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papel en otras defensas de la ciudad, y de allí que le llamaran "El Venerable Colís", nombre que sin duda correspondía a su marca de fábrica. Por eso el DEFENSOR DEL ORDEN dice de él que era "el símbolo de la libertad granadina". Después fue em– plazado en las afueras de la ciudad, con el éxito que luego veremos. La línea tomaba hacia occidente en la que es hoy "Calle de Estrada"; en la próxima esqui– na doblaba otra vez hacia el Norte, pasando por el "Callejón de las Cáceres", bautizado después por la defensa de 1854, con el nombre de "Calle de las Ba– rricadas"; en la intercesión con la "Calle Real" se destacaba otro cuadro fortificado con el cañón "El Gran Señor", marcado en el plano con la letra B; de allí doblaba la línea hacia el Oriente, en la esqui– na de la casa del Consulado, para enderezarse luego otra vez al Norte, hasta la letra C en el plano, lugar llamado "El Hormiguero", donde había otro cuadro con su cañon, "El Boca Blanca" porque un aro de ese color cercaba su embocadura.

Como se ve la línea dejaba la cuadra de La Mer– ced en un saliente hacia Jalteva; en la torre de a–

quel templo estaba emplazado otra pieza de artillería, y desde su elevada posición el riflero Enrique Doss causaba daños al enemigo con su certera puntería. Una cuadra más al Norte quedaba "La Piedra Bocana" o "Punta de Córdova;', llamada así por ser la posi– ción más avanzada hasta donde había negado aquel valiente oficial democrático.

Cerca del punto marcado C, la línea corría so– bre la "Calle de Corral" e intercedía con "La Ca He

Atravesada" en casa que entonces era del Gral. Pon– ciano Corral. Continuaba la línea hacia el Oriente hasta pasar por el costado Norte del templo y Con– vento de San Francisco. donde terminaba en el pun– to D, quedando así a los granadinos libre la salida para las costas Norte y Sur del Gran Lago. Había otras piezas de artillería, hasta 7, emplazadas en di. versos lugares.

En el plano se ven los arroyos de Zacatiligüe y el del Rastro que corren al Sur de la ciudad, y ~el de la Aduana que va por el Norte. Ambos desempenaron importante papel en la cont;enda. Los demás puntos importantes donde se libraron combates están mar– cados en el plano.

El Gral. Isidro Urtecho dejó un estado del con– tingente de hombres y su distribución conque Fruto Chamarra comenzó la defensa a Granada hasta verla libre de enemigos. Dice D.sí el dato del Gral. Urtecho: En 16 emboscada a 6 hombres cada una 96 En La MerceIJ. avanzada . 25 En San Francisco como fortaleza . 100

En 7 baterías a 10 hombres cada una . . . 70

En reserva móvil para auxiliar donde convenía.. 100

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hombres.

Claro que este nlÍmero fue aumentando después, a medida que el Gobierno Legítimo reconquistaba opinión y fuerza.

Todas las noches cuando la oscuridad hacía cesar el ruido de los combates, se oía una voz: -Alerta, centinela!!

Y esta voz pasando de garita en garita, de pues– to en puesto, de cuadro en cuadro; comenzando en San Francisco llegaba a La Merced, y bajaba de allí hasta Cuiscoma. Toda la noche: -Alerta, centinela!!

Máximo Jerez, quien trataba de excusar su re– volución, propalando que pretendía restabl~cer los principios democráticas, que en realidad no padecían mengua. comandaba el que tituló "Ejército Protector de la Libertad de Nicaragua". Sus secuaces se lla– maron "democráticos", y ostentaba como divisa el color rojo.

Los sostenedores del Gobierno Legítimo, con sus leyes y principios de orden, se nombraron por eso "legitimistas", y su divisa fue el color blanco. Ninguno de los dos bandos tenía uniforme para sus soldados. Los legitimistas vestían generalmente cotona blanca de algodón y pantalón de lo mismo, atacado a la cintura por una faja de tela amarilla o azul, que dejaba caer sus puntas de flequillo a 10 lar– go de la pierna. Las divisas blanca o roja colocadas a manera de cintillo en el sombrero de palma, era el único distintivo de los combatientes.

Usaban un fusil de largo y grueso cañón, de car– garse por la boca. Cada carga se llamaba "parada", sin duda porque había que pararse o detenerse a re· llenar el arma luego de cada descarga. Esta dispara– ba por medio de un pedernal que, al chocar con el gatillo del fusil, despedía chispas que encendían la ceba o porción de pólvora en la cazoleta, que a su vez inflamaba la carga. De allí que con frecuencia el fusil no dispara, cuando la piedra no producía chispas, y eso sucedía más a menudo siempre que después de una lluvia la pólvora se había humedeci– do.

Llevaban la pólvora en un cartucho de papel du– ro y blanco, de modo que pasado el combate, quedaba el suelo como si huviese nevado a causa de los pa· peles blancos que habían servido de cartuchos La lentitud de cargar el fusil los obligada a re– currir muy pronto a la bayoneta y a concluir el a– salto peleando cuerpo a cuerpo, con espadas y pu– ñales, haciendo así más sangrienta y feroz la lucha. Los cañones eran piezas enormes, pesadísimas, los mismos que habían dejado los españoles; se car– gaban por la boca sin regla ni medida y con toda cla– se de pedazos de hierro. A causa de esto cierta vez estalló en Granada un cañón y mató al artillero y a dos más de la dotación.

Los de a caballo usaban lanzas y espadas. Algu– nos oficiales tenían pistolas de cargarse y dispararse 10 mismo que los fusiles. Dos años después los fili– busteros introdUjeron el revólver, llamado así por el tambor giratorio (TO REVOLVE, girar) que contiene los cartuchos.

5.-JLJEGlI'IrJIMmA1Dl {) MUJERTE

Como los democráticos trataban de justiftcar su alzamiento en el supuesto de que Fruto Chamarra ha– bía perdido la legitimidad por haberse convertido en usurpador. y en consecuencia, sostenía que era per– mitido quitarle el gobierno a la fuerza. fue necesario oponerles el principio contrario, es decir. que se hizo perentorio defender la legitimidad hasta el último extremo. De allí que los legitimistas proclamaron es· tal' dispuestos a morir primero que ceder aquel prin– cipio. Por lo tanto, en toda divisa blanca que cenía el sombrero de los soldados y oficiales se leí im. preso en grandes caracteres: "Legitimidad o Muer– te!". No era una amenaza; era la oblación de la pro– pia vida: ¡Morir o vencer!

Fue Máximo Jerez, como hemos anotado, el pri– mero que propuso este aspecto de la contienda en su proclama de Chinandega del 8 de mayo de 1854.

En realidad, no hacía más que reproducir los concep· tos del Lic. Francisco Castellón, vertidos en su libelo contra Fruto Chamarra, impreso en León el 3 de di– ciembre del año anterior, del cual quedó resumen en el capítulo XIII, número 5. No habiendo otro motivo para justificar una nueva montonera. se echaba mana al sofisma de la "aparente tiranía" de Fruto Cha– morro. como la calificó el historiador apologista de Máximo Jerez, José Dolores Gámez. Y no creemos equivocarnos al asegurar que aquella proclama es obra íntegra del Lic. Castellón, pues tiene más de su estilo que del de Jerez.

No sólo invocaban la ilegitimidad del gobierno de Chamorro como pretexto de alzamiento sino tam– bién como titulo de Gobierno, apoyándose' en la doc– trina del ilustre Bello, quien enseñaba que el go-

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