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« Previous Page Table of Contents Next Page »que ninguna de las mujeres de la casa se dejó vel por la sala, y estaba todavía pendiente cuando el coronel
Malina fué Hamado por un mensaje del comandante Al cabo de media hOla legresó diciéndollos que acaba_ ban de llegar a la población dos soldados, y que infor– maban que el General M01azán había sido denotado en su ataque a Guatemala, y que todo su ejélcito ha~
bía sido destrozado Que acompañado de quince dra– gones había huido con dirección a la .costa y que todo
el ejé1cito de C;.lnera iba en su pelsecución Al prin_ cipio se pensó que tales soldados seIían desertOles; pero fuelon I:econocidos por algunos vecinos de la po– blación, y después de una cuidadosa investigación y,
calculando el tiempo transcUlrido desde el recibo de las últimas noticias, se dió crédito a 10 que decían La consternacíón que trajo la noticia a todos los de casa no es pal a describirla La denota de Morazán signi
N ficaba la lllllerte pala hijos y helmanos No Na el momento propicio para el frío cunsuelo que pudieran ofrecer los extranjeros y salimos
Nm~stl os planes quedaban deshechos; lo que yo más temía ela lo que habla sucedido, los soldados, que has_ ta entonces habían estado en una masa compacta, se desbandarían por los caminos, arrasándolo y barrién– dolo todo con la felocidad de la guerra de pal tidos Pero siendo ele noche nada podíamos hacer Nuestros hombres ya estaban durmiE:ndo y, no sin aprensiones, el capitán y yo nos retiramos a una habitación con puerta al patio Don Saturnino se envolvió en su pon– cho y se tenC!ió en el corredor
Nadie se desvistió; pero la fatiga del día había sido tan grande que yo pronto caí en un plofundo sueño
A la una de la mañana nos despel tó la voz del coro_ nel Malina que gritaba en la puel ta: 'ILa gentf;t vie–
ne!'~ Oímos el luido de sus espuelas y, a la luz de la luna, vimos el brillo de su espada y a varios hombres ensillando bestias en el patio Saltamos al momento
y él nos dije que procuráramos salvarnos; la "gente" llegalÍa dentro de dos horas a la población. Mi pri– mera pregunta fué: ¿qué se hicielon los soldados? Ya
se habían marchado Cada uno se pI eparaba para huír; él pensaba acompañar a las damas hasta algún lugar escondido y en seguida procuraría reunirlos Yo de– bo confesal ~quí que mi primer pensamiento fué: "que cargue el di~blo con el último" y ordené a Nicolás, que gimoteaba de miedo, ensillar las bestias para salir.
~l capitán, sin emb31go, objetó que el huír en tales momentos era identificalnos con los fugitivos y que si nos encontI aban con ellos sin duda nos rnat31 ían Don Saturnino propuso que mar chásemos dil ectamente has– ta una hacienda dos leguas más adelante; si los en– conb amos pOI ~l camino, decía él, creel án que somos viajeros; en su confusión nos dejarán pasar y de to– dos modos evitmemos los peliglOs de un saqueo ge~
neral y de los pillajes en el pueblo Yo aprobé la idea, pues mi pro:Jósito ela que nos pusiéramos en marcha, pero el capit5.n se opuso de nuevo violentamente POi desglacia él tenía cuatro glandes baúles llenos de jo– yería y de 0""10S objetos de valor y carecía de mulas para llevarlos Le hice vel la enmme difelenci~ que existe entie el precio de la vida y el de la plopledad, a lo que leo:;:pondió: que en esos baúles llevaba todo lo que para él el a de más valor en esta vida; que por nada del mundo lo dejaIía y que 10 defendélía hasta la muerte, y tomándolos uno por uno del corledOl los llevó al intclior de nuestro pequeño dormitoIio, cenó la puerta y imó que alli nadie entIalía sin pasal au_ tes sobre su C'adáver Yo pOI mi p31te lo veía todo con más calma y de ningún modo aprobaba el desesperado pI apósito del capitán; pero la vel dad era que yo me hallaba en muy distintas condiciones Mi lÍqueza con~
sistía en caballos y mulas, siendo esta
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por de pronto, la mejor inversión que se le podía dar al dinero; y con dos holas dE' de1antera yo habría desafiado a todos los cachulecos de Guatemala a que me agarraran; pero la detel minfl.ción del capitán me impedía poner a pI ueba la solidé'(, de mis razonamientos, y quizá, de to– das maneras 10 mejor selía esperar
Entlé a la casa en donde la viuda y sus hijas esta– ban empacando todos los objetos de valor y en segui_ da salí a la ('ane Las campanas de las iglesias sona_ ban espantosamente, y un hombre a caballo y con ban_ derola roja en la punta de su lanza, COIl ía por las ca– lles previniendo a todos los habitantes que hUYelan
POl todas pal tes se veían caballos ensillados fl ente a las puertas y hombl es con bultos a la espalda salien– do de sus casas, mujeres con Uos y paquetes llevando de la mano a Jos niños precipitadamente La luna brillaba con Rin igual esplendor; ni las muieres ni los niños lImaban; el terror más profundo se 1eflejaba en todos los rostros Me dhigí a la iglesia: el cura es_ taba en el altal recibiendo urgentes confesiones y ad– mimsil ando los sacramentos a los desvelltm ados ha_ bitantes eme en seguida huían de la población Vi a una poble- mndle que había peldido a su hijo y que an– daba buscándolo; pero sus amigos le decían apleSU1a~
damente "¡la gp.nte viene!" y la empujaban para que saliel a Una enorme fila de fugitivos, con sus bestias cargadas con grandes hultos, se movía desde la puerta de la iglesia y desaparecía POl detr ás de la cresta de la loma Fué la primera vez que vi el tenor operando sobre las multitudes y abrigo la espelanza de no vol– vello a ver jamás Regresé a 1& casa La familia Padi_ lla aunno había salido y la poble viuda ,estaba toda– vía aneglanclo sus paquetes Le dijimos al coronel Malina que se apresUlala, que como comandante él selÍa la plimeIa víctima El sabía el peliglO; pelO en
un tono de voz. que ponía de ma,nifiesto los hollares de una guelra de paltidos, nos diio que no podía de– jar allí a las jóvenes Pocos momentos después ya to– do estaba listo La viuda nos entregó la llave de la ca~
sa, nos despC'dimos encomendándonos mutuamente a Dios, y muy triste y silenciosamente salieron de la po– blación El coronel Molina permaneció todavía un momento con nosotros, aconsejándonos que huyéramos, diciendo que los enemigos eran asesinos y ladiones, que no lespetarían ni a nuestras pClsonas ni nuestros títulos y que, furiosos al encontrar la población desier.,. ta, se tOlnaria gU ira en contra nuestra Espoleó su
caballo y no le volvimos a ver jamás En el atrio de la iglesia quedaban sólo los ancianos, los enfermos y los inválidos La casa del cura también estaba llena de niños y de ,gente desamparada Por lo demás, no– sotros él amos los únicos que quedábamos en posesión
del pueblo
Apenas hacía una hora que estábamos en pie . No habíamos tenido tiempo de aveliguar algo con: lespec– to a las ti opas que llegaban. El gtito de alal ma era "la gente viene"; pelO nadie sabía más, ninguno se fi_ jaba en nosc,Ílos e ignOlábamos si el ejélcito de Ca– lTela estaba para llegar o si era sólo una banda de merodeadol es En el primer caso abtigaba yo la es_ pel allza de (lue Canera IlegalÍa con sus tropas y que no se hablÍa olvidado de mi levita de diplomático; me sentía satisfecho de que los soldados se hubiesen mal– cllado y de que los habitantes huyeran, pues así, no en– contrando r~sistencia ni habiendo dell'amamiento de sangre, no habl ía motivo alguno para excitar la fm ia de la indisciplinada soldadesca Nos dirigimos de nue_ vo a la iglesia Viejas y niños nos ladeaban admÍla_ dos de que no hubiélamos huido Llegamos a la puer_ ta de la casa del cura; la habitación era pequeña y es– taba repleto de mujeres ancianas. Tlatamos de ani– malIas, pela la vejez había peldid6 su locuacidad y esperaban su suerte en silencio Regl esamos a la casa entt eteniéndono~ en fumar y en ansiosa espectación El enemigo no llegaba., la campana cesó en su horrible tañido y, pOl fin, ya sentíamos deseos de que lIegman
pI anta y de que cuanto antes la situación se definie_ ra Salimos a observ31 escuchando atentamente; pe_ ro no se oía ni ruido ni movimiento alguno En ver_ dad ya estállamas cansados de espel al; faltaban to– davía como dos hOl as para que amaneciera Nos 1 e– costamos y, cosa extlaña, todavía pudimos conciliar el sueño.
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