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« Previous Page Table of Contents Next Page »delante, en tanto que nosotros al'reábamos la mulé! A dos leguas de distancia llegamos al pueblo de San An drés Isapa Don Saturnino, blandiendo el pasaporte de Carrela, me presentó como El Ministro de Nueva York, exigiendo un guía, y a los pocos minutos un al– guacil trotaba delante de nosobos para el pueblo in~
mediato En esta población, b~jo igual lequerimien– to, el alcalde salió corriendo en busca de W1. alguacil, pelo no pudiendo hallarlo pronto, se atrevió a supli– car a don Saturnino que aguardase un momento Don Saturnino le dijo que debería ir él mismo, que Carre– la le COl taría la cabeza si no lo hacía; que el HMi_
nist1'o de Nueva YOlk" no podía estar ésperando Don Saturnino, lo mismo que muchos otros de mis amigos en aquel país, no tenia n01iones muy definidas con lespecto a titulas ni lugares Pasaba un hombre por casualidad, a quien el alcalde obligó al sel vicio y tI ató para aa.elante con el cabestro del caballo delantero Don 5atmnino lo hacia andar a prisa; cuando nos acel– cábamos al pue:":lo inmediato, divisamos soldados de nanera que reglesa1'an por el camino directo a Gua– temala recién pasada la atroz matanza de Quezalte– nango' Don Saturnino le dijo al guía que no pasara por la plaza sino q'ue marchara directamente t;tl pue– blo inmediato El guía suplicó, y don Saturnlllo co– lliendo, desenvainó su espada y lo amenazó con cor– tarle la cabIna El pobre hombre siguió trotando con los oios fijos en la espada levantada; y cuando don
SatUlllino se volvió h~eia mí con una explesión de Un–
ele Toby en el lastro, aquél thó al suelo el cabesbo saltó sable un cerco y corrió con dirección al pueblo' Don SatUlnino, sin desconceltalse, levantó el loznal, y espoleando su mula, siguió adelante El camino se extcndfa sob~c Ilna espléndida meseta, teniendo en al– gunos lugare::. fu. boles a cada lado pOl una gl an dis– tancia Mí'> ac'eJante tuvimos un tempestuoso agua– cela, y ya avanzada la tarde llegamos al borde de un inmenso ple~ipio, der.de el cual, a una glan distancia, vimos el molino, pal ecido a una fáblica de Nueva Tnglatena El descenso era muy escarpado y lodoso, sel penteando en algunos lugm es muy estrechos a lo largo de la pl ecipitada falda del ball'anco Había que tener mucho cuidado con las mulas; su tendencia ela hajar de lado, 10 que era muy riesgoso, pero en los lugares más empinados, manteniendo la cabeza dere– cha, podían rlesJiZ81 se en el Jodo varios pasos juntando las patas y sin caer
Ya enbada la noche, mojados y enlodados, y en medio de un fuel te aguacero Ileg~mos al molino El mayordomo el a
ID) costarricense. paisano de don Sa– turnmo, y afortunadamente. tuvimos un cuarto para nosabos, aunquf' estaba húmedo y fria Aquí supimos que Tecpan Guatemala, una de las ciudades en ruinas que deseábamos visitar, quedaba a sólo tres leguas de distancia, y el mayordomo se ofreció a ir con noso– itas por la mafízna
CAPITULO 9
COI\TINUACION DEL VIAJE. - BARRANc'AS. -.TECPAN GUATEMALA - UNA IGLESIA MAJES_ LUOSA - UNA PIEDRA SAGRADA. - LA ANTIGUA CIUDAD - DESCRIPCION DE LAS RUINAS _ UN MOI~INO. - OTRO TEMBLOR. - PATZUM. UNA BAFRAl\CA - FORTIFICACIONES. _ LOS ALTOS _ GODINES - PERDIENDO UN BUEN AMIGO. - ESPLENDIDO PAISAJE _ SAN ANTONIO.
- LA LAGUN4. DE ATITAN
POl la n'ai1.~na el mayordomo nos proveyó de ele_ gantes caballos y partimos temprano Casi inme_ diatamente r.omí'nzamos a subir del otro lado del ba–
J"J 311(;0 quc habíamos descendido la ~oche antes, y en 1d cumble entramos en una conhnuación de la misma hel masa y extensa meseta Hacia un lado, por alguna dist.mcia , había altos cercos de resguardo, donde CI ecían áloes, y en un sitio estaban cuab o en olena florescencia En una hOl a llegamos a Pat–
zúni, un pue-blo glande indfg~na Aquí toma!D~s otro camino a la derecha del caminO 1 cal para Mexlco por una especie ele vereda, pela el ca~po ela h~mo~o
y en pal tes bicn cultivado La manana el a VIgori– zante y el rlima como el nuesho en el mes de Oc–
tubre' La ip.me-nsa altiplanicie era como de cinco a seis mil pies de elevación, pero ninguna de estas a1– 1m3;'; se ha detC'lminado nunca Pasamos a la de–
l ('clla dos mDntículos tal como Se ven por todas par_ i.es en nuesh o país, ~r a la izquireda una inmensa ?a–
; 1 anca La !lleseta era plana hasta la misma ouIla, donde la tiefla parecfa habelse desgajado y hundido, V nosotros mil amos para abajo hacia un espantoso abismo de dos o tres mil pies de pl'ofundldad Los gigantescos :'ti boles que se. encontraban en el fondo de la inmensa cavidacl se rnnaban como arbustos AL
guna distancia más adelante pasamos una segunda de estas enOlmes batrancas, y en una hora y media lle_ gamos al pu~blo indígena de T_e~án Guatemala; Por alguna dista!lcia antes de llegar a él, el cammo se encontlaba sombreado por álboles y arbustos, enhe Jos cuales había áloes de treinta pies de altura La larga calle 001' donde entlamos estaba pavimentada con piedl3s de las ruinas de la antigua ciudad, Y
llena de indios bOll Bellos; y atravesando la calle pre_ cipitadamentp. iLa uno de ellos con los brazos ahe– dedal del cuello de una mujer Al extremo de esta calle había Hna hermosa plaza, con un gian cabildo, y
veinte o tteinta indios alguaciles en el cOlredOl con val as de auhlidad en las manos, silenciosos, en 'ti aje de gala de paño azul, pantalones abiertos en la lodtlla, y eaiJa con una capucha pal eelda a un albornoz árabe Inmediato a ést3. se encontraba el espacioso atrio de la iglesia, pavimentado con piedla, y la iglesia misma el a una de las más ~untuosas en el país Fue la se– gunda que s('- edificó después de la conquista La fa_ chada era de dos doscientos pies, muy elevada, con ton c::s y tOll <'ciHas plÍmOl osamente tOlnamentadas con figuras en estucü, y con una alta plataforma, sable la cual había indios, los plimeros que vimos en traje pintoresco; y con el amplio panorama del campo en delledOl, ela esta una escena de salvaje magnifi_ cencia en natUlaleza y en al te Nos detuvimos invo– luntm'jamente, v mienbas los indios, en mudo asom_ :Jro nos contemplaban, nosotros nos encontl ábamos pel'¡'H'ljlos de solplesa y admiración Como siempre don SatUlnino era el que iba adelante, y nos dhigi-': mos a la ca,';;a del padte, donde nos introdujeron a Ilna pequeña hahitación, con la ventana cell'ada y con un 1 ayo de luZ que peneh aba pOl la puerta, en la cual el padlc se encontraba dOlmitando en un sillón AntE.:s que hubiel a aolel to por completo los ojos don SatOl nino le dijo que habiamos llegado para vel las ruinas de la antigua ciudad, y que necesitábamos un guía, y le metió en las manos el pasapOl te de Ca_ ilela y la calta elel plovisor El padre era viejo, o:nrdo, 1 ¡ca y aehacoso, habfa sido cUla de Tecpán Guatemala dUlante heinta y cinco años, y no acos– tumbraba hacer las cesas aplesuladamente, pela nues.... ha amigo, sabiendo el obieto especial de nuesha vi– sita, con giBn fOlmaUdad y plesteza le dijo al padle que el Mmi.. tl'O de Nueva YOlk había tenido noticia en su país dp una notable piedl a, y que el provisOl y Can el a estanan ansiosos de que la viera El padre
1 espondió que ésta se encontl aba en la iglesia, y que
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