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« Previous Page Table of Contents Next Page »tada por una altiplanicie, y cabalgando muy celca a lo lalgo de sus bOl des mhamos para abajo haüia un abis– mo de dos o hes mil pies, y pronto llegamos a Santv Tomás Una multitud de indios se enconhaba leunida en la plaza, bien vestidos con tlaje pardo, y con largos
y negros cabellos, sin sombrero Todos los habitantes eran indios No había ni un solo homble blanco en el lugm, ni alguno que pudiese hablar en español, salvo un viejo mestizo que ela el secretalio del alcalde Lle– gamos a caballo hasta el cabildo y amallamos nuestras mulas flente a la puerta de la cálcel Grupos de catas villanes e;,¡tahan fijas en las ball as de las ventanas Preguntamos por el alcalde, le plesentamos el pasapOI_ te de Carrera, y pedimos sacaie. huevos y frijoles pala nosohos, y un guía para el Quiché Mientras se conse~
guían éstos, el alcalde y cuantos alguaciles pudielon en_ conhar lugm, sentáronse silenciosamente en un banco ocupado por nosohos Al frente se encontraba una nue– va picota (whipping-posi). No se habló ni una palabla; pero llevaron a un hombre junto a ella, con los pies y las muñecas bien amarrados, y lo elevar on con una cuelda que pasaba por una ;ranUla en la punta del pos– te Le desnudaron las espaldas y un alguacil, con un fuelte látigo de cnero en mano, se paló a su izquierdo Cada golpe dejaba una lista azul que levantaba un veldugón, del cual brotaba la sangre que le eSCUllía por la espalda El poble homble lanzaba gritos de agonía En seguida y en la misma forma esth aran a un. muchacho Al primer latigazo, .con un espantoso alarido sacudió violentamente los pies para sacallos de las cuerdas, y parecía que volaba haüia la punta del poste Lo asegUl310n nuevamente y lo azotaron hasta que el alcalde se dio por satisfechQ Esta era una de las leformas instituidas pOl el gobierno cenhal de Gua– temala El pal tido liberal había abolido este 1 esíduo de la baibarie; pela durante el último mes a solicitud de los propios indios, y en consecución del plan general pala lestaular los antiguos usos y _costumbres, nuevas picotas se habían levantado en todos los pueblos Ni uno solo de los seles brutales que estaban alIede.dOl pa– recía tener la más leve compasión por las víctimas En~
tre lOS af:C'ioTlact...:s había varios criminales, a quienes habíamos observado paseando por la plaza encadena_ dos, y entre ellos un hombre y una mujer harapientos, con la eabeza descubielta, con lalgos cabellos cayéll– dales sobre los ojos, encadenados junios de una mano y un pie, con fuertes barras entle sí para mantenerlos a distancia uno del abo Eran malido y mujer, quie~
nes, por vivir separados, habían ofendido el sentimien– to mOlal de' la comunidad. El castigo parecía un ver– dadero refinamiento de la clueldad, pero mientras du– lara sería un medio efectivo de prevenÍl una lepetición de tal ofensa
A las tres y media del a tal de, con un alguacil co_ rriendo por delante de nosotros y con Bobón trotando por detrás, emprendimos la malcha de nuevo, y cru_ zando una planicie suavemente ondulada, con la falúa de una loma a lo Jejos y hada la izqui€lda helmosa– mente cubiel ta de bosques, y que nos traía a la memo~
lia los paisajes de nuestra tierra, excepto que a la iz– quierda había oha inmensa bananca, COn glandes árbo– les, cuyas copas se encontraban a dos mil pies abajo de nosotros. Dejando un pueblo a la derecha, pasamos una pequeña laguna, Crll:?1amoS un bauanco y subimos a la llanma del Quiché. A alguna distancia hacia la izquierda se encuentran las 1 uinas de la antigua ciudad, la en oho tiempo grande y opulenta capital de Utatlán, COl te de los nativos leyes del Quiché, y la más suntuo~
sa descubiel ia pOl los españoles en esta sección de AH
mélica Era un sitio digno de sel la lesidencia de un linaje de reyes Pasamos por en medio de dos lagu_ netas, cabalgamos hasta la población, pasando, como de costumbl e, al convento, situado al costado de la igle~
sia, palando al pie de una elevada escalera de gradas de piedra Un indio viejo que estaba en el abio nos dijo que pasmamos adelante, y nosotros espoleando nuesh as mulas subimos pOl las gr adas, pasamos por el
cOlledor hasta una espaciosa habitación, e hicimos ba– jar las mulas POl aba gladelÍa a una patio cÍlculado pOl un alto muro de piedla Este convento fue el plÍ– mela eligido en el país POI los frailes Dominicos y da– taba desde el tiempo de Alvalaclo Fue construido en· teramente de piedra, con macizos mUlOS, y cOlledores, pavimentos y patio, suficientemenie sólidos par a una fOltaleza,pclo la mayOl parte de sus habitaciones se en contraban desoladas o llenas con desperdicios, una ser_
vía pala saeate, aba para el maíZ', y oha preparada co–
rno gallinero para las aves de coHal El padle se había ido a oho pueblo, sus habitaciones estaban cenadas, y a nosotros se nos mosÍló uoa contigua, como de treinta pies en cuadro, y casi de la misma altura, con pisos y paIedes de piedla, y completamente vacía a excepción de un quebrantado y curtido militar en un lincón, que reglesaba de las campañas en México Como nosotros no habíamos traído oha cosa más que nuestros ponchos, y las noches en aquella región son sumamente frías, no estábamos muy dispuestos a dormir sobre el piso de piedla, y con el sirviente indio del padle nos fuimos a donde el alcalde, quien, debido al poder del pasapor te de Canera, nos proporcionó la sala de audiencia del cabildo, la cual tenía en un extremo Una elevada pla– taforma con una balanda, una mesa y dos largos bancos Con lespaldo alto Contigua quedaba la cárcel, que ela solamente un espacio cenado pOl cuatro paredes altas de piedra, sin techo, y lleno con más del acostumbrado númelo de criminales, algunos de ellos, según vimos a través de la reja, estaban tendidos en el suelo, con unoS pocos trapos para cublirse, tiritando de flÍo El alcal– de nos proporcionó la cena y prometió conseguirnos un guía para las ruinas
I Po la mañana temprano, con un mestizo almado con una lalga espada guacaluda, quien nos aconsejó que l1eválamos nuestras armas, pues dijo que no debía– mos confiar de los habitantes, salirnos pala las luinas A corta distancia pasamos otra inmensa bananca, en la cual, pocas noches antes, un indio, perseguido POl los alguacHes, o cayó o se a11 ajó al abismo de mil qui~
nientos pies de profundidad haciéndose pedazos Co~
mo a una milla distante de la población llegamos a una hilera de elevaciones, que se extendía a gran distancia unida por un Jaso, que hablÍa evidentemente fOlmado la línea de fortificaciones de la ciudad en r uinas Es~
taban formadas por los lestos de los edificios de pie– dÜl, plobablemente tOlres, estando las piedras bien cor– tadas y caídas en conjunto, y la masa de escomblos al– rededor abundante en pedernales pala puntas de fle– chas Enil e ; sta línea había una elevación, que surgía más imponente a medida que nos acercábamos, cuadra_ da con terraplenes, y que tenía en el centro una tone,
co~ una altUI a total de ciento veinte pies. Ascendimos por gradas a tres espacios de terraplenes, y al llegar a la pal te alta entrarnos a una superficie limitada pOI -muros de piedra, y cubierta con cemento endurecido, en muchos lugales todavía pelfecto. De ahí subimos por gladas de piedra hasta encima de la tone, toda ella cubier ia con estuco, y levantada como una fOl taleza a la entrada de la gl.an ciudad de Utatlán, la capital del Ieino de los indios quichés
De acuerdo con Fuentes, el cronista del leino de Guatemala, los leyes del Quiché y Kachiquéles eran descendientes de los indios toltecas, quienes, cuando lIe_ galon a este país, lo enconhalOn ya habitado por gen_ tes de diferentes naciones Según el manuscrito de don Juan Tones, nieto del último rey del Quiché, qUe esta– ha en podel del teniente-general designado pOI Pedro de Alvmado, y que Fuentes dice habedo obtenido pOI medio del Padle Francisco V~squez, historiado}, de la orden de San Francisco, los mismos toltecas descendían del linaje de Israel, quienes fuelon libertados pOI Moisés de la tiranía de Féuaón, y después de ah aVCSflr el Mar Rojo, cayeron en la idolahía Pala evitar la reploba– dón de Mni:::{.s, o por temor de que se les impusieIa al– gún castigo, separálonse de él y de sus heunanos, y bao jo la dirección de Tanub, su jefe, pasal on de un conti
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