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« Previous Page Table of Contents Next Page »celca de la cabeza antes que hubiera tenido tiempo de desenfundal su pistola, habiéndose visto entonces en
mayor peligro que en toda su sangrienta batalla de Guatemala El coronel Cabanes (Cabañas), bajo de cuerpo, tranquilo, caballeroso, que el a el comandante de las tropas destrozadas en Hondmas, fué quien ini– ció el combate rompiendo su espada soble un lancero
y arrebatándole su lanza lo atravesó con ella hiriéndo– se la mano Un ioven alto, alegre y campechano, que estaba limpiando su espada ensangl.entada y secándola con su pañuelo, Se lamentaba de no haberles cortado la retirada, y otro de mediana edad, de aspecto tran_ quilo, que se limpiaba el sudor de la frente murmura–
ba que, si st1S caballos no hubieran estado tan canfia– dos habrían matado a todos sus enemigos Aún ellos hablaban solamente de mata!_; de tomar prisioneros ni pensarlo El verbo matar en todas sus inflexiones ha_ bía sonado tan repetidas veces a mis oídos que yo me encontraba sumamente nel vioso A los. pocos instan_ tes, la viuda de Padilla, quien supongo que habría es_ tado escondida en la vecindad, teniendo noticias de la aploximación d~l General Morazán, entró violenta_ mente gritando como loca y preguntando por sus hi– jos Todos respondieron que el mayor estaba con ellos; todos la conocían y uno en pos de oilo pusieron la mano sobre su hombro abrazándola lespetuosamen_ te, pero el joven que limpiaba su espada, envainándo– la, tomó a la señora en sus brazos, la levantó y la_pa;. seó alrededo:'.' de toda la habitación La pobre senara entre risas y lágrimas le dijo ?.l joven que era tan ma.. lo como siempre y siguió pleguntando por sus hijos
En este momento un hombre como de cuarenta años,
el único que no llevaba armas, con larga barba, pálido
y demacrado entró al patio La señora lanzó \In gri..:. to -y echándole los brazos al cuello; durante algunos momentos dE'scans6 la cabeza sobre su homblo Este era uno de ios prisioneros de eauera El General Morazán se había abierto paso hasta la plaza, y rom_ piendo las puertas de las cárceles, había puesto en: li–
bertad a los presos y. al ser lechazado, este hijo apro_ vechó la OpOl tunidad de huir también Pero ¿dónde se encontraba el hijo predilecto? El joven contestó que también había escapado y que estaba lible La se–
ñora le miró con desconfianza y, llamándole por su nombre de pila le dijo' que la estaba engañando, mas él cvnfhmó y juró que sí habia escapado, que él mismo le había proporcionado un cabano de remuda, que le había visto al oho lado de la barrera, que probable– mente estaría escondido en alguna parte y que pronto aparecería. Los otros oficiales no sabían nada de cier_ to: uno le había visto en tal parte y atto en tal otra durante la batalla y todos convenían en que el joven era el que mejor sabría todo esto, porque sus puestos estaban muy inmediatos uno a otro, y él, joven ar– diente y temer31io, el más querido amigo de su hijo y que amaba a la señora como a una madre, me dijo después que ahora ella tendría una noche de sosiego pues que muy pronto sabría la verdad; pero el herma;. no que milagrosamente se había salvado de la muei– te y en quien se veía que la sonrisa había desapareci– do de su rostro para siempre,' me dijo que él no duda_ ba que al hijo predilecto de su madre lo habían ma–
tado
Durante estas escenas el capitán y yo no fuimos pasados pol' alto El capitán encontró entre los oficia_ les a varios con quienes se habia relacionado en el puerto y supo que ohos ya habían hecho su última campaña Lo primero que pensó al encontlalse con ellos fué volvel y acompañarlos en su suelte, pero a– fortunadamente pal a mí, los baúles ya iban pOI delan– te El comprendió que no podlía escapalse Entre los que acompañaban al General MOlazán estaba el ex_sf.:cretario de Estado y de Guerra y todos los prin_ cipales funcionarios civiles y militares del destrozado gobierno general Ellos ya tenían noticia de mi nega_ da al país; era.esperado en San Salvador, me conocían por mi reputacién y muy pronto selÍa conocido pelSo-
nalmente; tuve 1 elaciones particulal mente con el ca,. lonel Zerabia (Saravia), joven como de veintiocho años de edad, bien parecido, valiente, de modales elegan_ tes y de inteligencia nada vulgal
i muy allegado al ge_ neral Morazán, de quien dijo, al referirse al ataque de Guatemala, casi con lágrimas en los ojos, que la Pro– videncia lo había salvado milagrosamente A menudo había oído hablar de este caballero en Guatemala, y su caso evidencia los tlistes resultados de la 1 uptura de los lazos !::ociales, producida por las guerras civiles Su padre había sido expatriado por el partido liberal ocho años antes y entonces habia sido general al ser– vicio del partido carlista en España Su madre y 3 hel_ manas vivían en Guatemala y yo visitaba su casa asi– duamente, quizá más que ninguna otra en aquella ciu_ mente, quizá más que ninguna otra en aquella ciu– dad, vivían a inmediaciones de la playa y mientras 1\10_
razán estuvo en posesión de ella, el COl onel había 3–
presUl ádose a verlas X en el calor de su entusiasta en– cuentro, mucho más acel bo por las circunstancias de haberse reunido en ocasión de un ataque a su ciudad natal fué llamado para entrar en acción; en el comba– te le matalO!1 su caballo, él mismo salió herido y 10glÓ escapar con los restos del ejército El me dijo, lo que yo estaba seguro que era la pura verdad, que sin duda ellas tendrían muy siniestras aprensiones con respecto a él; y me pidió que en cuanto llegara Guatemala, las visitala y les dijera que se encontraba sin ninguna novedad
Mienhas tanto, ~l General Morazánj temeroso de un ataque de C2lrera durante la noche, nos mandó a decir que se quedarían en la plaza. Entonces yo, a_ compañado por el coronel Zerabia fuí a presentarle mis-respetos all~ Desde su llegada yo me sentía com.;, pletamente seguro y ya no tenia temor de soldados in~
disciplinados Por primera vez ví algo que podía lla~
fiarse disciplina entre las tropas~ En la calle que con– ducía a la plaza se paseaba un centinela, con objeto de evitar que los soldados se desviar'an por la población; pero los pobres hombres era en lo que menos pensa.,. ban La población estaba completamente escasa de víveres y de todo; ni siquiera se conseguía pastma pa... ra las bestia::, Algunos de ellos estaban frente a la ventana del cabildo recibiendo en la copa del sombrero su escasa radón de pan duro de maíz; otro alrededor de fogatas comiendo de este miserable alimel1to, y la mayor parte acostados en el suelo, dl,ll mien-do ya Esta era la primel a noche que podían reposar, ' salvo' en campo enemigo
El: Genelal Morazán, acompañado de varios ofi~
ciales, estaba patada en el corredor del cabildo; una gl an fogata había enfrente de la puerta y sobre una mesa que estaba julito a la pared, una candela encen~
dida y valias tazas de chocolte. Era como de cuaren~
ta y cinco años de edad, de cinco piez y diez pulga~
das de estatura, delgado, con bigote neglo y barba de una semana con levita militar abotonada hasta el cue~
110 y espada al cinto Estaba sin sombrero y su fiso~
nomía era dulce e inteligente Aunque todavía joven, durante diez años había sido el primer hombre del país y ocho años Pl esidente de la República _ Se ha~
bía levantade' y sostenido por su pelÍcia militar y su valor personal, siempre conducía él inísmo sus tropas y había estado en muchos combates, siendo muchas ve– ces herido pero nunca derrotado Un año 3ntes, ambos pal tidos de Guatemala le habían pedido que acudiese en su ayuda, como el único homble que podía salvarlos de la destrucción .'Y de Cauera. En aquellos momen_ tos él se convencería una Vez más de la volubilidad e inconstancia de los pueblos Después de terminado su período plesidencial fué electo Jefe del Estado de San Salvadol, cargo que había renunciado, actuando entonces como comandante en jefe de las fuerzas del gobierno federal Acusado pelsonalmente y descono_ cida la autOlidad del gobierno fedel al, había marcha~
do contra Guatemala con mil cuatrocientos hombl es abriéndose paso hasta la plaza, cuarenta de sus me~
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