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fuerza que defendería el Depal'tamento; que dejara simpre en El Realejo una guarnición considerable, con orden de retirarse a Lón por el Polvón, caso de no poderse sostener en aquel puerto.

El Presidente aprobó la disposición del Prefecto de León de haber destituído al guarda de Playa Gran· de y haberlo repuesto con Carlos Calvo; lo mismo que la medida de colocar en Somotillo cincuenta hombres con dos oficiales al mando del Capitán Lorenzo Ar–

tiles.

En otra nota a las autoridades de León, Fruto Chamarra aprobaba la prisión de Mateo Luna y Es:– teban Góchez por conspiradores, y ordenaba qu~ se instruyera información para averiguar si José Salinas continuaba metiéndose en conspiraciones con el her– mano de SalaZ'ar, y si resultaba que así era, que se derogase el acuerdo que se había dado en favor de Salinas. .

Ya hemos dicho en el capítulo antenor _que, a pesar de todo el auxilio que Chamarra presto a C~'

bañas para impedir las represal~as de Carrera) en NI– caragua se desconfiaba del gobIerno hondureno, Y se había mandado a reforzar Jas guarniciones de esta fron tera, y Emiliano ~uadra comUI~icó a ~hamorro q~e

desde ellO de nOViembre del ano antenor estaba 1 e-c1utando gente. " . .

En fin, Fruto ·Chamorro VIVIa OJO aVIzor ante los movimientos de sus enemigos y sólo esperaba que apa– reciesen para caerles de sorpresa.

2.-EL PRESIDENTE CABAÑAS DA. APOYO

No bien llegaron los expulsados de Nicaragua a Honduras, comenzaron a trubajar el ánimo del Pre· sidente Cabañas para volverlo contra Fruto Chamarra

y decidirlo a apoyar una revolución. Pero a Cabañas lo detenían varios motivos.

En primer lugar, no era décoroso ni conveniente hacer la guerra a un gobierno que le estaba ayudando a detener a Carrera, listo siempre a combatir contra su viejo enemigo y perturbador Gral. Cabañas. Rom– per con Chamarra hubiera valido tanto como provocar otro enemigo a sus costados y crearse dos frentes de combate a la vez. En segundo lugar, no tenía sufi– cientes armas, a causa del mismo conflicto con Guate– mala; y por último, no existía motivo obstensible para romper con quien hasta entonces cumplía sus deheres de aliados, ya que intervenía como mediador y decla– raba que estaba listo a auxiliar con tropas a Honduras una vez llegado el caso previsto en el tratado Cas– tellón·Velásquez, del 20 de agosto de 1851.

Pero al fin Cabañas salió airoso del conflicto con Guatemala, gracias a la mediación de Chamarra y ob-tuvo armas en los Estados Unidos. ' En la Diplomafic Correspondence of ihe Uniied Siafes coleccionada por Manning, encontramos un des– pacho de Felipe Malina, Ministro de Guatemala al Se· cretario de Estado, Mercy, fechado en Washington el

14 de febrero de 1854, en que la proporciona todos los pormenores de un contrabando de armas que había salido de Nueva York, en la goleta norteamericana "M. L. Rogers", bajo el mando de su capitán Rogers con destino al puerto hondureño de Omoa. Llevaba a bor– do 270 cajas de fusiles, cañones, piezas de campaña municiones, cureñas, etc. para uso del Gobierno de Hon: duras y consignadas al Sr. A. Follin, Cónsul de los Estados Unidos en Omoa. El Sr. Marcy contestó .

(16.III.1854), que éste no era un acto contrario a las leyes de neutralidad de los Estados Unidos, y que Gua– temala podía apoderarse de estos armamentos en cami– no hacia su enemigo, sin que el gobierno norteameri– cano tuviese derecho a quejarse.

Mas por una u otra razón, y a lo que parece, por– que Cabañas consideró muy fuerte a Carrera, no insistió en hacerle la guerra. Tampoco podía agredir a Cha– morro a pesar de la asidua solicitud de Jerez, Castellón y demás emigrados, porque no existía una razón de

peso para hacer la guerra a quien le había conseguido

la paz con Guatemala.

Mas este pretexto fue posible gracias a una infmne falsificación del coquimbo Gerardo Barrios. Nos infor– ma el historiador Jerónimo Pérez que Barrios fingió cartas de Fruto Chamoro para el general hondureño Juan López, en que le ofrecía poner en la frontera de Honduras gente, armas y demás elementos de guerra para que hiciera la revolución a Cabañas. López fue perseguido, a pesar de que el Presidente nicaragüense negó siempre que existiesen tales cartas. En realidad él no tenía necesidad de echar mano a este subterfu: gio, ya que le hubiera bastado dejar que Carrera diera cuenta de Cabañas. Pero éste, sea que creyera en las cartas, sea que fingiera creer para contar con un pre– texto que justificara. su agresión a Chamarra y lograr

l~ oportunidad de los. expulsados para derrocar un go– bIerno que no correspondía a sus principios liberales; y aprovechando, por otra parte, la tregua con Guate–

ma~a,. y con el formidable armamento que acababa de reCIbir de los Estados Unidos, decidió apoyar a los emigrados, cometiendo así el acto de ingratitud más feo contra quien lo había salvado, y el crimen más espantoso al desatar una guerra innecesaria, injusta con– tra un pueblo hermano y un gobernante amigo.

3.-LA REVOLUCJION Y SUS MOTIVOS

En Somotillo aparecieron los primeros síntomas del trastorno. En los últimos días de abril de 1854 una partida de hombres bien provistos de armas, enc~beza­

dos por Esteban Valle, alias Mocho, hermano de El Che– Ión, comenzaron a inqyietar aquel lugar cercano a la frontera de Honduras.

El Gobierno de Chamorro no dudó ya que se tra– taba de la invasión anunciada, y él también se puso en movimiento. El 5 de mayo publicó un decreto por el cual llamaba a las armas a los hombres capaces del servicio militar, declaraba facciosos a los alzados y a los que de cualquier manera les ayudasen. Se ordenó al Coronel Agustín Hernández que evacuara Chinan– dega y se concentrara a León, sin duda para impedir que los invasores se apoderaran de esta ciudad, aunque se les dejaba indefensa a Ghinandega.

Decretó asimismo el Gobierno trasladarse en cali– dad de visita al Departamento Occidental, para fijar su cuartel general en León y vigilar más de cerca las operaciones contra los facciosos. Lo acompañaban su gabinete y demás empleados del Poder Ejecutivo, los militares occidentales que estaban en lVIanagua como Artiles, Cisne, Felipe Buena y el hermano menor del Presidente, Fernando Chamorro. Se organizó un bao tallón que se puso a las órdenes del Teniente Coronel José María Sandres, también leonés.

El Presidente trató de organizar otro batallón en Granada y dejar a su frente al Gral. Ponciano Corral, mas como éste era Diputado, Chamarra pidió permiso a la Asamblea, la cual contestó "que el gobierno podía llamar al servicio militar al diputado que voluntaria– mente quisiese prestarlo". Desistió Chamarra de aque– lla idea con esta contestación, pues comprendió que el propio Corral la había sugerido a los opositores, ya que continuaba resentido con Chamorro porque, según él, le había birlado la Primera lVIagistl'atura.

Cuatro días después, el 8 de mayo, entraba el Pre– sidente en la ciudad de León por la Calle Real, donde vivían los ciudadanos más afectos a su causa. Dice Gre– gario Cuadra que los numerosos amigos que tenía el Gobierno en León y Chinandega en la clase principal y en el pueblo representaban "el capital, la honradez

y el trabajo".

La entrada fue suntuosa y alegre, pero no faltó su nota discordante. Entre los que presenciaban el des– file se hallaba el P. Félix de la Llana, quien tuvo la mala ocurrencia. de ponerse a contar los soldados que

acompañaban a Chamorro. Por un caso semejante, Mu-

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