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« Previous Page Table of Contents Next Page »labradores, le conviene tlatarlos de tal modo que ad~
quiera ent! e los indios la fama de b!1en amC! . , Durante el curso de la manana VIsite mu_ chas de las chozas de los indios Estaban construidas en una forma oblonga, de palos redondos seJ!lbra– dos verticalmente en el suelo y techadas con balago, y algunas parecían c ó m o d a s y aseadas To~
dos los hombres estaban a f u e r a en el tra~
bajo y todo el día había una procesión de mujeres con vestidos de tela blanca, moviéndose desde la entrada hasta el pozo y sacañdo agua Era grato el encontlar que el casamiento se consideraba propio, y convenie~
te conduciendo al buen orden y economla con segulI–
d~d y plobablemente a la felicidad individual Don Sim'ón, lo fomentaba; a él no le &ustaba teneJ? n~ng~m
hombl e soltero en su finca, y haCIa que todo IndIo JO–
ven de edad apropiada tomase para sí una mujer Cuando como a menudo acontecía, el indio, en tono suplicari.te le decía: "No tengo mujer'l, don Simón bus_ caba en la hacienda y le pIoporcionaba una En su última visita arregló cuatro casamientos, y el día an– terior a nuestra llegada el mayordomo de Delmónico se había ido al pueblo más cercano acompañando a las parejas y a pagar al padre para que los casara al pre– cio de trece chelines por cada una Tuvo miedo de confiarles el dinero, por temor de que lo gastaran y que no se verificaran los matrimonios
El viejo procedía enérgicamente al panel en prác– tica las miras de su amo en este importante asunto, V ese día se le presentó un caso delicado Una muchacha india se quejó contra una mujer casada por calumnia Dijo que ella tenía compromiso de casal se con un mu– chacho a quien amaba y que él la corlespondía, que la mujer casada le había injuriado su honrada fama divulgando que ella se encontraba ya en "estado inte– lesante"; que aquella se lo había contado al mucha_ cho, diciendo que todas las mujeres de la hacienda lo notaban, y que se mofaban de él por casarse con seme– jante muchacha; y ahora, decía ésta, el muchacho ya no la queda La mujer casada estaba apoyada por un muchedumbre de testigos, y podía admitirse que las apariencias estaban muy en contra de la demandante, pero el viejo mayordomo, sin investigar los méritos por ciel to, decidió en su favor con amplias miras In-
dignado de que se estorbara un casamiento, se volvió a la mujer casada diciéndole: ¿Qué te importa a tí? ¿Con qué derecho te entremetes? Y si fuera cielio, es_ to no es de tu cuenta Quizá ya el muchacho lo sa– blía y tendlía pal te en el asunto, y aún pens.aría casar_ se con la muchacha, y habrían podido vivir dichosos si no fuera por tu mala lengua; y, sin más ni más, sacó un látigo de cuero cortado en largas tiras, y con gran vigor comenzó a aplicarlo a las espaldas de la indiscle~
ta comunicadora de importunas noticias Concluyó con un airado sermón en contl a de las entremetidas, y luego contra las mujeres en general, quienes, dijo él, promovían todas las dificultades en la hacienda, y que si no fuera pOI ellas los hombres se estarían bastante quietos Las mujeres de la hacienda se quedaron es– tupefactas ante este inesperado giro de las cosas, y al ser el caso rechazado, todas se agolparon alrededol de la víctima y se fuelon con ella, prodigándole el consue_ lo que podían La muchacha se retiró sola, los cOla– zones de su sexo estaban acerados en su contra; eu la vida salvaje como en la civilizada,
HEvery yo a tear may claiml Except an e1'l'ing sistel"s shame'I,
Por la tarde abandonó la fiebre a Mr Cathel wood, pela dejándolo en un estado de suma debilidad La hacienda era insalubre en aquella estación, las grandes al tesas y tanques de agua a11 ededor de la casa estaban veldes, y, con los costumbrados aguaceros de la tarde, ocasionaban fiebres fatales La salud de MI Cathel_ wood estaba ya seriamente queblantada En verdad, yo me puse alarmado, y consideré que- era indispensa– ble para él abandonar la hacienda y el país también, si era posible Para llevar a cabo mis otros planes de todos modos pensábamos volver Hicimos el cálculo que, saliendo a la mañana siguiente, podríamos alcan– zar al bergantín español a tiempo pala embarcarnos rumbo a La Habana, y en diez minutos de consult de_ telminamos partir y dhigirnos a nuestra patria In_ mediatamente comunicamos nuestro propósito al ma_ yordomo, quien subió al campanario de la iglesia y 11ae. mó un coche para que estuviera pleparado a las dos de la mañana del siguiente día
CAPITULO 25
LAS RUINAS DE UXMAL - UN EDIFICIO ELEVADO - ESPLENDIDA VISTA DESDE SU ENTRADA– RAROS ORNAMENTOS ESCULPIDOS - OTRO EDIFICIO, LLAMADO POR LOS INDIOS LA CASA DEL ENANO - UNA LEYENDA INDIA - LA CASA DE LAS MONJAS _ LA OASA DE LAS TORTUGAS. – LA CASA DE LAS PALOMAS - EL C'UARTEL - FALTA DE AGUA - LA CASA DEL GOBERNDOR.– TERRAZAS - DINTELES DE MADERA - DETALLES DE LA CASA DEL GOBERNADOR - ENTRA· DAS - CORREDORES - UNA VIGA DE MADERA INSCRITA CON JEROGLIFICOS - PIEDRAS ESCUL. PIDAS, ETC'. • ,~' J
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Mientras tanto yo regresé para darle una mnada más a las ruinas La obra de MI' Waldeck sobre estas
1 uinas había aparecido antes que yo abandonara este país Fué dada a luz: en París en edición de folio ma– yor, con ilustraciones caprichosa y hermosamente pin_ tadas, y contiene el resultado de un año de residencia en Mérida y ocho dias en Uxmal En la época de su visita, las ruinas se encontraban cubiertas de árboles, los cuales el año pasado fueron derribados, y ya todo estaba despejado y expuesto a la vista Al intentar hacer una descripción de estas ruinas, tan vasto es el trabajo que se me presenta que no sé por dónde co– menzar Interrumpidos en el mero punto de partida de nuestras labores, me hallo incapacitado pal a dar un plano general; pero, afortunadamente, todo el campo era llano, descubierto de árboles, y quedaba a plena vista de una sola vez A la primera ojeada grab6se indeleblemente en mi memoria, y el único día de tra– bajo de Mr Catherwood estuvo bien empleado
El primer objeto que atrae la mÍl ada al salir de la
flo! esta es el edificio representado a mano derecha en el grabado del frente (fig NQ 34) Disiraída por mon. culos de ruinas y por montones de gigantescos edifi_ cios, la mirada se vuelve y de nuevo se fija en esta ele_ vada estructura. Fué el primer edificio adonde entré Desde su portal de enfrente conté diez y seis elevacio– nes, con los muros hendidos y montones de piedras y vasto.s y magníficos edificios, que a esa distancia pa;e– cían rntocados por el tiempo y desafiar la ruina Esta_ ba yo en la puerta cuando el sol declinaba proyectan_ do desde los edificios una inmensa sombra, ¿bscurecieu_ do las terrazas donde estaban situados y presentando una escena tan singular que parecía obra de encanto El. edificio es de sesenta y ocho pies de largo. La elevaCIón en donde se halla está construida sólidamen– te desde el llano, y es enteramente artificial Su for– ma no es piramidal, sino oblonga y redondeada y tie_ ne doscientos cual enta pies de largo en la base y
cieu_
III
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