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ñoz mandó fusilar a uno en Masaya en 1849; tal era el rigor de la ordenanza. militar de la época. Esta vez, aunque de la L~ana perte~ecía a una familia amiga del gobernante, este ordeno el-arresto del sacerdote, lo que naturalmente cayó muy ll}al en!re amigos y enemi– gos si bien el asunto no paso a mas.

'Entretando, Máximo Jerez y algunos pocos compa– ñeros suyos habían llegado a El Realejo con un consi– derable tren de guerra. En la madrugada. del 5 de mayo sorprendieron la guarnición de 25 soldados; hubo un muerto y los demás huyeron. En Chinandega to– caron dianas con un clarin para llamar voluntarios, con quienes acarrearon en carretas las armas desdo El Rea– lejo sin que nadie les estorbara esta operación militar. - Poco a poco se les fue agregando gente, siempre entu– siasta cuando se les habla de revoluciones, en lasl que cierta clase adivina la perspectiva de saqueos y vida de aventuras. Debemos estas noticias al militar demó– crata Cástulo Córdova, quien hizo toda a.quella campaña al lado de Jerez.

Este pudo organizarse en Chinandega, y el 8 de mayo publicó su célel;lre programa de guerra. A,cu– saba a Chamorro de haberse apoderado "de todos los ramos del poder público", y de VlOlar la Constitución ( ya derogada) de 1838; que Chamorro pretendía sub– yugar al Estado "a un nuevo sistema político, contrario en un todo a los principios democráticos"; esto era una amenaza a los Estados vecinos que profesaban similares instituciones a las d~ Nicaragua; por estas razones Cha– marra había perdido "la autoridad legítima", y con– vertídose en usurpador y tirano, "a quien nadie debe obedecer", sino antes bien "sacarlo del poder para res– tituirlo al pueblo". En consecuencia, se proponía qui– tar a Chamorro y sus agentes "el poder público que ha usurpado"; prometía respetar la vida y propiedad de los habitantes pacüicos; amenazaba considerar a los que. auxiliasen "al tirano", como "traidores a la Pa– tria", es decir, que serían fusilados porque esa era la pena asignada a tales traidores, según la Constitución que proclamaba Jerez.

El estilo de este documento, su fondo y su forma, son de Castellón, y lo confirman ciertas opiniones ya manifestadas en otras publicaciones suyas, como atacar la legitimidad del Gobierno de Chamarra por haber tras– pasado, según él, "las reglas que Se le han prescrito para el desempeño de sus funciones".

Fruto Chamorro leyó esa proclama en León, y dos días después, el 10 de mayo, replicó a ella con el de– creto de esa fecha. El primordial deber del Gobierno era salvar a la República de la invasión y mantener el orden, yeso no podía lograrse sin obrar "con la ener– gía y expedición que las circunstancias requieren, y sin

~ue las personas y bienes de los nicaragüenses estén lIstos para servir al Gobierno". En consecuencia todos

l~s nicaragüenses e¡¡taban obligados a ayudar ~l Go–

bIer~o "con su persona y bienes"; se suspendían las funcIOnes de los tribunales judiciales en Occidente; pa– ra los delitos comunes, la autoridad militar instruiría el proceso y daría parte de él en su debido tiempo al Juez. Civil; se declaraban enemigos de la República a los mvasores, a los que los auxilia<¡en, o se negasen prestar servicios personales o pecuniarios al Gobierno, a los que difundiesen falsas o é}(Iv~rO'l<; notip.i<>o .,

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que no diesen parte de los movimientos y operaciones

d~l enemigo. El Art. 5 rezaba textualmente: "Lo'> fac– CIOSOS que sean tomados con las armas en la mano, y

1~'.J expulsos por acuerdo de 28 V 29 de noviembre del ano próximo pasado que se encuentren en cualquier parte de la República, serán pasados por las armas

po~ e.l Comandante Militar que -los aprehenda, sin ¡nás tramIte que la monta ejecuución, bajo su más estrecha responsabilidad".

Ambos decretos eran drásticos. En la época ésto era muy común; pero habrá qtie ver cómo los Cl1'nnlía d

cadl a bando. Lorenzo Montúfar reconoce aue el del'reto e 10 de mayo fue "una medida esencialmente transi-

toria y de circunstanc~as". Comentando estas palabras, agrega, Anselmo H. Rívas que aqueHas meoidas se ex– pHcaban contra una invasión que era "en el fondo la reacción del antiguo militarismo que venía con todos sus ooios, sus uesórdenes y sus venganzas". Y res– pecto ue la respectiva de ese desorden, añade: "Los hombres de ideas de la revolución no habrian podido contrastar sus tendencias, y el país se habría visto re· troceoer a los tiempos primitivos, arrastrando por la dictauura, y la anarquía".

4.-LA ACCION DE "EL POZO"

Máximo Jerez se situó en la hacienda "El Pozo" buena posición, y se atrincheró tras los corrales d~

pieara. .l!;sta propiedad está situada al Noroeste y muy cerca del volcán Telica, en el límite de los actuales Departamentos de León y Chinandega, que antes for– maban uno solo con la denominación de Departamento Occidental.

Fruto Chamorro destacó un' piquete de caballería

a~ mando del Capitán Cecilio Gutiérrez para que ave– nguara el paradero de los revolucionarios. Gutiérrez al acercarse a Quezalguaque, dejó a sus hombres ba~

ñándose en el río y él avanzó solo incautamente hacia el pueblo.' En el camino lo encontró un piquete ene– migo, lo mató y cargando luego contra los hombres des– prevenidos, mató a dos, hirió a varíos, avanzó a seis y dispersó al resto. InmeOiatamente se encaminaron a

León con la chaqueta de Gutiérrez que mandaron a Cha– morro, con objeto de provocar una salida.

Fruto Chamorro sólo esperaba saber dónde estaban los revoltosos para salir contra ellos. El 12 de mayo marchó hacia Telica con cuatro compañíasi, guiados v or un baqueano llamado el Chele Molina, que conocía bien "El Pozo" por ser nativo del lugar. Chamorro iba al frente y lo acompañaban-como oficiales su hermano Fer– nan?o, el. Coron~l Agustín Hernández. leonés, el joven

J ose Bomlla, chinandegano, y el iefe de las compañías José María Sandres también occidental. Al oscurecer llegaron a las inmediaciones de la hacienda.. Chamorro distribuyó allí su gente, la que debía atacar por reta– guardia y la que daría el asalto con él mismo a la ca– beza; y finalmente impartió las últimas instrucciones para el ataque en la madrugada..

Apenas se había separado la fuerza destinada a ma– niobrar por la espalda del enemigo, se desató a llover copiosamente; la noche era muy oscura. Refeire Pérez que los revolucionarios esperaban el ataque de Chamo– rro esa misma noche, mas viendo que lovía fuertemente, se descuidaron en la seguridad de que nadie osaría asal– tarlos en aquellas condiciones del tiempo. Pero pre– cisamente, esto decidió a Chamorro, pensando que no lo esperarían y que la sorpresa sería completa. La oscuridad lo perdió. A la luz de un cigarrillo creyó ver en su reloj la. hora de la madrugada, siendo así que aun distaba mucho para el alba; se acercó a lo~

reductos a tomar datos, y en ésto los suyos, confun– didos en las tinieblas, creyéndose enemigos, dispararon entre sí, conque dieron la alarma a los confiados revo– lucionarios. Ya era tarde para retroceder; Chamorro ordenó el ataque y él mismo Se lanzó temerario con su caballo al pie de las trincheras con intenciones de avanzar el único cañón enemigo.

-¡Cobal"des! -les gritó- aquí está Fruto Chamo– rro; al mismo tiempo que disparaba sus pistolas. Ya estaba a punto de lograr la victoria, los faccioso<:1 aban– donaban sus puestos, cuando he· aquí que su caballo se– derrumba, dando con su jinete en tierra. Fruto Cha– morro al caer recibió un golpe en la cabeza que lo deió sin sentido; pero sus enemigos, aterl"'ados, no se atre– vieron a salir, ni a perseguirlo. Su hermano Fernando lo recogió y lo entrel:!ó a un oficial para que lo llevara atravesado en el caballo, sin saber si estaba vivo o muerto. Algunos rasos de las cuatro compañías se dis– persaron, otros desertaron, pero la mayoría se retiró en

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