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donaron al gobierno al principio de la guerra. Daría no fue fusilado; murió en el combate, pero un sar– gento granadino arrastró el cadáver del traidor atado a la cola de su caballo. Cuando los jefes vieron este espectáculo salvaje, reprendieron al sargento y dieron cristiana sepultura a Darío en San Francisco. Los desastres en un bando y los éxitos en el otro disminuían las fuerzas de los democráticos al paso que aumentaban las de los legitimistas. En los bolsi– llos de Darío se encontró que en aquella fecha los primeros sólo contaban con 320 hombres efectivos. Los mil que un mes antes habían llegado con Jerez quedaban reducidos a esa suma; muchos habían huído bien provistos con lo saqueado; otros yacían comiendo tierra; la mayor parte había desertado, y el resto se hallaba inutilizado en los hospitales de sangre.

y en cambio, Chamarra engrosaba su ejército cada día con más voluntarios, confiados en que los enseñaba a vencer con su gallardo ejemplo y les imponía disciplina, porque no les faltaba el prest y el rancho cotidiano.

"l. EXPEDmION A MASAYA

Supo Fruto Chamorro que por el camino que su gobierno había abierto entre León y Mateare había llegado hasta Masaya un cañón de grueso calibre para derribar la torre de La Merced, desde ~onde los tiradores legitimistas causaban muchas baJas a los democráticos. Decidió salir a capturarlo. Se pro– ponía además dar una variante en las operaciones, pasando de la defensiva a la ofensiva, y una prueba de que Granada no estaba sitiada y que el Gobierno Legítimo ib cobrando más poder cada día.

Muchos juzgaron imprudente que se expusiera el General en Jefe, alma de la resistencia. Su causa no era ya desesperada, mintras aue su muerte o captura podría serle fatal. Pero él no podía escu– char las voces del miedo disfrazadas de prudencia y se lanzó al peligro. Así era él yeso lo salvó. "Au–

da~es fortuna juvat". Combinó con Corral 10 que debía hacerse en caso de un ataque, y aquel general le af;rmó que respondía de la Plaza.

Con tal seguridad, Fruto Chamarra salió de Gra· nada para Masaya el 4 de julio con trona escogida, unos ochenta infantes y 20 de caballería. Por el camino, a medida que encontraba a las vivanderas que iban a Jalteva o Granada, les hablaba sí:

-Yo soy Fruto Chamarra; dínganle a Jerez que me han visto; que por más señas soy calvo; miren mi cabeza (se quitaba el sombrero); que salga a perse– guirme si es valiente; lo espero en Masaya.

¿Qué se proponía con ésto? ¡.Era fanfarronada o vana arrogancia? Nada de ésto. Todo tenía su obje– tivo bien calculado en lo que hacía Fruto Chamarra. Esta vez se proponía. o incitar a Jerez para que se estrellara ante los atrincheramiento de Granada que lo esperaban bien listos; o hacer que debilitara el campamento ilusionado con la presa aue lo provocaba, y en este caso, lo tomaría entre dos fuegos.

Jerez como veremos, escogió lo que a su parecer era más fáciL un ataque general y desesperado a Gran;¡da, donde en efecto se estrelló con grandes pérdidas.

El Gral. Chamarra llegó sin estorbos a Masaya a las diez de la mañana de aquel mismo día. vacunó la plaza sin res;stencia, porque los democráticos que allí estaban huyeron al sólo anuncio de su llee-ada. No pudo tomar el cañón, poraue ya estaba en Jalteva; pero supo de un auxilio como de doscientos hombres entre leoneses y hondureños que iba a en– grosar las fuerzas maltrechas de Jerez, y esperando aue lo atacarían. tomó las medidas del caso. En efecto, el Coronel José Sansón 10 acometió crevendo el triunfo seguro. pe,rque contaba con el doble de fuerza: mas en menos de hora y media il~ ~ombate

Fruto Chamarra los puso en fuga y les QUitó los per– tI'pchos que llevaban y todo el dinero. Los facciosos dejaron diez y siete muertos, sin que resultara ni

un herido de los legitimistas. Después de estas ac– ciones, Fruto Chamarra emprendió la vuelta y entró a Granada el día 5.

La ciudad estaba de triunfo. Repicaban alegres las campanas no sólo por el regreso victorioso de su querido jefe, sino también porque el día anterior los granadinos habían alcanzado un sonado triundo mintras él estaba acsente.

En efecto, apenas supo Jerez que Chamorro, con una fuerza considerable, había salido de Granada, decidió dar un asalto general y furioso, con un coraje -dice el "Defensor del Orden", que no habían mos– trado nuncia, ni cuando el primer empuje contra Granada el 26 de mayo.

El asalto se inició desde la bajada de Pueblo Chi– quito hasta la esquina de las Cáceres, donde princi– piaba el Callejón del mismo nombre, dirección Sur de la línea marcada A en el plano. El objetivo era ocu– par la cuadra donde estaba la casa de Fernando La– cayo, contigua y al Sur de La Merced, principal ba– luarte de la ciudad. Intentaron varias veces en vano prender fuego a la casa de las Cáceres y otras de la línea para arrsar la manzana que era objeto del asalto. Al mismo tiempo los democráticos ocupaban en esta operación el cañón de grueso calibre que les había llegado recientemente, y que era una culebrina lla– mada "El San Pedro".

Como nada pudieron avanzar por este lado, lo intentaron por el opuesto, o sea el Norte. Ataca–

ron por fuerza el edificio del Consulado y de doña Dolores Bendaña, habiendo logrado abrir en ellos dos brechas; pero el valiente general Hernández les estorbó v;ctorioso el paso. Luego le tocó resistir al Teniente Coronel Fernando Chamarra, joven hermano de Fruto, quien comandaba la batería situada en el Hormiguero, letra C del plano. Los democráti– cos pasaron por las casas quemadas de las señoras Herdocias y de don Domingo Jarquín (Piedra Boca– na) intentaron apoderarse de la trinchera situada en la ~alle de don Nicaso del Castillo, donde les salie– ron al encuentro los cívicos de frente, y por el flanco las fuerzas emboscadas en casa de doña Pas– tora González y del finado Lic. Benito Rosales. Des– pués de tres horas de combate desde esta casa hasta ia del Padre Bernabé Mantlel los democráticos retro– cedieron el plena derrota, dejando veinte muertos, contra sólo tres soldados heridos por parte de los defensores.

Esta pequeñez de bajas en el campo legitimísta se debía a que, tanto en Masaya como en Granada, ellos eran los atacados que se defendían tras paredes espesas de adobes, mientras uqe los democráticos aco– metían en condiciOJ ¡es desventajósas.

8. !ElL "C1UADIlUJ> DJE lLA MUERTE"

La acometida del 4 de julio hizo comprender a Fruto Chamarra que su flanco izauierdo, o sea el costado sur de la ciudad, cstaba débil y mal defen– dido. Resolvió mejorarlo para evitar otra posible entrada del enemigo por ese lado.

El 15 de julio escuchó la población de Granada repique de campanas en Jalteva y alegría inusitada en el campamento enemigo. Anunciaban así la lle– gada de un fuerte contingente hondureño comandado por el Gral. Francisco Gómez y por el Coronel Mar– celino Licona. Los democráticos estaban vencidos; habían perdido hombres, armas v batallas. El fin de la guerra era asunto de pocos días. Fruto Chamarra estaba a punto de acabar con aquellos, cuando supo que Cabañas enviaba otra cr;minal expedición a Ni– Cal'agua para reducir a la heroica Granada. Com– prendiendo que pronto le darían otro asalto, resolvió adelantárseles. Esa misma noche improvisó un cua– dro fortificado en la altura de Pueblo Chiquito donde comienza la bajada hacia el Gran Lago. De allí se domina todo Granada y Jalteva queda a un mismo nivel y bajo el fuego del cañón.

Muchos se oponían a que el Gral Chamarra diera

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