Page 76 - RC_1969_01_N100

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ba en el podel, ahOla le vuelve las espaldas en la des_

glacia y 10 lecibe con claros insultos por las calles Con algunos de sus oficiales que se consideraban su– mamente complometidos con él pala quedalse, se em_ barcó pal a Chile Mortificado por su confinamiento a bordo de lln pequeño buque, paró en Costa Rica y

solicitó pelmiso para desembarcar a algunos de sus compañelos No pidi.ó pelmiso para sí mismo pOlque sabia que le selÍa negado. Dejando a algunos de ellos allí continuó rumbo a las costas de Chile pala leunir– se con su familia Muy difícil ela pala un extranjero formarse un concepto cabal de un hombre público, en medio de las fieras pasiones de partido Al General lVIorazán se le acusaba de hostilidad hacia la iglesia y

de levantar empl éstitos forzosos Su hostilidad hacia la iglesia se justificaba por ser ella en ese tiempo un

paño funerar~o ::'obre todas las instituciones libres, de– gradando y destruyendo el espíritu cristiano en vez de levantarlo, y con lespecto a los empréstitos forzosos,

110 podía predci!ldirse de ellos con motivo de las cons–

tantes guen as. Sus peores enemigos confiesan que Morazán era un modelo en sus relaciones privadas y, lo que ellos consideran una no pequeña alabanza, que no era sanguinario Ahora él se encuentra caído y ex– patIiado, probablemente para siempre y bajo pena de muel te si regresa Todos los postrados ador adores de un sol naciente infaman ahora su nomble y su memo_

1 ia' pero yo verdaderamente creo, y sé que por mi a–

ser~ión me acarrearé la indignación de todo el partido central: digo qne veldaderamente creo que ellos han arroJado de sus playas al mejor hombre de Centro A–

mérica.

Los habitantes del pueblo elan adictos al Genel al lVlorazán, y un anciano nos trajo a su hijo, joveq como de veinte y dos años, para que fuera nuestro guía; pe_ ro cuando supo que 10 necesitábamos para que fuel a con nosotros hasta el Río Paz, nos dejó diciendo que iba a conseguir un caballo Esperamos una hOla has_ ta que el anciano reapareció trayendo un muchacho como de diez años, vestido con camisa y sombrero de paja y monhdo en un caballo en pelo El joven ya no apareCió porque temía hacer el viaje y se creyó que este muchacho correría menos riesgo Yo no me preo_ cupaba mucho por las noticias de robos y asesinatos; pero seguramente habría gran peligro de encontrarse con las tropas denotadas; desesperados por la derrota, de instintos sanguinarios, no muy amables con noso– tl0S antes y mucho menos ahora que nos habían visto londando PO': el pueblo en tan Clíticos momentos, nada difícil era que nos relacionaran con los movimientos de Morazán, y creo que al caer en sus manos nos ha– brían matado en el acto. Por otra par te, nos consolaba la idea de que se habrían alejado bastante durante la noche temeroso<=: de ser perseguidos y que, evitando el

camin~ real, probablemente ya habrían cruzado el Río Paz y ya en teuitorio guatemalteco, cada uno se ha– blía Úlo a su propio pueblo Además, como la derlota fué total, tal vez se habían juntado en pequeños gru_ pos de tres o cuatro y temelian tanto de nosotros co– mo nosotros de ellos En todo caso lo mejor era par– tir pronto y no espelar a que Carrera cayera sable la población

En medio de estos pensamientos poco gratos, nos despedimos de algunos de los oficiales que estaban pre_ sentes pata velnos partir y emprendimos el viaje a las nueve dt~ la mañana. Descendiendo de la meset_a en que estaba edificada la población, llegamos a un

etxenso llano a través del cual podíamos mirar a gran distancia, Y el que nos proporcionalÍa, en caso nece– sario, un buen campo para las evoluciones de nuestra caballería Pasamos el lago de Aguachapa, cuya be– lleza hubiera llamado nuestra atención al encontrarnos en otras ch cunstancias, y como nuestro pequeño guia pareciera vacilar. paramos en una choza preguntando por el camino Todos temían contestar a nuestras pre. guntas Los spldados de Figol'oa y de Morazán habían pasado por ahí, pero ellos no sabían nada Tampoco

sabían si algunos. soldados fugitivos habían pasado L,o .único que conocían era el camino del Río Paz Muy facll ela comprender que ellos no pensaban en otra co– sa, pero declan que eran gentes PObl es que estaban en el trabajo todo el tiempo y que ignoraban lo que su– cedía En media hora encontramos a tres indios con cargas de vasijas de ball'o sable sus espaldas Los po– bres, temblando, se quitaron el sombrero cuando les preguntamos si no habían visto algunos soldados hu– yendo pOI ahí Esto nos hizo pensar que bien podían creel que él amos oficiales de MOl azán en pel secución del enemigo y que 10 mejor sería no hacer más pregun_ tas de esta clase Más adelante encontramos varios ca–

llUllOS; el muchacho nos dijo que todos conducían al Rio Paz; pelo que como él nunca había caminado por ahí no sabía cuál era el verdadero Tomamos uno que nos condujo a un bosque y en seguida comenzamos a descender El camino era escabroso, muy lleno de pie_ dras y de muy fuerte desnivel Descendimos apl esu– radamente y pronto notamos que ninguna bestia habia pasado por él durante mucho tiempo Habían árboles tan bajos quP nos vimos en la necesidad de apearnos y de quitar las monturas a las bestias pata poder pa– sar Evidentemente este habría sido un camino anti_

guo pala ganado y sin duda hacia muchísimo tiempo que no estaba en uso. Descendimos algo más y en se_ guida les propuse que regresáramos Mi único argu_ mento era que yo creía esto más seguro, porque po– díamos llegar a tal profundidad que después nos fue– ra difícil subir. El capitán me dijo que yo era quien había escogido {'ste camino, que si hubiéramos segui_ do su consejo habríamos tomado otro y no que ahora era ya muy difícil el regreso Tuvimos un serio alter_ cado, pero afortunadamente, considerando que yo era el culpable, cedí y seguimos caminando hacia abajo hasta que tuvimos el placer de oír el rLÚdo del rio muy pi 6ximo Después de un penoso descenso llegamos a la orilla, enconti'andc que allí no había vado nÍ' señal de paso alguno para el otro lado

El 1'10 era helffioE1slmo El lado por donde noso– tros descendimos era una montaña casi perpendicular, y de ambos lados corpulentos árboles extendían sus ramas sobre el agua. Se llamaba el Río Paz, sólo que por hoyes el límite entre dos Estados que se hacen la más sangrienta guerra: Guatemala y San Salvador Los habitantrs del otro lado estaban en país enemigo y las derrotadas tropas de Morazán y de Figoroa ha– bían huído hacia allí en busca de refugio Caniinando alguna distancia río arriba encontramos un punto va– deable, lo atJ aw samas y en esa orilla encontramos un guacal que indudablemente había sido olvidado por alguno de los soldados derrotados . Bebimos en él un poco de agua, como si hubiera estado ahí para nuestro uso, y después lo dejamos en el mismo lugar para be– neficio de algún otro que llegara más tarde

Ahora ya nos encontrábamos en el Estado de Gua– temala, a la orilla de un impetuoso río y sin señales de camino por ninguna parte, y nuestra situación se ha– bía tornado más precaria que antes, porque aquí los solde.dos derrotados, considerándose más seguros, mu~

chos de ellos después de un día y una noche de fatiga, se echarían a descansar Fuimos al fin muy afortuna– dos, pues caminando a corta distancia entre los mato–

1 rales, dimos con una vereda que volvía hacia la iz–

qui€lda y terminaba en el camino real que subía del vado conocido Aquí ya dejamos a nuestro pequeño guía y seguimos en el camino real Cambió por com– pleto el aspécto del país: quebrado y pedregoso, no encontrando alma viviente hasta llegar a la Hacienda de Palmita También ésta palecía desolada; penetra– mos en al patio sin encontr al a nadie hasta que empu– jamos la puer ta de la casa El propietario era un an– ciano, contrli'tÍo a MOl azán; estaba sentado en la sala, donde habían dos sillas de montar, una de él y otra de su esposa, con dos bultos de ropa de cama, ya plepara_ dos para salir Pmecía lamentarse de que fuera de– masiado tar de, y con aire de sumisión respondía a

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