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orden a León, dirigidos por el siempre fiel y valiente Sanares.

Todo aquel día 13 y el siguiente permaneció Cha– morro reponiéndose del golpe en una hacienda de Es– piridión Orozco, amigo del Gobierno' y éste mismo lo

~ondujo a León junto con los poc¿s que le acompa– naban.

El parte de los revoltosos, sin duda muy exagerado, daba cuenta de que habían recogid'o en el campo de ba–

t~lla "más qe doscien.tos fusiles, ciento y tantas cace– rmas, las eaJas Y clarmes que portaba la división, toda la montura del caballo de Chamorro que se encontró muerto, el sombrero del mismo y otros útiles, como una botella forradda en baqueta que portaba en la bolsa de sus armas y una bota".

El 13 a mediodía regresó Sandres a León con los heridos y la trQpa que había. peleado en "El Pozo". El Ministro Mayorga hizo que tomara posesión de la Pre– sidencia el Diputado suplente Emiliano Cuadra para que el Gobierno no quedara acéfalo. Los soldados que quedaron de reserva en León, viendo que Sandres re– gresaba sin .Chamorro y que otro era el Pre~dente,

dieron por cierto que éste había muerto en la refriega,

y tal seguridad fue como un sálvese quien pueda; y sobre todo cuando supieron que hasta los ministros flaqueaban. El Lic. Jesús de la Rocha, que era el de Guerra, p"otestaba -nos informa Pérez.- que él no era responsable de los actos de Chamorro, que muchas ve– ces se opuso a sus "desmanes", y prometía abrazal' la causa democrática; Emiliano Cuadra pidió salvoconduc– to a los revolucionarios y a.unque se le otorgó, no se atrevió a presentarse ante los facciosos; hubo de ocul– tal'se y luego cayó en rigurosa prisión, de la que pudo escapar con miles peligros.

Varias escuadras de soldados, dando todo por ter– minado, se pasaron al enemigo que ya estaba situado en Subtiava.

La acción de "El Pozo" ha sido muy discutida. Los enemigos atribuyeron la pérdida a que Cha– morro estaba embriagado; pero ésto es falso. ya que él no tenía más "vicio" que fumar cigarrillos de tusa; dice Gregocio Cuadra, y ésto quedó patente en todo el resto de la campaña. Tal suposición pro– viene de que el enemigo le avanzó la mencionada "botella forrada", donde llevaba una cantidad mo– derada de licor para apurarlo ocasionalmente en días de lluvia. El mismo Cuadra nos refiere que Fruto Chamorro cada vez que montaba se ponía cueras (polainas) de crin, que tenian bolsas por dentro; en una de ellas llevaba una cuarta botella de coñac o de aguardiente, pero sólo bebía de esos licores cuando se mojaba o estaba afectado del pecho.

Las verdaderas causas del desastre fueron, la po– ca pericia y disciplina de su pequeño ejército impro– visado, debido a que Fruto Chamorro descuidó las armas por dar todo impulso al progreso y a reme– diar la Hacienda Pública; "El Defensor del Orden", periódico del Gobierno que debió de estar bien infor– mado, da estas causas de la derrota que parecen las más lógicas: "allí, lo inexpugnable de la posición ocu– pada por el enemigo, la obscuridad de la noche, y más que todo, la inexactitud de los informes dados a Su Excelencia el Sr. General Presidente sobre la verdadero situación del campo contrario y la faci– lidad de sorprenderlo y forzarlo por un rumo ex– cusado, dio a la facción el triunfo de que tanto se jacta".

A pesar de eso, Chamorro habría vencido a no haber caído de los primeros en el combate, debido a su valor temerario que no merece loa en esta oca– sión, porque su causa no estaba, como luego en el sitio de Granada, ni siquiera en peligro y menos perdida. Otra cosa influyuó también: la suma con– fianza en sí mismo o su demasiado menosprecio del enemigo. Los suyos le aconsejaron que dejara fuer– zas militares bien organizadas a la retaguardia, en Granada y Managua, y que no se trasladara con todo

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el Gobierno León; pero él no atendió a aquellas razones sin duda porque no encontró en Oriente un hombre' de su confianza, pues ya vimos como el Ge– neral Corral se excusó de acompañarlo a Occidente. La derrota de "El Pozo" fue, pues, un azar impre. visto en que no intervinieron ni el valor ni la pe– ricia' del Gral. Jerez y sus compañeros de armas. La dispersión de los soldados de Chamorro vino a consecuencia de su caída, y de que se le creía muerto en el campo de batalla; cuando en León circuló esta noticia como cierta, todo se creyó perdido, y los primeros que iniciaron la desbandada fueron los ofi– ciales Fonseca y Zelaya que habían denunciado la conspiración, y se pasaron al enemigo con sus sol· dados, sin duda para hacerse perdonar su infidencia, o para desautoriar la voz que ya los acusaba como delatores.

5.-FRUTO CHAMORRO SE RETIRA A GRANADA

El 141 en la noche Fruto Chamorro ingresó a León saludado por alegres repiques. Pero el ene– migo se hallaba en los alrededores, y los amigos abandonaban, y lo que era peor, traicionaban la causa del Gobierno. Chamorro resolvió retirarse de León para ir a organizar la resistencia en Granada. Tem· prano de la tarde hizo salir a la tropa de a pie, y él con su hermano, con el Coronel Hernández, San· dres y los empleados del Gobierno partieron en la noche.

Una anécdota habla muy alto del carácter com– pasivo de Fruto Chamorro. Gregocio Cuadra, quien nos refiere muchas de las cosas que hemos relatado, como testigo presencial que fue de ellas, muchacho entonces de 15 años, quiso marchar a Granada con Chamorro, y así se lo solicitó;, pero el Presiqente, tomándolo de la mano, lo llevo a la caballerIza y le advirtió:

-Todas estas cabalgaduras se van a quedar aquí; tú podrías ir en una de ellas; pero no debes ha– cerlo; permaneciendo en León .no <;orres peligro por– que aquí te quieren; en camblO, SI te vas co.n, nos– otros te expones; es seguro que nos persegmran, y nadie puede decir si mañana amanece la noticia de que nos han herido o matado.

Ya estaban todos listos para partir, sólo faltaba Chamorro que aun conversaba con Cuadra. Aquel, dirigiéndose a Mateo Mayorga. que ~o esperaba, y

quien era deudo cercano del JovencIto Cuadra, le explicó:

-Goyo no corre aquí ningún peligro.

Y con esto, ambos se despidieron de Cuadra y se dirigieron a Oriente.

El Coronel Mateo Pineda salió con su caballería detrás de los fugitivos; y horas después, como a eso de la media noche, se oyeron otra vez las campanas, pero en esta ocasión para celebrar el triunfo de Pineda, quien participaba que cerca de Pueblo Nuevo (hoy La Paz) los había alcanzado y dispersado, aun· que sin matar ni herir a ninguno.

Más tarde refirió esto "El Defensor del Orden", pero con sus variantes. El encuentro había ocurrido en Amatitán. La escolta que acompaña al Presidente venía muy a retaguardia y se dispersó a la vista de un enemigo mucho más numeroso. La caballería de Pineda cargó de impromiso sobre la comitiva de Chamorro que iba adelante. Unos huyeron, pero otros, con el Presidente, hicieron rostro al enemigo, disparándole las pistolas. Con esto, los perseguido– res se amedrentaron y Chamorro pudo seguir su camino "sin violentar el paso de su caballo". Sin embargo, en esta marcha cayeron prisioneros el Ministro de la Guerra Lic. Jesús· de la Rocha y el Jefe de Sección del Ministerio de Relaciones Anselmo H. Rivas. Este era un joven de 27 años que había escrito sátiras contra Castellón, expansiones que aho– ra iba a pagar con grillos y cadenas en una prisión democrática.

Fue por entonces cuando sucedió otra anécdota

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