Page 124 - RC_1968_04_N91

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aro, cuando la trasladaron a Masaya a pie, p~~co

después de haber dado a luz en la carcel, una mmta que por las circunstancias de su nacimiento llevó el nombre de Bartola, ya que vino al mundo en una bartolina. .. . , . , El tantas veces citado ofIcIal democrabco Castulo Córdova consigna en sus "Recuerdos Dolorosos" las hazañas del célebre Mariano Méndez: "El temible co– ronel Méndez -dice Córdova- siguió haciendo sus excurusiones a uno y otro lado osbre el Lago, ahor– cando y fusilando a vivanderas que de los pueblos, se dirigían a la plaza, o correos que entraban o sallan. Justamente qu~ era el terror"., . Estas medIdas crueles, y ademas los saqueos, In–

cendios Y destrucciones, sobre ser inútiles, exaspe– raban a los granadinos y alimentaban en ellos el deseo de vengarse Y de aniquilar un enemigo del qu~

ninguna misericordia tenían que esperar. De alh que ellas dieran resultado contrario, haciendo coJ!!– prender a los de l~ plaza que. no les quedaba. mas alternativa que morIr como vahentes o ser esqUI.lma– dos Y sacrificados como corderos. Los granad 1 nos, seauros de la verdad, desafiaban a los democráticos

pa~a que les señalaran un solo caso concreto de fu– silamiento de alguno de los suyos, de los muchos capturados con las armas en la mano. Nunca pu-dieron hacerlo. , Esta situación desesperada creó la filosofla de los acosados, que los granadinos pudientes sostene– dores del gobierno, enunciaban con esta frase: -Si la facción triunfa, mi capital entero es per– dido; así es que para ver si ~alvo al~na parte, es preciso entregarle otra al GobIerno a fm de que se sostenga.

10. MAS DERROTAS PARA JEREZ

La táctica de Chamorro consistía E;n no dar, r.e– poso al enemigo, tanto porque lo sabia muy debll, cuanto porque era hombre que poseía en alto grado la incansable actividad de los grandes capitanes. El 2 de agosto supo que unos vivanderos habían sido despojados. Inmediatam~Il:te destacó unas com– pañías a caza de los democrabcos salteadores;. pero éstos ya habían vu~lto a sus redu~tos. Los valientes legitimistas que saheron a persegUirlos, mandados por el Coronel Manuel Antonio Cerda y el Cap. Agustín Benard atacaron el propio cuartel de Jerez y se me– tieron 'unas doscientas varas más allá de "La Pól– vora"; pero de allí fueron. rechazados .p!>r. fuerzas mayores. Sin embargo, habIendo los legitImIstas re– cibido refuerzos, vuelven a la carga y de nuevo se retiran.

El día siguiente 3 de agosto, Chamorro destaca otra vez fuera de la ciudad al mismo Coronel Cerda y al de igual grado Manuel Bosque. Debían situarse en el camino de Masaya para interceptar los víveres al enemigo. El propio Chamorro, a la cabeza de sus tropas, salió por el Sur, recorrió los aledaños donde se libró la batalla del Cuadro de la Muerte, es decir, el lugar llamado Pueblo Chiquito, y por allí llegó hasta el Tamarindo, un árbol de este nombre situado en la calle Real de Jalteva, a dos cuadras más al suroeste del Templo, donde desemboca la calle de Pueblo Chiquito en la que va para el Cementerio. Los Jerecistas no se atrevieron a aceptar el desafío y se quedaron quietos en sus trincheras.

Sucedió allí un acto de valor de Fruto Chamorro, verdadera temeridad que con frecuencia cometía para dar ánimo a los suyos con su ejemplo. Mientras él con algunos oficiales observaba al enemigo montado en su caballo bajo un árbol de tigüilote, el oficial Pedro Tejada Ruiz le observó:

-General, los democráticos están emplazando

aqu~l ~añón contra nosotros. Fruto Chamorro perma– neCIÓ Impasible.

-General, ya nos apuntan, quitémonos de aquí. Fruto Chamorro continuaba imperturbable, sin moverse.

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-General, ya van a hacernos fuego.

Se vio en efecto la vislumbre del cañonazo y una bala zumbó por las cabezas de Fruto Chamo~ro

y sus oficiales. Ruiz instintivamente se agachó' en– tonces Chamorro le dio con las riendas en la esp~lda.

-Cobarde -le gritó-, no se agache.

-Pero mi lindo -contestó el otro-, si el capeo es natural.

Chamorro rió de la salida, y desde entonces a Ruiz no le llamaron Pedro, sino Pero Milindo.

Poco después Chamorro se retiró, como que su objetivo era impedir que fueran hostilizadas las fuer– zas de Cerda y Bosque. Estos, sin ser molestados to– maron los víveres destinados a las tropas de J~rez

y las condujeron a la plaza junto con los vivandero~

que las transportaban.

Esa misma tarde de nuevo fue destacado Cerda fuera de la ciudad, derrotó a los demócratas en un punto llamado "El Obraje", les hizo ocho muertos, dos prisioneros, les quitó veinte fusiles y tres alforjas con parque. .

El día 5 el Gral. Chamorro ordenó al Teniente Co– ronel Eusebio Coll que con' 130 hombres de infan– tería y caballería abriera operaciones en los caminos entre Masaya y Jalteva para interceptarlos.

"Desde las 5 de la mañana -,-dice el oficial demo– crático Cástulo Córdova- el enemigo se presentó por la Casa de Pólvora con su bravura acostumbrada"; pero esta vez los democráticos, sin la amenaza per– sonal de Chamorro como el día 3, y apremiados por la escasez de víveres, cargaron sobre los legitimistas. "Todo el día -añade el mismo Córdova- fue de lle– var muertos y heridos a nuestro cuartel general, reconociendo entre éstos a amigos muy queridos". Los democráitcos fueron rechazados; pero habiendo recibido pronto auxilio, como que estaban muy cerca de su cuartel general, emprendieron otra carga. Por segunda vez fueron repelidos, y entonces los jerecistas sareron en mayor número; esta vez los legitimistas emprendieron ordenadamente la retirada.

Chamorro, impuesto de todo esto por los vigías y acaso visto por él mismo con sus catalejos, decidió auxiliarlos. Con la tropa de cívicos se fue por la calle Atravesada en dirección al Norte. Al llegar al arroyo donde comienza la Otrabandita, se encontró con el bravo Bartolo Sandoval que venía en retirada. -Qué pasa, Bartolo? -preguntó Chamorro sin alterarse.

-General, que nos vienen apretando muy de cerca. -Bueno, Bartolo, vamos andando a encontrarlos -contestóle Chamorro con la misma calma.

y sin más soltó la rienda a su caballo y atravesó el arroyo para enfrentar¡¡e a los envalentonados ene– migos. Por supuesto que todos le siguieron con el ímpetu y valor que él inspiraba a sus soldados. En el momento se cambian las tornas; a medida que Chamorro acomete, los facciosos retroceden hasta abri– garse en sus atrincheramienots de Jalteva. Dejan en su derrota muchos muertos, entre ellos a su Coman– dante de la Caballería y dos oficiales de alta gradua– ción, treinta y seis her;dos y muchos desertores. La acción, sin embargo, también fue sangrienta para los legitimistas quienes recogieron seis cadá– veres y catorce heridos. Pero la pérdida más lamen– table consistió en la muerte de los valientes capi. tanes Enrique Doss, el artillero que tanto daño había hecho a los facciosos desde La Merced, el Ten. COl'. Coll jefe de la expedición, y el Capitán Sandres, el leonés que peleó al lado de Chamorro en El Pozo y quien "no obstante su juventud -dice el "Defensor del Orden"- se abrió con su espada y bello carácter campo a la fama". Cayó también en esa memorable jornada el sargento leonés Napoleón "tan apreciado de la gente honrada por su constante adhesión a la buena causa". El Capitán José Dolores Estrada, futuro héroe de San Jacinto. se encontró entre los heridos.

Ref;ere Córdova: "El día 6 amaneció, y el sem– blante de los· que estábamos como comandantes en nuestros respectivos puestos, era el semblante de un

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