Page 109 - RC_1968_04_N91

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mente interesante a este respecto. Dice saber que en

Gran~da estaban muy disgustados por los últimos camblO.s de empleados en el ramo de Hacienda. A los granadmos !lf! les había caído bien el nombramiento de Juan EllglO para Ministro de Hacienda' ni otros recaídos en Nicasio del Castillo y en Jacnt~ Chama– rra) y el de Mateo Espinosa para la Receptoria de Lean A. Mayorga no le parecían buenos estos nom– bramientos; pero urgía hacerlos y eran pocas las per–

sona~ entre las que se podía escoger con aclerto. Contmuaba en su carta el Ministro Mayorga desa– probando que en Granada se levantara una grita tan tremenda contra el Director Supremo, quien "podrá haber andado desacertado, pero lleno sí de las más sana y patriótica intención. Esa grita -seguía- des– virtúa al Gobierno; y los granadinos, lejos de pro– curar su desprestigio, debían trabajar todos unidos por rodearle de opinión y buen concepto. Es tanto el desagrado que ha causado al Sr. General Director esa crítica ligera de los granadinos, que estaba en disposición de dejar el mando y llamar un senador; yo le hice reflexiones, y por último le dije: "Si Ud. sale, yo también; admítame mi renuncia, y después haga lo que quiera". Esto lo calmó bastante, y pare– ce que todo se reducirá a quedarse en silencio el po· bre Director. "Es difícil, Joaquincito, contentar a to– dos, y es tanta la inconsideración, que no piensan que un Gobierno, rodeado de mil dificultades, de ar– duos y complicados negocios, solo y aislado, pues ca– rece hasta de hombres pensadores, su susceptible de equivocarse, y que es acreedor a que no se disimulen sus pequeños desvíos".

A principios de noviembre de 1353 se descubrió la conspiración y quiénes eran sus jefes. No sólo se trataba de levantar una revolución sino también de destacar asesinos que atentasen contra la vida del Director Supremo y sus Ministros. Amigos del Go– bierno como el Gral. Francisco Peñalba, Félíx Her– nández y otros dieron parte pormenorizada al go– bierno de lo que les habían comunicado algunos de los qua asistían a las reuniones clandestinas, Fruto Chamarra no precipitó su acción con los primeros in– formes. Procedió con calma a reunir las pruebas; ordenó que proveyeran de lo necesario a los testigos para qué viniesen a Managua. Así lo hicieron espon– táneamente el Teniente Coronel Laureano Zelaya (a) Cachirulo, y el Capitán Liberato Fonseca (a) Pe– lón. En Managua fueron interrogados por el Ministro Mayorga, y luego a la presencia del Director, ante quien asimismo depusieron sobre la existencia del complot, sus directores y sus intenciones. Chamarra les dio seguridades de que no revelaría el nombre de Jos denunciantes para ponerlos a cubierto de ven– ganzas, y ordenó el arresto de los comprometidos. Fueron capturados en León el 16 de noviembre de 1953 y llevados a Managua, el Dr. Máximo Jerez, los Coroneles Francisco Díaz Zapata, el El'. Manuel Cisneros y José María Valle. Comandante del puerto del Realejo, nombrado. por Fruto Chamarra. Los de– más que resultaron también complicados, el Lic. Francisco Castellón, el Coronel Mateo Pineda, el Ca– pitán "Esteban Valle, el Lic. José Guerrero, lVIatías Somarriba, José Salinas y el Br. Coronado lVIorales pudieron escapar.

Según la proclama de Fruto Chamarra (21. XI.

1853), estaba descubierto q,ue los conjurados inten– taban seducir a los soldados con promesas y apode– rarse así del cuartel de León; luego pasar a Mana– gua a derrocar al gobierno, precedidos de sicarios en– cargados de asesinar al Director. Supremo y sus Mi– nistros; pero en Managua no pudIeron encontrar hom– bres tan perversos para aquella nefanda empresa. Esto, y los nombres que hemos mencionado como au– tores del complot, resultaba "bastante probado en el al'ch;vo secreto del Gobierno".

Esta reserva tenía por objeto garantizar a los testigos que habían descub;erto el siniestro plan, con· tra una "Logia" que se había formado en León, cuyos miembros estaban ligados con juramento de castigar

con la muerte a los que denunciasen la conspiración. Fruto Chamarra manifestaba que no había motivo de conspirar y menos de volver al país al caos del desor– den. "En los empleos públicos -decía- están colo– cados hombres de los distintos colores políticos del país, y algunos hay que personalmente me aborrecen". Mas si se alega el derecho de insurrección etse "mal entendido derecho" no es exclusivo de algunos pocos

y cuando un pueblo tiene los recursos de la petición

y el sagrado del sufragio, ¿podía apelar a la insu– rrección?

Mientras Máximo Jerez guardaba cárcel en lVIa– nagua, pidió recado de escribir para defenderse. Fru– to Chamorro le mandó tinta, papel y pluma con que Jerez redactó su defensa, o mejor dicho sus desaho– gos contra el Director Supremo. Este, ¡'probo en la m.ás alta acepción de la palabra --dice Anselmo H. Rlvas_, y dotado de un eminente espíritu de justi– cia, incapaz de torcerse en ninguna circunstancia ni aun en causa propia, ni aun cuando estuviesen en juego intereses de su familia y amigos, no tenía re. celo en exponer su persona y sus actos públicos o pri– vados al examen crítico de sus conciudadanos".

y por eso, no obstante estar en "términos violen– tos e irrespetuosos", como dijo la dirección del pe– riódico del gobierno, Fruto Chamarra. mandó a publi– cal' al escrito de Jerez en el alcance número 98 de la "Gaceta Ofícial de Nicaragua".

Este escrito de Jerez está muy lejos de llevar a nadie la convicción, ni siquiera la duda, de su ino. cencia. Desde luego alegaba que no .habia participado en una conspiración que calificaba de "Imaginaria". Manifestaba no estar de acuerdo "con las restrlccio– nes con que el Sr. Chamarra reduce el derecho de insurrección". descubriendo así uno de los motivos de la montonera que desataría en breve como antitesis de la consigna del orden proclamada -por Fruto Cha– marra; afirmaba que éste "dice falsedad" al impu– tarle "horribles crímenes"; los hechos excecrables y ofensivos que Chamarra le acumulaba "pal'ecen in– ventados por un corazón muy perverso, incapaz de concebir la virtuud"; terminaba desafiando a Chama– rra para que obstentara las pruebas de su archivo secreto, porque estaba seguro que las desvirtuaría si se sometía a un examen legal.

4. IEXJP'1UlL§JION DIE LOS CON§PJIRáDORlES

El 28 de Noviembre de 1953 el gobierno dictó sentencia. Por medio de un acuerdo de esa fecha, y habiendo considerado la necesidad de remover las causas que ocasionaban la alteración del orden pú– blico, y hasta teniendo en cuenta el menor perjuicio de los que intentaban envolver la sociedad en "la discordia y la anarquía", el Gobierno, fundado en el Art. 135 N9 1, de la Cn. vigente, y en la ley del 6 de agosto de 1851 que ordenaba al Poder Ejecutivo "restablecer el orden público, valiéndose al efecto de los medios que tenga por conveniente", dispuso sacar del país temporalmente a Díaz Zapata, a Valle y a Cisneros "por la frontera que elijan". A Valle se le modificaría esta pena "si entregase las armas que es notorio extrajo de los cuarteles". Se refería el acuerdo al armamento que el 11 de noviembre de

1851 había recibido del Gral. lVIuñoz y demás revo– lucionarios de aquel año, y que en lugar de restituir a los arsenales del Estado, retenía indebidamente. Por no haber hallado culpa en Salinas, se le dejó en libertad; y porque a Jerez no se le encontró muy cul– pado, se le confinó al Distrito de Acoyapa. Pero al día siguiente se acordó, a solicitud suya, dejarlo en libertad de salir del país o residir en Acoyapa. A pe– tición de los reos, y por juzgarlo justo Fruto Cha– marra, el Estado les proveía de cincuenta pesos en plata para sus gastos.

En todo esto se siente la justicia y suavidad de Fruto Chamarra para tratar a los perturbadores, ya que no le guiaba más interés que el de preservar la paz y la tranquilidad, como lo había jurado solemne.

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