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clOn de Izaleo, había llegado a la hacienda en misela– ble condición y enfel mo de la campaña, y que actuaL mente se enronh aba en el puelto a bOl do de La Cos– mopolita, con rumbo al Perú

Al 1 egl esar a Zonzonate nos cnconb amos de nue– vo en medio del tumulto Dos de los pasajelos que había dejado el capitán D'Yrial te, 1 umbo a Guayaquil, Uegalon 'aquella tarde, directamente de Guatemala, con

la noticia de que Canela, con dos mil honlbles, ha– bía salido de la ciudad al mismo tiempo que ellos, en

malcha conha San Salvador Que Callera no sabía nada de la ploxhnidad de MOlazán; que sus tropas eran una desOl denada y tumultuosa JTIasa, y que al hacer alto a treS legu.ls de la ciudad ya sus caballos estaban cansados Que alU nuestros lnfolmantes se escabul1e– Ion y que conlO hes horas más Larde encontlalon ~l

ejélcito de MOlazán, en buen orden, marchando en fi_ la V con el mismo MOl azán a la cabeza, él y toda su caballelía desmontados, llevando del diestro a sus ca· ballos {tescos y listos pala una acción inmediata Que

MOlazán los paró haciendo que le ptesentaran sus pa– sapottes y cartas, y que ellos le habían infol mado de

la safida de las tlopas de Carrera y de su condición De todo lo dicho llegamos nosotros a la conclusión de que MOlazán los hablia atacado el mismo día, derro– tándolos y que ya debería estar en posesión de Gua– temala 'Desde luego consideramos estas noticias fa_ vorables pala nosobos, pues cOJúiábamos en que ya

los caminos estarían más seguros

A las ti es de la mañana del dia siguiente estáhamos

a caballo Un ton ente de fuego bajaba del volcán de Izalco, blillante pela empalidecido pOI la luz de la luna Anduv!mos dos leguas de buen camino V lle_ gamos al pueblo indígena de AguJsalco Nuestlas bes– tias venían soblecalgadas y una de las de don Satur– nino ya no podfa más Tlatamos de conseguir otras, o algunos indios cargadOles, pero nos fué imposible: na– die quelÍa moverse de.: su hogar Don Saturnino cargó su 1110pia mula de silla y anduvo a pie, y si no hubiera sido pOl su infatigable persevel ancia, todos babl íamos tenido que pararnos

A la una la ta1.de llegamos a Apaneca y nos a– peamos en una de las mejOl es casas, donde un viejO y su mujer se entargalon de preparalnos el almuerzo uestras mulas pI esentaban un aspecto lastimoso La mía, que había conducido mi liviano equipaje como una pluma desde La Unión, caminando con admilable

1 csistencia por todas partes, ahora temblaba toda ella y antes de qultel]e la caIga esperaba yo vella cae!. Nicolás y el aniero aseguraban que moriría, y el fiel bruto me mÍlaba lastimeramente como replochándome el haber PUf'sto tan pesada carga Sobl e sus lomos Traté de con'pral o de alquilar otla, pelo todas se las habían llevado a una o dos leguas de distancia del ca_ mino por dor.de pasaban las tropas

Se convino en que yo seguitía pala Aguachapa y quo Pl"OCU13Iía tener otras mulas listas pala ]a maña– na biguiente, pero mientras tanto el capitán concibió algunas sospechas del viejo y de su mujer y I esolvió no pel manecel aquella noche en el pueblo Por for– tuna mi mula levivi6 y comenzó a comer Don Satur– nino repitió su "stá bueno" con que nos animaba en todas nueshas pelplejidades del día, y detelminamos seguir adelante Ninguno de noson os tenia algún e– quipaje que quisiera dejar, porque seguramente ya no lo volvelía a ver jamás Cal gamos en consecuencia nuestras bestias de silla y proseguimos a pie Tan planto como salimos del pueblo empezamos a ascen– del. a la montaila de Aguachapa, la parte más 131 ga y peor del camino, quP. en ]a estación lluviosa requiere dos dlas pala atravesaria Una pendiente muy empi– nada qne encontramos al pi inclpio me hizo temblar por el lcsultado La subida ela como de hes millas, y en la propia cima, metida entre los 8,1 boles, estaba una henería d"'sde donde se dominaba todo el pano– 1ama atrás del pueblo, y por el otl o lado, hacia el de_ clive de la. mom:aña, el valle de Aguachapa El golpe del mal tillo y la tiznada cara del hell"eIO, P31 ecían

una profanación de la hel mosUl a de la escena Aquí terminalon nuestlas dificultades; el resto del camino el a para abnjo El camino uos conducía Pel' el filo de la montaña A nuesha derecha veíamos el borde

COl tado a tajo, y en el fondo del llano, como a dos mil pies de profundidad, mirábamos el lago y el pueblo de Aguachapa al frente En vez de diliglt nos en lí–

nea recta haria la población, lodeamos la montaña y llegamos a un campo donde humeaban unas fuentes tClmales El suelo estaba incI ustado con azufle, seco

y requemado pOl' los fuegos subterráneos En algunos lugares habh grandes Olificios por donde el vapor sal_ taba violentamente COll mucho ruido. y en atlas, glan– des pozas o lagunas, una de eUas como de ciento cin– cuenta pies de circunferencia, de agua color pardo obs– curo, hirviendo con monsu uosas bUl bujas de tres a cuatlO pies de altula, con las que Homelo podría ha– ber fOlmado los manantiales de Achelón Por todo el contolllO, en Ulla inmensa área, la tiella se encontla– ha en estado de comlJustióu, quemando nuestras botas

y asustando a los caballos; y hubimos de tener sumo cuidado con ellos para evitar que cayelan en las grie– tas A ciel ta distancia se encontIaba un manantial de agua sulfurosa

l

y siguiendo nosotros hacia aniba en–

cont18.mos UIla glan poza, le fOlmamos un dique con piedras y con ramas y disfl utamos del más lefrescan– te baÍlo de. agua caliente

Casi anochecía cuando entlamos a la poblaci6n fronteliza del Estado y punto avanzado de peliglo To–

dos esperab~n ansiosamente noticias de Guatemala Cabalgando hacia la plaza nos encontJ. amos con un nuevo cuerpo como de doscientos ¡¡soldados patriotas" uniformados y equipados. recibiendo la insb ucción de la talde, lo cual era una garantia contIa Ja tmbulel1– cla que habíamos obser vado en Izalco Su comandan– te, el cmonel Angoula (Angula), era el mismo que ha– bía deshozado a la cuadlilla de Rascón Todos se a_ sombraban de nuestlo plop6sito de ir a Guatemala, y era muy enfadoso y desalentador oír a cada paso los malos pronósticos para nuestlo viaje Nos encami– namos a la casa de la viuda de Padilla, amiga de don Saturnino, y la encontramos en grande aflicción Su .hijo mayor, que habíA tenido que hacel un viaje de ne– gocios a Guatemala, con su pasapOlte couespondiente, había sido aplesado por canela y hacía un mes que se encontraba detenido; y a más de eso había sabido -lo que se uataba de ocultársele_ que su otro hijo, un joven como de veintitm años, estaba agregado a la ex– pedición de MOlazán Nuestl"Q plopósito de Íl a Gua– temala ablió la fuente de sus pesal"es Se afligía por sus hijos, pe¡'o su mayor pena era por el más joven Lamentaba el que se hubiese alistado como soldado pOlque sabía de los hOllOles de la guena y, como si se tratala de un niño capeador, nos rogaba que le supli_ cálamos a lVIolazán que lo mandara a su casa. Toda– vía vestía ella luto por su padle, quien había sido ami– go personal del General MOl"a'l.án, y tenía además, tres hijas. todas jóvenes, la mayor de no más de veintitrés años casada con el coronel Molina, segundo jefe de las tlopás; todas e1las gozaban de fama en el país pOl su belleza y, am:.que las circunstancias de la noche me im–

pedían vellas detenidamente, pude darme cuenta que este era uno de los más elegantes e intel esantes gru– pos familiares que yo habia visto en el país La plimero que hicimos fué aVCligual si habían mulas El coronel Malina, yerno de la viuda, después de plocural disüadilnos de emplendel nuestlo viaje, mandó a averiguar si habrfa algunas, resultando que no encontralon ninguna de alquiler, pelo supimos que un homble tenía dos de venta y que había prometido Ueválselas por la mañana muy temprano Ya había– mos suflido !.nuchas molesUas sin que de nuesha paIte hubiésemos agl~gado ninguna, pero desgraciadamente. con motivo del mal estado de las bestias, se suscitó una agria disput9 entl e don SatUl ni no y el capitán Fué solici.tada mi intel vención por ambos lados V, al tratal de poner paz entre eUos, estuve a punto de que los dos se volviesen contt a mí. La disputa era tan violenta

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