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r
La habita~
clón contenía una mesa sillas y dos canapes, pero ahí no había un hlgf.T desoc~pado ni aún sobre la mesa pa– ra sentarse
;J prl a poner el sombrero. Cada lugar se encotluaba estorbado por distintas cosas, de las cua– les cuatro botel1as, una ampolleta de mostaza y otra
de aceite, p('dazcs de. carne, tazas, platos, una ,salsel a, un gran terrón c.e azucaro un paquete de sal, mmerales y grandes piedras, cáscaras, arte!actos de .~lfareria, ca– laveras, queso, libros y manuscrItos tamblen formaban part€:. En un estante sobre su cam~ eS,taban ~os que. zales disecados, el ave real del QUlche, la mas bella entre las que vuelal1, tan Olgullosa de su cola que con~
h'uyc su nicl.o con dos aberturas, para el1:~ar y salir sin volverse y cuyas plumas no ela permItldo que se U3aran salvó por la familia real
En medio de esta confusión, una esquina d~ la me_ sa fue desocupacla para comer La conVelSaClÓl1 COl:>-–
tinuó en la Plisma no interrumpida corriente de sabI– duría investigación, sagacidad y sátira de su parte De
los a~untos poHticos se hablaba en cuchicheos cuando algún criado estaba en las habitaciones. 11na risotad: era el comentarlo so'bre cada cosa, y al, anochecer. no.•
e~tcontrábamos nbismados en los misterIOs de la lusto.
1 ia indígena
Además de Ja lengua mexicana o
azteca habl~da
por los indio:::: pipiles v. lo largo de la costa del PacíflCo, existen veinticuatro dialectos peculiares de Gu~te~ala
Aunque al?,unas vece~, llevando tan J!lar,cada slmllitu.d en algunos de sps modismos; que los ludIOS de una tri–
bu pueden entender a los de las otras, en general los padres, despu.és de afias de residencia, pueden h~blal
únicamente la lenguá de la tribu entre .Ia cual. Vlven Esta diversidad de lenguas me ha pareCld~ un !nsuP~
rabIe impeditnento en el camino de cualqt.pera, InvestI– gación completa y para el estudio de la hIstorIa Y tra_ dICiones indígentis; pero el cura, profundo en todo lo relativo a lo~ indios, nos dijo que el quiché era la len–
gua madre v que familiarizándose con ella, las otras fácilmente' ':iP ;apl~ndcn Si esto es verídico, que.da a– bierto un nuevo y el más interesante campo de tnves· tigadón Durante tu.do mi viaje" 8;ún en Guat~mala,
no pude conseguir nInguna gramabca. de un. dUllecto indígena, ni ningún manuscrito Yo hICe varios voca– bularios, los cuales no he pensado que yalgan la 'Pena de publicarse: pero el padre tenia un lIbro prepa,r~do
por alguno de lus primeros padres para el culto. dIVInO en la iglesia del cual prometió hacer una copla paI a
mí y remWrla a un amigo en Guatemala y del que yo
cop~é el Pad-e Nuestro en lengua quiché Este es co_ mo sigue: . .
Caeaban cmeah lae coni vtzah. Vcahaxbzaxle 111a·
yih Bila Chipa fa .pa Cam ahauremla Chibantall. A:
huamla Uaxate Chlyala Chlqueeh hauta Vleus qUeheXl Caban Chieah. Uaeamic Chiyala. Chiqueeh . bauta Eihil Caua. Zachnla Cámae quehexi Cacazachbep ou;, Mee Xemocum Cbicrueeh: moho Estac:hcula maxa Ca. pabic Chupamtah Chibal mac xanare Cohcolta la ha Vonohel itgel quehe Chucoe. Amén.
Añadiré los siguientes números tomados 'del mis~
mo libro:
Hun, Uno.
Quieb, Dos, DJdb. Tles. QnieheIJ. Cuatro.
800&, (,-ineo
Uacacguil, Seis.
V~uib, Siete
Uahxalqnib, Ocho. Beleheb, Nueve. Lahuh, Diez.
Hulahuh. Onoe Cahlahuh. Doce. Dxlahnh, Treee Cahlahuh, Catoree
Hcolahuh, Quince. Uaelaht1h, Diez y seis. Velahuh, Diez y siete.
Uapxaeluhub, Diez y ocho. Belehnlahuh, Diez y nueve Huuinat, Veinte. Huuinachun, Veintiúno. Huuillaehlahuh, Treinta.
Caninac, Cuarenta. Lahuh Raxcal, Cincuenta Oxcal. Sesenta
Lahuh Uhumuoh. Selenl•. Humuoh, Ochenta. Lahuh Rocal, Noventa.
OeaJ, Cien.
Otoe Rox Ocob, Un Mil.
::;i hay alguna al.alogía enhe esta lengua y la de
alguna de nuestras tlibus indígenas, no lo sabré decir. Para el hombre que no haya llegado al período en
que unos pocos años se adivinan por sus dientes y ca. bellos, no sé de otro lugar donde, si el país se tran.. quiliza, pued:m rasarse algunos años con mayor pro. v0cho que en Santa Cruz del Quiché, estudiando, por medio de su lengua., el carácter y la historia tradicio· nal de los indios; porque aquí todavía existe,_ en mu_ chos respectos, un pueblo primitivo no cambiado por el tiempo y apes:ado a los USos y costumbres de sus antepasados, y aunqup el esplendor y magnificencia de los templos, la ostentación y pompa de las ceremonias leligiosas, afecta su ruda imaginación, nos dijo ~l pa– dre que:, sus corazones estaban llenos de supersticiones y touavía idólatras; que tenían sus ídolos en las mon– taílas y barrancas, y que en silencio y secretamente practicaban los ritos recibidos de sus antepasados El
Se vda cOllsheúido a tolerados, y allí estaba una prue_ ba que müaba todos los días La iglesia.del Quiché está edificada de Oriente a Occidente. Al entrar a cUa para ví~rert1s los indios siempre se inclinan hacia el poniente t>n reverencia al ocaso del sol Nos refirió, atiemás, lo cuall'equíere confirmación y que fuéramos bastante curiosos para juzgar por nosotros mismos, Que en una cu~va inmediata a un pueblo circunvecino había calaveras mucho más grandes que el tamaño natural
y que eran ven€! adas con supersticiosa reverencia por los indios. El las había visto y atestiguaba sus gigan– tescas ctitn('nsiones Que una vez puso una moneda en la entrada de la cueva, y un año después encontró que
todavía eswaha en el mismo lugar, mientras que, dijo él, si la hub~era dejado sobre su mesa, habría desapa.
1 ecido con el primer indio que. entrara
'Todos lo~ modalep del padre eran ahora diferentes; Su aguda scitira "J su. risa habían desaparecido Allí ha– bía hastante int{>~··és acerca de los indios para ocupar la mente y excitar la imaginación de quien se reía de
cualquier ot1'a c!:'sa en el mundo; y su entusiasmo, 10
mismo que su risa, era contagioso. No obstante nues.
tI a prisa por llegar a Palenque, sentíamos un vehemen·
te deseo de seguirle.; la huena en la soledad de sus montañas y plofundos barrancos, V espiarlos en el cum– plhT!Iento de sus idolotricos ritos; pero el padre no nos dio ningún t'3tíreulo En efecto, él se opuso a que nos
demoraramo~ otro dia, aún para visitar la cueva de las calaveras No se exc-usó por hacernos salir precipita_ damente El vivia en una no interl umpida soledad, en la monótona 1 utina de sus ocupaciones, y la visita de un €xhaño era ';Jara él un evento de los más placen–
t~ros; pero había peli.gro en nuestra permanencia Los indios se encontraban en un estado de efervescencia: estaban ya ir.quidendo par~ qué habíamos llegado y él no podlÍa rt>sponder por nuestra seguridad Dentro de pocos meses, quh'ás, podría haber pasado la excitación, y entonces pod"íamos regresar, Amaba las materias en que estábamos interesados, y se unÍlÍa a nosobos en todas· nuestras expediciones y nos ayudaría con to da su influencia -
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