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« Previous Page Table of Contents Next Page »gio contrmio a esta máxima Por de planto mi tena~
cidad por obtener el pasapOl te de Figoroa nos había salvado; si hubiéramos esperado hasta tenerlo junto con las cartas para Carrera, ah01a nos encontralÍa– mos en una triste situación Podríamos haber escapa– do de. alguna violencia, pero neis hubiel an encetrado en el cabildo, donde hablíamos estado expuel?í.os a la fu– ria del populacho ignorante y fanático, excitado en a_ quellos momentos por las noticias de la victOlia de Mo.., lazán Y la denota de FigOloa Al preparar nuesho viaje pensamos que si nos tomaban prisionelos los ca– churecos¡ seliamos llevados a Guatemala; pela ahola nos dábamos cuenta que por el momento no había allí responsabilidad ninguna: el populacho obtaba enton– ces impulsivamente y nadie quería, en tales citcuns– tancias, salir dhectamente para aquella ciudad; lo más que hacían era viajar de pueblo a pueblo Terminada esta dificultad; el mayordomo noS prometió un guía para el pueblo inmediato, antes d~ aman.ecer A ..las tres de la mañana' fuimos despertaaos por el Cl uJldo del tlapiche Ec;peramos hasta la madrugada por el guía pero éste al fin no llegó; entondes nos despedi_ mos de nuesh o bondadoso hospedador emprendiendo la marcha selos El nombre de la hacienda es "San José", pelo con 'los apuros del viaje no supe el de su propietario . En' las constantes revoluciones de Centro America puede suceder que algún día él tenga que huír pala sa..var la vida, y quiera Dios que en sus mo_ mentos de angustia encuentre un cOlazón tan noble como el suyo! . ,
Como cinco leguas más adelante llegamos al Ran– cho de Hocotilla donde don Saturnino y nuestros hom– bre5 habían pel noctado. El camino nos condujo por una magnífica hondonada con un heunoso valle ~en el fondo y majestuosas montañas a los lados Pasamos por los t emotos caseríOs de Oratorio y León, pequeñas rancherías donde varias veces vimosmujeles con sus hijos que al vernos se escondían entre los matorrales Si pudiél amos desterrar las gúerras para siempre, es– te valle sería igual a los más helmosos de Suiza A las doce del día llegamos a una galela de cuatro' pos... tes con techó de pajón, ocupada por una avanzada de soldados CaChUleCOS Mucho nos habría gustado no encontrarnos con tales gentes, pero ellos no 10 supie_ ron pues'al verlos tuvlmos'buen cuidado de gritarles
"aI~igosi" Les preguntamos por Carrera diciéndo~
les: que esperábamos encontt"arle en el camino, que Fi– goroa nos había dicho qUé él v~ndría;. que. éste ~labía
enttado ya· en Aguachapa y, temendo especIal cUldado de no inform-át ¡es de su derrota, nos despedimos de ellos y seguimos adelant:e
A las doee nos acercamos al Río de ,los Esclavos, turbulento y noble ríQ, cuyo puente eS la estructm a más grande de Cenho _Amélica y un recuerdo de la dominación española Lo el uzamos y entramos al pueblo, simple colección de chozas situadas en la lÍ–
bel a fl ente á. una; cadena de montañas cubiel tas hasta la cima de helmosos pinos Sus miserables habitantes eran insensibles a tanta belleza y con sobrada lazón, cada expedición hostil entre Guatemala y El Salvador pasaba por el pueblo. Dos veces en una semana las hopas de Morazán habhm pasado por allí, los habitan_ tes llevando consigo todo lo que podían cenaban sus
pu~¡tas huyendo a la montaña La última vez, las tro_ pas de Mora7án ib~n tan escasas de plovisiones y te– melosas de la pClsecución, que las chozas fuelon des–
ti uidas y usadas para hacer fuego y los bueyes matados para comerlos en la calle a medio cocer sin pan ni tor– tillas
A las dos de la tarde emprendimos de nuevo la mar– cha y saliendo del pueblo nos enconttamos en un te_ rreno cubierto de lava. A las cuatto llegamos a la Ha– cienda Conal dE- Piedla situada en la clesta de una colina pedlegosa, con toda la apaliencia de un casti– llo muy grande, con iglesia y pueblo A pe!3ar de que estaba lloviendo no quisimos quedalnos aHí pOlque todos sus habitantes parecían estar bonachos Al la_
do de una casa nos saludó en voz alta un oficial ca–
ChUl~CO, tan ebrio que apenas podía tenelsc sobre el caballo Acelcándose empezó a contmnos cunntos sol_ dados de Morazán había matado; Poco antes de ano– checel y caminando por el p"osque, creyendo que nos habíamos peldido, s~limos al fin y contemplamos flen– te a nosotros los majestuosos volcanes de Agua y Fue_ go, oyendo a l mismo tiempo los saluelos y gritos de go_ zo que nos enviaban don SatUlnino y nuestlos hombres Habían acampado en un~ pequeña choza a la milla de una glan planicie, dand9 tiempo a las bestias P4la que pacieran Don Satmnino tenía mucha pena por naso tros, pelO no obstante había seguido su camino pensan– do que, en c.aso de algún accidente, podría selllos más útil estando en Guatemala. Ellos po habían encontla– do a MOlazáll y a sus tI opas po;rque, cuando pasman f)staban en la hacienda a .un ládo del camino, y tam~
poco sabían nada de la del1.'ota ,de Figoroa
. El ~'~ncho sólo; tenía una pe'queña habitación ape_ nas SUfICIente :mua el hombre y la mujer que la ocu– p&pan, pero afue).a había ancho campo. Después de
Ul~ pesado viaj e de más _de cincuenta millas y pensan– do que no estábamos más que a un día de Guatemala, P1 onto me dormí
A la mafíana sigu~erite una de las mulas se extra– vió " no ,la encontramos sino hasta las ocho POl la tnlde,. descendiendo de una eminencia, nos encontra_
hlOS_ en el vane de Guatemala.. Me pareció helmosí_ sima y nunc.a Cl eí que. tendría la dich& de volVerlo a vel Había terminado un viaje de mil doscientas mi– llas y aunque tn~ dieran todo el oro dlfl Pel Ú, no lo volvería. a haGer E:p. llegando, la ptimerq persona a quien encontré, fué a mi amigo don Manuel' Pavón Yo pensaba que &i Morazán hubiera tomado la ciudad ¿dónde esta1Ja este mi amigo? Canera no se encontra~
ba en GU,atemaJa; habia salido en pelseéución de Mo–
l azán, pelO en el camino. tuvo algunas noticias que le hicieron marchar sobre Quezaltenango Con bastan– te satisfacción me entelé de que ninguno de mis con_ CQllOcidos había muelto y más tarde supe que tampoco habían estado en el combate
Yo dí a Pavón las plimer:is noticias de Morazán
Nad~ sabían de él desde su salida de la Antigua pues
nadie había llegado, ~ún _dé por aquellds lugares, to_ da la gente estaba demasiado atefi101izada para em– prender un viaje y ]a chIdad aÚIi. no se 1 ecobrba del ten.or _A cada paso encontrábamos amigos que me felicitaban pOl mi regreso~ Se daban cuenta de que mi vida había .corrido peligro y el haber escapado mi–
lagrosamente cleó un lazo de afecto entlel1osotros Se me hacia duro pensar que,pelsonas tan amables y que me'reci~ían con tanto cariño, y ;;1 quienes yo mis_ hlO me _sentm feliz de volver a ver, hubiesen estado expuestas a ser expulsadas por Morazán Si tal hubie– la sido, ninguna de ellas estaría dándome 'la' bienve_ nida Muchas veces me vi obligado a detelierme pal a refetirles los acontecimientos de Aguachapa; cuántos hombres acompañaban a MOlazán, qué oficiales, si le había yo hablado" qué apatiencia ten,ía y qué era lo que decía Les presenté al capitán y cada uno de no– sotros tuvo su Brupo de 'oyeiltes El capitán, enton– ces, pala indemnizarse de sus involuntaiios "vivas a Can el a n en el camino, sintiéndose ya con libel tad de hablar entte ger!te bien ve!3tida Y ciyilizada, dijo que "si los caballos de MOlazán no hubieran estado tan cansados, todos Jos soldados de Figorba habrían muel to en el combate ll Desglaciadamente yo noté que nues~
has noticias hubieran sido mejOI lecibidas si se ttata~
la de leferir una derrota de Morazán, o de que estuvie_
1 a hetido o mue
1 to A medida que avanzábamos pudi– mos notar que las pmedes de las casas estaban matca– das con titos de fusil y las del flente de la plaza seve_ ramente dañadas Mi casa se encontt aba inmediata a la plaza y se me enseñaron tt es balas que habían qui– tado del maderamen para mostrármelas como señal de la batalla. Una hOl a después de mi negada ya había yo visto por mi9 propias penas, no me había imaginado
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