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dureños. El oficial democrático Córdova nos recalca más de una vez que su gente padecía de hambre y aun de sed. A esta necesidad no supieron sobrepo– nerse los hondureños como los nicaragüenses, sin dudua porque siendo el clima de Honduras más fres– co, el ardor de la temperatura les estimulaba más la sed. Se les previno que no bebieran agua de los pozos, porque en ellos generalmente los legitimistas echaban cadáver y las aguas estaban infectadas; a pesar de eso, 10 hacían y pronto les tomaba el "vó– mito prieto", aunque también pudo ser síntoma de fiebre amarilla, que en Nicaragua sólo ataca a los habitantes de regiones altas y frescas.

Los víveres faltaban en el campamento, informa Córdova, porque de la plaza salían constantemente a los caminos patrullas encargadas de interceptarlos así como el dinero, las armas, los caballos y todo socorro; los democráticos no tenían más que lo que pescaban en los saqueos, y mataban el hambre y la sed tomando "guaro". Sólo había un pozo muy al occidente de la ciudad, cerca de "La Pólvora", llamado "Pozo de Oro", cuya agua no se habí¡l contaminado; pero cos– taba sangre y vidas sacar agua de él, pues estaba constantemente vigilado, ya por los. tiradores de La Merced, ya por los de la plaza y el cuadro de Pueblo Chiquito de donde salían patrullas a impedir el apro– visionamiento, y casi siempre que se intentaba, se– guíanse combates sangrientos. El "vómito prieto': .di– ce Córdova, dio fin al primer contingente auxiIlar hondureño.

Fruto Chamarra empleaba todos los recursos de la guerra. Una vez, recién pasada la acción del. Cua– dro, dice Córdova que advirtió barretazos baJO la tierra. Llamado el Gral. Guerrero colocó un tambor sobre la tierra, y encima del parche, dos moneditas de plata. Estas pusieron en evidencia el trabajo sub– terráneo de los legitimistas, porque a cada golpe, sal– taban en el témpano. Pero los delp.ocráticos pensaron que los contrarios reparaban y fortalecían sus trin– cheras. Más al tercer día, una tremenda explosión hizo extremecerlo todo. Una mina había estallado, pero la excavación no había llegado a su lugar pre– ciso, y aunque el derrumbe causó daños, no destruyó el reducto de los democráticos. Así, cuaundo los le– gitimistas cargaron con la decisión de costumbre, las paredes y tapias apenas rotas, no los dejaron pasar. Pero, cuenta con admirable realismo Cór– dova: "Los fusil~s enemigos se veían introducidos por las aberturas de las paredes, nos hacían luz con los fogonazos; los golpes en las puertas, los gruesos proyectiles de su artillería y el consecutivo rugir de sus piezas y fusiles, junto con sus gritos e im· properios, era una cosa espantosa. No se percibían los que morían, ni los ayes y quejidos de los heri– dos".

9. RIGORES lINNECESARIOS

Los últimos desastres habían encolerizado de tal manera al Gral. Jerez y sus oficiales que decidieron vengarse del modo más cruel e innecesario, extre– mando el rigor para sus enemigos. Enviaron a Ma– riano Méndez en expedición a Masaya, y éste bárbaro asesino, vengó en mujeres distinguidas de aquel ve– cindario los recientes triunfos de Chamarra en Ma– saya y de Corral en Granada.

Méndez había participado en la última guerra ci·

vil en Guatemala, y por eso decían de él que era "un tigre sangriento cebado en las montañas de Gua– temala". En Nicaragua, el mismo se llamó "Lucifer, asociado de una legión infernal". Su conducto es una prueba de que merecía esos apodos que él mismo se aplicaba.

Méndez manejaba una columna volante y ahor– caba a cuauntos caían en sus manos. El joven legi– timista Pedro Emiliano Rivas, nombrado autoridad por el Gobierno Legítimo para Chontales, fue cap– turado por Méndez cuando iba de viaje a su destino por la costa del Gran Lago. Lo entregó a Jerez; éste

le hizo sumario consejo de guerra, y lo fusiló al día siguiente junto con el sirviente que lo acompañaba llamado Fermín Borque. La descarga que cegó estas vidas inocentes se escuchó en Granada, y entristeció el natural recogijo que causaba el brillante triunfo alcanzado en "El Cuadro de la Muerte" el día ante– rior.

Ese mismo día fue fusilada una pobre mujer, cuyo nombre ni siquiera se recogió por su insignificancia' se sospechó sin motivo que llevaba correspondencia ~

la plaza, y sin más se le aplicó la última pena. Varios jornaleros de Malacos fueron también pa– sados por las armas; la posterioridad ni siquiera sabe por qué, ni cuáles eran sus nombres. A Dolores Ri– vera, que sí servía de espía a la causa legitimista yeso por su propia voluntad e iniciativa, también lo fusió Jerez. Cuando éste comprendió que Rivera llevaba informes a la plaza, sin previo consejo de guerra, ordenó al calandraca granadino Dionisia Gar– cía, alias Guatusa, que estaba a sus órdenes para tan odioso oficio:

-Fusilame a éste. y Dolores Rivera padeció la muerte por su patria chica, Granada, y por su patria grande, Nicaragua, pues ambas causas eran una sola en quellos días en que se peleaba por la libertad el orden y el decoro de la República entera. ' Sin embargo, el Guatuso, más humano que su jefe, salvó por su cuenta a muchos. Los sacaba por el arroyo, y cuando ya estaba a distancia que no po– dían verlo, disparaba su arma al aire y dejaba es– capar al reo. Al regreso nadie pedía cuenta, porque conocía su oficio y los métodos de su general. Estos y otros fusilamientos ocurrían en Granada sin contar los que se efectuaron en Escamequita, De: partamento Meridional (Rivas), donde Ramón Selva alias Ñora mató por su cuenta a los legitimistas Ve– nancio Gallo,. Juan Marcos Malina y Juan Imeri, porque les halló una proclama y comunicaciones que

llev~an a Rivas; el mismo Ñora capturó en el Ojo de Agua de San Juan a Domingo Valenzuela, el ca– becilla de aquéllos y lo fusiló sin pérdida de tiempo. Con tal motivo, los granadinos dedicaron a Má– ximo Jerez este cuarteto:

De Tigre saldrá Jerez Con la cara ensangrentada de las víctimas que han muerto en la ciudad de Granada.

y no sólo se asesinaba a los que no merecían este honor, según el tribunal unipersonal del comandante del Ejército Protector de la Libertad; sino que a– las indignos de tan rigurosa pena, les oprimía con toda clase de vejámenes y los exponía a las balas de sus mismos amigos. Por ejemplo, a Gabriel Campos, Alcalde de Diriomo y al secretario de la misma Al– caldía Florencia Fernández Comayagua, se les con– dujo presos a Jalteva, y como mantiesatran su fide– lidad al Gobierno Legítimo, mandó Jerez que los colocaran en el coro de la iglesia. Esta parte, la más alta del templo, daba frente al enemigo, había sido aspillerada para disparar por las aberturas, y era, por consiguiente, un sitio sumamente expuesto a las balas de los legitimistas; el que estaba preso en ese sitio, se hallaba sometido al tormento del pe– ligro inminente y constante de ser víctima de sus propios amigos. Otras veces sacaban a los presos a construir trincheras bajo las balas del enemigo, con el diabólico propósito que éste matara a sus mismos correligionariQs.

El Alcalde Campos y su secretario Fernández Co– mayagua se cuentan entre los afortunados que per– donó el Guatusa.

Una de las víctimas más señaladas fue la señora Petrona Rivas, hermana del fusilado Pedro Emiliano Rivas y de Anselmo Hilario que permanecía encade– nado en las cárceles de León, todos ellos por el delito de ser legitimistas. Petrona fue colocada en el coro de Jalteva; y sólo pudo librarse de ese pell-

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