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tillo y que shviela de divelsión a sus amigos Si no era un prisionero de guerra, sino un esclavo comprado para el sacrificio. el dueño se llevaba el cuerpo con igual propósito Al traer a la memoria las bárbaras escenas de que el lugar había sido teatro, parece justa la sentencia que el sangriento altar hubiera sido de– rribado y la raza de sus ministros aniquilada. Era una fortuna para nosotros, en la agitada situa– ción del paí~" que no fuese necesario dedicar mucho tiempo al ex?men de las ruinas En 1834 se había Ve–

rificado una perfecta exploración por encargo del go~

bierno de Guatemala Don Miguel Rivera y Maestre,

un caballero distinguido por sus aficiones científicas y

anticuarías, fué El comisionado, y bondadosamente me proporcionó una copia de su informe manuscrito para el gobierno, trar.scrito por él mismo Este informe es completo y esmerado, y no dudo que es el resultado de un cuidadoso examen; pero no se refiere a ningún objeto de intf'réc; salvo aquellos que ya he mencionado Ellogr6, sin embargo, la efigie de la cual aparece una

vista de frente y otra de lado en el grabado opuesto,

y que sin haberme atrevido a expresar mi deseo de

obte¡l~rla él bondadosamente me la dió Está becha

de barro 'calcinado, muy duro, y con la superficie tan

bruñida como si fuera esmaltada. Tiene doce pulga· das de alto y el interior es hueco, inclusive los brazos

y 1M piernas En su informe al gobierno, don Mi–

guel lo llamaba Cabuahuil. o sea una de las deidades

de los antiguos habitantes del Quiché Ignoro bajo qué autoridad !p ha dado él este nombr.~, pero a. ~i

no me parece improbable que su sUposiclOn es vendi–

S3, y que a esta vasijc. ~~ barro víctimas humanas han

sido ofrecidas en sacrifICIO

Las cabezas que están en el gla~ado me las d~6 el

cura. (Fig N9 5) Sop de ~arro COCIdo; la de ~b~JO es

hueca y la de arriba es sólIda, con una superflcle pu– lida Son duras como la piedra y en manufactura comM

parabIes con figuras del mismo material fabricadas por

artistas de nuestros días

En nuestra investigación de antigüedades, noso~

tras consideramos este lugar importante, por el hecho

de que su historia es conocida y su fecha está deterw

minada Est~.ba en su máximo esplendor cuando Al,.

varado lo conquistó Demuestra el carácter de los edi– ficios que construían los indios en aquella época, y en

sus ruinas se confirman los brillantes relatos dados por Cortés y sus compañeros del esplendor y ostento en los edilicios de México. El punto hacia el cual diM rigiamos nuestra atención era a descubrir alguna se– mejanza con la13 ruinas de Copán y Quíriguá; pero nosotros no hallamos estatuas, o imágenes esculpidas,

d jeroglíficos. nI pudimos tener noticia que alguno se hubiese encontrado alll jamás. Si hubiera habido alll

tales evidelll'ias habríamos considerado estas reliquias

la obra de algún pueblo de la misma raza, pero en au– sencia de talps testimonios Cl"eemOS que Copán y Qui–

liguá fueron ciudades de otra raza y de una época mu– cho más remota

El padre nos refirió que treinta años antes. cuan– do él lo vió por vez primera, el palacio estaba comple-

to hasta el j(udin ~l estaba entonces lecién llegado de los palacios de España, y dijo que le parecía como si se encontrase otra vez en ellos. Poco después de su anibo, fué h~llada una pequeña imagen de oro y remi– tida a Zerabia, presidente de Guatemala, quien man– dó de la capita1 en busca del tesoro escondido. En

este registro destruyeron el palacio; los indios, excita– dos por la destrucción de su antigua capital, se levan~

taran, y ampnazaron con matar a los trabajadores a

menos que salieI an de la región; yana ser por esto, dijo el cura todas las piedras habrian sido arrasadas hasta el suelo. Los indios del Quiché tienen en todo tiempo mala reputación; en Guatemala siemple se ha– blaba de ellos como de un peligroso lugar para ser visitado; y el p9:dre nos dijo que ellos miraban cQn

desconfianza a éualquier extranjero que llegara a las ruinas En esos momentos estaban ellos en estado de general agitación; y acercándose a nosotros nos dijo que en el pueblo estaban de punta con los mestizos, dispuestos a degollados, y que a pesar de todos sus es– fuerzos apenas había podido detener un levantamien· to y matanza general Aun esta información nos la dió con una risotada Le preguntamos si abrigaba te– mores por si mic;mo Dijo que no; que él era quelÍdo

por los indios; Que h .. bía pasado la mayor parte de su vida entre ellos: y que todavía los padres estaban se– guros: los inoios los consideraban casi como santos Y

aquí Se rió Carrera estaba de parte de ellos; pero que si se les ponia en contra habría tiempo para huír Esto fué dicho y recibido con estrepitosas risotadas; y mientras más serio era el asunto, más ruidosas eran nuestras carcajadas Durante todo ese tiempo, el pa· dre hizo continuas referencias a libros y manuscritos, dando a conocet estudios anticuarios V profunda eru~

dición

Debajo de uno de los edificios había una entrada que los indios llamaban una cueva, y por la cual de– cían ellos que se podía llegar a México en una hora Yo me arragtré por debajo. y encontré un techo de

arco ovijal formado por piedras saledizas colocadfl<:; unas sable otras, pero me impidieron su exploración por la falta de luz y el padre gritándome que era la época de los tentblores; y él se rió más de 10 acostum~

braáo al ver la precipitación con que salí; pero de 1 e· pente se paró y agarrándose los pantalones brincaba por todos . lados gritando, "una culebra, una culebra" El guia y Bobón corrieron en su auxilio, y por un sim–

ple procedimiento, pero con gran respeto, trabajando uno de cada lado, se pusieron en buen camino de ase– gurar a la intru'5a; pero el padre no podía estarse quie– to, y con su' agitación y desosíego se desabrochó los pantalones y salió a luz un abultado saltamontes Mien_ tras Bobón y ·el guía. sin una sola sonrisa, lo restable– cían poniendo c3da botón en sU lugar, nosotros termi– nábamos con ur:a desenfrenada risotada a la memoria

de los desapazeddos habitantes y para todo sentimien

M to relacionado con las ruinas de una gran ciudad e uando regresamos a la población, el padre señaló sobre la llanura la dirección de cuatro caminos, que conducen, y que según él todavía están abiertos, a Mé– xico, Tecpán Gvatemala, Los Altos y Vera Paz

CAPITULO 11

EL !N'fERIOR DE UN CONVENTO - EL AVE REAL DEL QUlCRE - LENGUAS INDlGENAS. - EL PADRE NUESTRO EN LENGUA QUlCRE. - GUARISMOS EN L,~ l\lISMA LENGUA - IGLESIA DEL QUlCRE - SUPERSTICIONES INDlGENAS. - OTRA CIUDAD EN RUINAS. - TIERRA DE GUERRA. _ LOS ABOIUGENES. - SU CONVERSION AL CRISTIANIbl\IO - ELLOS JAMAS FUERON CONQUlS· TADO,;, - UNA CIUDAD HABITADA _ TRADICION INDIGF.NA CON RESPETO A ESTA CIUDAD. – PROBABLEl\lENTE NUNCA HA SIDO VISITADA POR LOS BLANCOS - PRESENTA UN MAGNIFICO CAMPO PARA FUTURAS EMPRESAS. - NUESTRA PARTIDA - SAN PEDRO. - LA VIRTUD DE UN PASAPORTE. - UN ASCENSO DIFICIL. - PAISAJE EN LA MON'fA"<A. - TOTONICAPAN. - UNA EX.

CELENTE COMIDA - UN CAMPO DE ARBOLES. - LLEGADA A QUEZAL· TENANGO.

Ya €la tarde cuando regresamos al convento El to, para evitar que las mujeres echalan dentro las co– buen padre !ie lnmentaba de no haber estado en casa sas en confusión Cuando entramos se hallaba en al'. cuando llegamos. y dijo que él siempre cerraba su cual' den. como él lo llamaba; pero este orden era de una

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