En general son moderados, ama– bles, y muy dóciles; no son maliciosos; y cuando a u~o
de ellos se le azota y se le cruza a cal denales, con la– grimas en los ojos hace una !everencia al mayordomo, y le dice: "buenas tarde, se~ol'''. Pe~o leq.ulelen ser
tI atados con rigor y mantemdos a dIstancIa; son va_ riables y entelamente criaturas impulsivas; y un mal indio ¿ un mal mestizo puede al'l uinar toda una ha– cienda Han heledado toda la indolencia de sus an– tepasados, son apegados a sus antiguas costumbles, y no quielen que se les enseñe nada nuevo Don Simón había intentado intlbducír mejoras en agricultura, pe_
lO en vano; ellos no pudielon trabajar sino en su pro– pio modo antiguo Don Simón llevó de los Estados u–
nidos la mantequilla usual, y Se propuso intloducir la elabOlación de mantequilla y queso; pero los indios no pudieron aprender el modo de manejalla, las man– tequilleras quedaron arrinconadas, y cientos de Vacas vagando por el bosque sin ordeñar, El amo no está obligado a mantener al indio cuando está enfermo, aunque como él saca provecho de su trabajo, está en su interés el hacerlo así; y, desde un punto de vista más amplio, como su objeto es siempre aumentar sus
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