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« Previous Page Table of Contents Next Page »CAPITULO 5
P).tOXIMIDAD DE LAS FVE).tZAS DE CARRERA - TERROR DE LOS HABITANTES - SV HUIDA– ltENDlClON DEL PUEBLO _ FEROCIDAD DE LOS SOLDADOS - VN BOLETIN _ DIPLOMACIA – UN PASAPORTE -UN DESAYUNO - UNA ALARMA - LA VIUDA DE PADILLA - UN ATAQUE – DERROTA DE .LAS FUERZAS DE CARRERA ~ TOMA DE 1"11, POBLACION I'OR EL GENERAL MORA· ZAN _ SU ENTRADA -llL HIJO DE LA VIUDA - VISITA AL GENERAL MORAZAN - SU APARIEN.
CIA, CARACTER' ETC - PLANES FRUSTRADOS.
El a ya muy entrado el día cuando despertamos, sin hélida alguna de machete y estando todavía en
tr anquila posesión del pueblo En' lo primero que pen_
sé fué en las ruulas; ya se habían acabado su zacate quedándoles pocas esperanzas ~e algo más para des_ pués, pero las f'nvié inmediatamente al '1 ío para que
bebielan agua. Acababan de irse cuando un muchaw
eho que salió de. la iglesia corriendo noS dijo que ya
se 3ptoximabala gente. "Nos apresmamos a regresar
con él, y los de,sdichados que enconhábamos en las
gradas, 'con nuevOs terIores, creyendo que nosotros
él amos amigos de los invasores, nos rogaban que los salvásemOS .. Seguidos de ti'es o cuatl o muchachos amedrentados, ;subimos al campanalio de la iglesia y desde allí vimos a los cachurecos a distancia, descen– diendo por el 'borde de la 10m-a en una fila, con sus mosquetes brIllando a los rayos del sol .Notamos que estos no formaban él grueso del ejército de Carrera sino aparentemente una compafifa explotadora; pero en todo' caso, ellos eran muchos para nosotros, y lo re– ducido de su húmei'o les daba. toda la apariencia de una banda de fOlajidos Todavía, tenían que atravesar una llanura 'para ascender a la colina 'en que estaba ediflcado el pueblo El badajo de la campana seencon– traba al alcancé de mi mano; le di un fuerte tirón y, diciendo a los muchachos que tocaran alarma, bajé rápidamente, Al salir de la Iglesia 'oímos los destem– plados gritos de las ancianas en ,la casa del cura" y los viejos y niños que estaban en las gradas nos pregunta_ ban si ellos también serian asesinados
Las mulas no habían regresado y, temeroso de que hubieran sido interceptadas por la calle, corrí haCÍa el i.'Ío y las encontré .que ya venían para la casa Mien", tras tanto, al final de la calle, un soldado se movía cau_ telosamente y, atisbando con cuidado en cada casa co– mo si s'ospechase de alguJlá traición, avanzó con una carta dhigidn al coronel, Angoula (Angulo) El capi~
tán le dHo, que podía buscar a ,Angoula en las monta'" ñas Le preeuntamos el nombre de su jefe, que cuán_ tos hombles le .?compañaban, y le dijimos que no en– conharía oposición pues que la población se rendida inmediatamente. Costó mucho que creyera lo que le deciamo!; del abimdono de la', población El General GUoroa (Figueroa) no sabía nada. había hecho alto a corta distancia, temeroso de hacer el ataque de noche
y esperaba una inmediata lJatalla Seguramente que a él no le agradaría tanto el evitarla como' a nosotros. El enviado legresó y al poco tiempo vimos aparecer, 'a lo lejos, la nuca de un caballo que salía de la calle transversal hacia la izquierda Un gl upo de soldados de caballería, turnados con lanzas, venían' en seguida avanzando por la calle y mirando a su alrededor como si todavía temieran una emboscada A los pocos mo_ mentos el. Gp.nel al Figoroa; montado en un pequeño y
fogoso caballo, sin uniforme, pero con silla militar de paño neglo; pistolas y espada de gumnición dOlada, que le daban. una apariencia muy guerrel a, apareció encabezando la vanguardia Al aproxim31se a nuestül puerta lo saludamos quitándonos el sombrero, C01res– pondiendo él a nuestro saludo Como 'cien lanceros te seguían, de a dos en fondo, con banderolas rojas en la punta de sus lanzas y pistolas en sus pistoleras Al pasar, un individuo de cara patibularia, mirándonos fieramente y empuñando su lanza exclamó: "¡Viva Carrela!" No habiéndole contestado nosotros inme'– diatamente, repitió su grito de tal manel a que nos vi_ mos precisados a responder más fucrte y satisfactOlia_
mente, y así antes que nosotros estuviéramos preveni~
dos de nuestla situación, cada lancero que pasaba, en
un tono de voz regulado por el estado de su ánimo y
a veces con amenazante ceño exclamaba ferozmente: ¡"Viva Carrela!"
La in.fantería era de peor ap¿uiencia que los lan~
ceros, pues en su mayor pal te eran indios anfu ajosos, medio desnudos. con sombreros viejos de: petate y des– calzos, ,armados con mosquetes, ,IUachetes, y muchos con anticuados trabucos españoles~ Ellos competían unó a otro en aspel eza y ferocidad y a veces hasta a– puntándonos cpn sus aunas nos gritaban: "¡Viva Ca_ lrera!" Nosotlos estábamos completamente deSpre_ venidos, no habia escape y creo qúe nos habrían ma– tado al punto si hubiésemos rehusado contestar a sus gritos Yo plocuré corresponder a mi dignidad, no res_ pondiendo en tono tan' alto como la urgencia del caso lo le.qu~J;'ía; pero de seguro que nunca había yo pasa_ dO. VOl una experiencia tan dura Don Saturnino ha– bía .tenido. la prudencia de mantenerse fuera del al_ cance de la vista de estos energúmenos; mas el capi~
tán, que había 'intentado luchar· contra estos hombres, nunca titubeó y cuando pasó el, último soldado todavía agregó Uh. exha "¡Viva Carrera!". Otra vez me sentí satisfecho de que los soldados hubieran salldo .de la población y que no hubiera habido lucha Terrible hubiera sido caer en manos de ,tales hombres, sedien~
tos de sangl~ y enfurecidos por la res~stencia ÁI lle.. ga,r a la plaza, lanz¡}l'on un ~rito general de "¡Viva <:jarrera!" y apliaron sus armas Pocos minutos des_ pués, unos cuantos de ellos vinieron ~n busca de desa– yuno, mas como no pudimos dárselo nos pedían medio o seis peniaues Poco 'a poco fueron llegando otros más hasta' 'que la habitación quedó repleta Ellos no habían tenido una gran ganancia con tomar el pueblo; no se habían desayunado, y allí no se conseguían víve~
leS Les pedimos noticias de Guatemala y les compra– mos varios ejemplares del "Ptüte Oficial", del Supre~
mo Gobierno, encabezado así: "¡Viva 'la Patria!11 ¡Viva el General Carrera! El enemigo ha sido cortl.. ¡Hetamente 'extermimldo en su ataque a la ciudad, la cual intentaba devastar El tirano Morazán huye ate_ lroriz,ado, dejando la plaza y las' calles llenas de cadá~
veres de hombres sacrificados a sus criminales' ambi· ciones Los· lJriucipales oficia.1es de su estado mayor hán perecido, etC Gloria eterna al invencible Jefe
GENERAL CARRERA y a las valIentes tropas de su
triando" Ellos noS dijeron que Carrera, con tres mil hOD:).bres, esblba en plena persecución En poco ti.em~
po la solicitud de medios o sixpences fué tan fl ecuentc que nO$otros, temerosos de que se creyese que tenía_ mos mucha plata, nos dirigimos a la plaza pala presen_ tarnos al genelal Fi~oroa y establecer las condiciones de nuestra 1 endición o, de todos modos
l
a "definir nuesha posición" LQ encontramos en el cabildo, muy a su gusto con un grupo de oficiales, blancos, mestizos y .l1mlavos, fumando B interlogando a algunos ancianos de 1'a iglesia acerca de los movimientos del COl onel An~
goula y de sus soldados, la hora de su salida y la di– lección qUe habían tomado. El era un joven -todos los hombres en aquel país elan jóvenes- como de treinta y dos a tj einta y tres años, vestía una levita co~
101' de tabaco y pantalón del mismo color; apeado de su aguellido corcel y sepalado de su banda de hom~
bl es con ap~,riencia de asesinos, se le veía todo el as~
pecto de un hombr e honrado.
Una de las peores cosas de esta guel'la civil, era
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