Page 68 - RC_1969_01_N100

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y desorden Desde mi pal tida, Rascón, que se había vuelto más atrevido por la escasa vigilancia del go– bierno, habt1 entrado a Zonzonate y lobado oba vez en la aduana, imponiendo contribuciones sobre algu– nos de los ciudadanos, marchándose después pal a 1zal– ca y acuartelando a toda su banda en la ciudad 1nes_ pet'adamente había sido Sal prendido una noche por un grnpo de soldados de. Morazán, lOgl ando escapar en paños menOles, pelo dIez y nueve de sus hOlnbres fue– ron mueltos en la 1efliega y su banda quedó deshecha Más tal de cuando se llamó de nuevo a los soldados pala aglegarse a la expedición de Morazán, los disper_ sos de la banda salieron de sus escondites Algunos de ellos vivían en la ciudad públicamente, sin ley y amenazando al alcalde con matarlo si se atrevía a mo– lestarlos, manteniendo a la población en completo es– tado de terror Entre los que apalecieron se me dijo que estaba también un joven americano del NOl te, a quien pude leconocer, por la desclipción, como Jem– :my al que yo h;) bía puesto a bordo de su barco en A_ caj{.¡tla El y otro americano se habían desel tado e intentaban llegar a pie hasta el Atlántico Por e~ ca– mino se habja encontrado con la banda de Rascon y unídosc a ella El otro americano había muerto en la escalamUZa logrando escapar Jemmy Tuve el gusto de saber que éste, pOI sus buenos modales y con~ucta

había hecho una favorable impresión entI e las Se!10raS de !zaleo Se quedó allí por tres días desapal ec1endo en seguida sin que nadie supiera adónde había ido Mientlas se nos refería todo esto, oímos un gran alboroto en la calle. y, al mirar por la ventana, vimos a un hombre tendido en el suelo y a otro que con un garrote blanco le pegaba, el que a la luz de la lUl}a pa; recía una ancha espada o machete Pronto se formo un grupo de mujeres que trataban de retirarlo, pelo él le lanzaba los golpes por enb e ellas con tal fuerza que si alguno le hubiera alcanzado al pobre hombre de se– guro que 10 mat~ El ?-gresor era uno de los de. la cuarlrilla de Rascan, nativo del pueblo y muy conOCIdo desde su infancia como pícaro Todas le llamaban por su nombre y más por las súplicas que por la fuerza, lo hicielon desistir Cuando se fué con algunos de sus compañeros, dijo que aquel hombre e18 un espía

d{~ MOlazán y que la plóxima vez que lo encontrara lo mataría El poble hombre se hallaba sin sentido y cuando las mujeres le levantaron la cabeza, vi holro–

1 izado que tenía los cabellos blancos como la nieve y que sería como de setenta años de edad Estaba ves– tido de andrajos y se nos dijo que era un pobre loco mendigo que ningún motivo había dado, pero que aquel belitre, al pasar, fijando la mirada soble él

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dijo que era espía de Morazán y le pegó con el garrote hasta botarlo por el suelo Pronto se deshizo el grupo de mujeles quedando sólo algunas al cuidado del anciano Eran esos tiempos en que se necesitaba la natUlal ca– ridad de la mujer fortalecida por un poder soblenatu– lal Cada una d~ ellas temía que su esposo, hijo o helmano, tuvieran que atravesar la calle de noche, pOI temor a las liñas y a peales armas que garlotes; y nosotros pudimos ver a cinco mujeles, una de ellas con una candela y sin un solo homble o muchacho que las :.\Yudala levantando de la calle al infeliz golpeado pa– 1a ir a ~ent31lo con la espalda reclinada junto al mu– lO de una casa Más tal de llegó otra mujer, quien hi_ zo ver a la de nuestr a casa que si el muchacho pasaba otra vez lo mataría, y se fueron de nuevo con una can– dela lo metielan al patio de al casa y cenaron la puer_ ta El lectOl 'podría echalnos en cara nuestra actitud en semejante caso, pela salimos una vez y se nos obli– gó a letiralnos mientras dos hombles pelmanecielon parados al pie de la ventana dUl ante todo ese tiempo Muy natural ela sentir el impulso de romperle la ca_ beza al muchacho; pela también lo era el tratar de evi– tar que cayel a sobre nosotros el odio de una cuadl illa que, aunque destrozada, todavía ela lo suficientemente fuerte pUla reítse de las autOlidactes del pueblo, y que podlía atalayarnos en los silenciosos caminos por don_

de tendlíamos que pasar Un funesto presagio había en este asunto que en un pueblo del Estado de San Salvador un homble osala amenazar públicamente con matar a otro por ser pmtidario de Morazán, era indi– cio de un desafecto en aquel Estado que me smpren_ día mucho más que todo lo sucedido. NuesÍlos cria– dos tenían miedo de ir a darle agua a las mulas y es_ to era indispensable A nosotros se nos previno que no fuél amos con ellos Por último, mientt as nos que– damos en la puel ta listos para acudir en su auxilio, ellos se fuel:m armados con sus pistolas Cuando pa_ sé pOI Izaleo la primela vez era éste un lugar muy hanquilo

A la m;¡.ñana siguiente, muy de madI ugada, sali– mos de allí y llegando a Zonzonate antes de almueJ_

20, nos fuimos düectamente a casa de mi amigo MI De Nouvelle Dos meses cabales haCÍa que yo lo ha– bía dejado y, salvo durante mi travesía en el Pacífico V mi enfermedad en Costa Rica

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yo no había disfruta– do ni un solo día de leposo

AbOla me encontraba solamente a cuatro días de Guatemala, pero las dificultades para seguir adelante el an mayOl eE que antes El capitán no pudo conse– guir mulas Nada se sabía de los movimientos de Mo– Iazán; las comunicaciones estaban interlumpidas, los negecios paralhados y el pueblo espelando ansiosa– mente noticias de Guatemala Nadie quería aventu– Ialse pOI los caminos. Yo estaba muy disgustado Mí complomiso con MI' Catherwood el a por tiempo limi– tado, la estación de lluvias se aproximaba y un mes de pél dida me impediría visitar las 1 uinas de Palen– que Considel aba más pI udente pI aseguir el viaje en tanto que las cosas estuvieran en suspenso, que más tal de cnando ya la guerra estuviera en todo su calOl La cuadlilla de Rascón me había impedido antes el viaje y nada difíciÍ el a que otros "Rascones" I esulta– ran después E1 capitán no tenía la misma urgencia que yo de seguir adelante No ela mi idea compro– meterme en riesgos innecesarios y por el camino no vacila lÍa en poner espuelas a mi cabalgadura POI fin, después de c:onsiderar el plaY el conh a del asun– to, decidí conseguir un guia a cualquier pI ecio y em– prender el viaje solo

En medio de mis perpleiidades negó a vel me un hombre, alto, flaco, español, cuyo nombre era don Sa– turnino Tinoeha (Tinoco) El era comel ciante de Cos– ta Rica en viaje para Guatemala, y, por consejo de sus amigos se habia detenido ya una semana en Zonzona– te Tenía los mismos deseos que yo de llegar planto a Guatemala y sus puntos de vista y opiniones eran exactamente iguales a los míos El capitán se mosha_ ba mdifel ente, pues en todo caso no podria salir a menos que cons~guiera mulas Yo le dije a don Satur– nino que de cualquier modo me ilÍa y él se encalgó de conseguir bestias para el capitán POI la tarde re–

gI esó con la nueva de que, después de 1ecal! el' toda la población no le había sido posible conseguir ni una mula, pela ofreció que dalía dos de las suyas de caIga para que llevaran los baúles del capitán, o que le ven– delía dos de su,:> mulas Yo le ofrecí prestarle mi ca_ ballo o macho y todo se arregló

En medio de los 1 umores de gueITa, el día siguien– te, l1ue ela domingo, fué uno de los más tranquilos que pasé en Centro América. Fué en la hacienda del DI' DI ivin, como a una legua de Zonzonante El a esta una de las mejOl es haciendas del país El doctor ha_ bía importado una glan maquinaria de vapor, que to– davía no hahía sido instalada, y se estaba plepalando pala la elabOlación de azúcar en mayor escala que cualquier otra de la nación El había llegado de la is_ la de St !CiUs, y antes de establecerse en este escon– dido lÍncón había vjajado extensamente por Europa y por todas las islas del Mar Caribe Conocía la A– mérica desde Halifax hasta el Cabo de HOlnos; pelO me SOl prendió al dechme que su mayor aspiración ela el poseel una ,:asa de campo en Morristown, Nueva Jelsey, con lo cual quedalÍan colmados todos sus de_ seos Por él supe que Jemmy, después de su desapari-

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