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bierno revolucionario que dominába un territorio era persona en Derecho Internacional.

Buenos conocedores de esta doctrina, los revo– lucionarios se empeñaban en demostrarlo y hacerlo sentir a los gobiernos vecinos. En cada propuesta de paz que hacía el gobierno revolucionario al legí– timo ex i gía, como condición sine qua non, que los de Granada reconocieran como único legítimo el Go– bierno Provisional de León. Por lo tanto, la contes– tación tenía que ser: "Legitimidad o Muerte!"; como a cada cañonazo se respondía con otro cañonazo; y

cada asalto, como otro asalto.

Sin embargo, Castellón carecía de todo derecho a pretender "legitimidad", porque su origen era un acta del ejército sublevado y la proclamación de po– cos Municipios, arancada a la fuerza. En las copias sacadas por don Lorenzo. Prado de los Archivos de León consta que el Gobierno Provisional compelía a los' Municipios para que se declararan por el alza– miento Y felicitaran al General en Jefe del Ejército Democrático Y al mismo Ejército "por el triunfo de la humanidad Y de los principios". Como la Munici– palidad del Pueblo Nuevo (hoy La Paz) se mostrase remisa en obedecer a la invitación de pronunciarse por la facción, se le reconviene "por no haber cum– plido con celebrar" el acta correspondiente, siendo así que ya había llegado la de Chinandega y demás pueblos del Departamento Occidental.

Sin duda qUE tambiíén la de Managua fue obligada a adherirse al plan de Castellón, pero los Alcaldes primero y segundo, Isidoro López y Federico Solór– zano, se escaparon hacia Granada no bien pudieron hacerlo, Y allá declararon que habían sido obligados a firmar; pero que estaban por el Gobierno Legítimo y llegaban a defenderlo.

El Lic. Castellón había condenado su actitud de ahora, tres años antes, cuando él era la víctima de la revolución del Gral. José Trinidad Muñoz. Decía él éntonces: "El acta del cuartel no es ni puede ser ley. y de consiguiente, ningún nicaragüense está obli– gado a acatarla, ni obedecér a la autoridad que ella cria contra la Constitución, que no reconoce como legítimo poder que no emane de la soberanía del pue– blo, que ninguna fracción de él puede arrogarse". La legitimidad y la posesión del pedazo de tierra que era la Plaza de Granada resumían el concepto de gobierno en aquellos momentos; la legitimidad implica el derecho a mandar y a conservar el ejercicio del poder. Legitimidad y poder son términos corre– lativos e inseparables; quien tiene la legitimidad debe tener el poder; quien posee éste, stá obligado a de– fnder aquélla. La una representa el títuto, el otro la materia; por consiguiente, la batalla de Granada tanto era de orden militar como político. Los gra– nadinos defendían el título, la legitimidad, con la pluma; y la materia de esa legitimidad. esto es, la posesión de la tierra, con la espada. Esto expresaba la frase: "¡Legitimidad o Muerte!".

Ya veremos cómo en el curso de la guerra se planteó varias vecse el problema de la legitimidad pretendida por ambos combatientes, como que ella constituía la la médula de aquella lucha; y las razo– nes que daba cada cual para atribuírsela.

6. GUERRA A SANGRE Y FUEGO

~a guerra seguía terrible. El Gral. Chamarra cons'derándose más fuerte con la constante llegada d~

gente C!ue bia a sostener el Gobierno Legítimo. creyó convemente tomar la ofensiva, y dispuso dar un asalto a Jalteva. El 16 de junio destacó al Gral. Agustín Hernández, leonés fiel a la legitimidad a la cabeza de la Compañía de Preferencia llamada'así

P?J ser la mejor y estar integrada por s~ldados esco–

f~ os ~l .~robado~; y parte de las Compañías 111-, 211- Y

pn. b>Jaba ~e~nandez por el Sur de la ciudad hacia h!le lo ChIqUItO. Con el valor impetuoso que lo IZO famoso tomó a la bayoneta las casas de los Chan– gos, de la Sra. Josefa Orozco y del Oficial Juan José

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Chavarría, donde se hallaban atrincherados los demo– cráticos. En su carrera victoriosa, Hernández sorpren– dió el retén que defeodía la entrada a Jalteva; los enemigos arrojaban el fusil y huían; pronto aquel valiente se vio frente al templo donde estaba Jerez con su Estado Mayor. Tan apremiante era el ataque, tan cerca se hallaban ya los asaltantes del cuartel ge– neral del enemif,o, que el Gral. Hilario Olivas, se fue a la Sacristía a decir a Jerez, quien apeIl(lS podía sentarse en el lecho a causa de su reciente herida: -¡General Jerez, monte a caballo y pongámonos todos en salvo!

-¡Coronel Olivas -gritóle Jerez,- o el que más pronto pueda, deme un tizón, que debajo de mi cama están los que tienen el suficiente valor para salvarme

y salvar este campamento!

Lo que había bajo la cama eran unos barrilitos de pólvora. Jerez estaba resuelto a terminar consigo

y con los demás antes de huir.

Entretando, los de Hernández peleaban ya frente a la puerta principal del templo, mientras los demo– cráticos se defendían desesperados a tiros y bayone– tazos. El Chelón y su hermano Esteban acudieron al socorro; el primero cayó herido y muerto el se– gundo.

Por el norte también venía un ataque de los le– gitimistas, y ya casi penetraban en la iglesia los asal– tantes, cuando el Coronel Olivas les salió al encuentro y él mismo, de un tajo, abrió a un hombre desde la cabeza al pecho. Los democráticos desarmados, aun peleaban con palos y piedras.

"Varios de la caballería _refiere Córdova- sin voz de mando y solo por instinto natural, arremetieron a los contrarios que nos estrechaban". Los legitimis– tas tuvieron que reconcentrarse.

El combate había sido sangriento, los democráti– cos quedaban aterrorizados. El oficial Córdova que presentó estos hechos., exclama en sus "Recuerdos Dolorosos" escritos años después: "Oh día, que amargo es tu recuerdo!" Esta acción disminuyó considerable– mente el número de los democráticos, pues los que no quedaron muertos y heridos, que fueron muchos, desertaron después de haber arrojado el fusil. Estos llevaban la noticia de la derrota, difundiendo así el pánico en todo el trayecto y acrecentando el prestigio del Gobierno Legítimo.

Fruto Chamarra era muy conocido como valiente, pero en esos días de la guerra tenía oportunidad de mostrar su hombradía diariamente. Raras veces man– daba a sus subalternos al combate sin ponerse él a la cabeza en las acciones más peligrosas.

Con objeto de protegerse por la costa del Lago, el 28 de junio fue destacado al Puertecito el Gral. Ponciano Corral con una guerrilla como de 50 soldados. Máximo Jerez, que nunca pensó en ocupar el Paso de Panaloya ni el Fuertecito. conque hubiera dejado completamente sitiada la ciudad y reducida a rendirse por hambre, sólo se resolvió a dar estos pasos por conseios de sus amigos cuando ya era tarde. El mivimiento de los democráticos fue avisado al General en Jefe desde las atalayas de La Merced y de San Francisco. Por el lado Norte en la Otra Banda se dirigía una tropa a desalojar a Corral y ocupar el Fuertecito.

Fruto Chamarra se pone personalmente a la ca– beza de sesenta cívicos y soldados escogidos; sale de Granada con dirección Norte, y en el lugar llamado "Las piJitas" acomete por la retaguardia del Coronel José María Oliva. que era quien dirigía el ataque contra Corral. Los' democráticos. a pesar de estar cuatro contra uno, no pueden resistir el ataque bien combinado de los generales Corral y Chamarra y, emprender la fuga, dejando en el campo más de quin. ce muertos, entre ellos el cadáver de Antonio Daría, alias Indio. Se avanzaron pertrechos y caballos. Los democráticos aprovecharon la muerte de Daría para acusar de crueles a los legitimistas. Dijeron que lo habían fusilado y arrastrado su cadáver en ven– ganza de haber sido uno de los oficiales que aban-

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