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cadáver al ver que el que más número de tropa tenía, no llegaba a seis. Creíamos que ese día se daría la orden de levantar el campo".

Pero J"erez no se movió; ni la menor seña de aco– metimiento ni de retirada se notó en Jalteva; cons– ciente de su impotencia, ponía todas sus esperanzas en un arreglo, pues se anunciaba que estaban por llegar comisionados de paz por Guatemala y El Sal– vador. A lo menos habría una tregua que bien lo ne– cesitaba su maltrecho y sobre todo abarajado ejér– cito.

11. LOS DEMOCRATICOS RECLAMAN

LEGITIMIDAD Hemos dicho arriba que la contienda no se redu– cía a 'la conquista de la plaza de Granada, sino que también los democráticos pretendían que se recono– ciese "su legitimidad". De donde su divisa, práctica– mente era: "legitimidad democrática, o te mato, te saqueo y te incendio",

El caso más notable de esta pretensión se puso de relieve a principios de agosto de aquel año. Por esos días los señores Tomás Manning y el Lic. Nor– berto Ramírezescribieron desde Masaya que llegaban comisionados por los Gobiernos de Guatemala Y de El Salvador a tratar de arreglar la paz. Pero el Go– bierno Provisional de León agregó por su cuenta al Lic. Hermenegildo Zepeda, como comisionado suyo. La intención era clara: si se aceptaba a Zepada, por el mismo hecho se reconocía legitimidad o por lo menos personería a los rebeldes; si se rechazaba, era pretexto para hacer fracasar la misión pacifista. ¡,Por qué suponer que Castellón intentaha anular aquellos buenos oficios? Sencillamente, porque las instrucciones a uno de los comisionados, al de Gua– temala, le prescribían: "hay que atender a la leg;– timidad y la conveni.encia de que la autoridad se con– verse y sea respetada".

Estaba claro, pues, que el principal objeto de la misión era que los alzados volvieran a someterse al Gobierno Legítimo, presidido por Fruto Chamorro. Por eso, Castellón, que sabía bien ésto. como que había leído la comunicación de Guatemala común a ambas partes, se amañó para que la culpa dcl fracaso pareciese venir de los leJ:(itimistas.

Con esta mira dio a Zepeda las siguientes instruc– dones para hacer la paz: 19 - Restahlecimiento de la Constitución de 183fl" 29 - Reconocimiento del Go– bierno Provisional de León "como única autoridad le·

~ítima del Estado, por tener su origen en los Concejos Muni.cipales, legítimos representantes del interés pri– vado de cada pueblo, y depositarios del interés ge– nera!". 39 _ Garantías para todos los Qlefensores de la plaza, menos para Fruto Chamorro Fulgencio Vega, Ponciano Corral y José María Estrada quienes debe– rían salir al destierro. 49 - Fruto Chamarra y sus agentes deberían responder de los gastos de la guerra. ya que eran culoables de haberla provocado por haher usurpado el poder. Había otras instrucciones (me au– torizaban al reoresentante del Gobierno Provisional a limitar el castigo solo a Chamarra y a Vega; pero siempre bajo la condición "sine Qua non" de entregar las armas y reconocer la legitimidad del gobierno es– tablecido en León, como producto de una acta del cuartel y del voto de las Municipalidades extraído a la fuerza.

Esto no podía admitirlo el Gobierno Legitimo y así ]0 hizo saber a los comisionados: estaba disDue~to

a recibirlos a ellos; pero no a Zepeda en carácter ofi– cial. Las razones se expusieron en la extensa corres– pondencia que de una y otra parte se cruzaron. Que lueJ:(o extractaremos en sus puntos más esenciales. Antes de hacerlo, es interesante fiiar la atención en los motivos que asistían a los granadinos para mos– trarse intransigentes en este punto, los cuales enun– cian así en el prólogo de la correspondencia que in– mediatamente después publicaron impresa.

"La causa que hoy sostiene el Gobierno es la

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causa del orden contra la anarquía, la de los princi– pios contra la demagogia y las doctrinas exageradas de libertinaje; es la causa de la honradez y de la pro· piedad contra el comunismo y la licencia; y es, en fin, la causa de la sociedad, la de la Patria contra unos hijos ingratos que la destrozan, manteniéndola en una guerra fratricida que amenaza hundir la Re– pública en un lago de sangre y dejarla reducida a cenizas".

El Lic. Zepeda daba por su parte estas razones para ser admitido como representante del Gobierno Provisional: que era indispensable que en la discu– sión de la paz intervinieran las personas entre quie– nes debía mediarse; por eso los Comisionados habían tomado en cuenta al Gobierno Provisional de León. "Bajo estos conceptos -seguía el Lic. Zepeda- es– pero ser admitido en mi carácter oficial: debiendo advertir que la misión conque me hallo autuorizado descansa en la base principal del reconocimiento del Gobierno Provisorio, y partiendo de este punto, la de ser garanVzadas las personas y propiedades de los que directa o indirectamente hayan tomado parte en la defensa de esa plaza".

Ante esta exigencia de rendición por parte de un grupo rebelde derrotado en todos los combates, el Ministro de Relaciones Exteriores Eduardo Castillo escribía al Comisionado Ramírez:

"Comenzar por reconocer la misión del Sr. Ze– peda, es comenzar por la abdicación del Gobierno Le– gítimo.. y poner la legitimidad de parte del llamado Gobierno Provisorio ... ¿Y juzga Ud., señor, que nues– tra situación nos obligue a semejante extremidad?" Esto no quería decir que se excluyera la representa– ción privada que traía el Lic. Zepeda en nombre de los rebeldes. En situación igual, los comisionados de El Salvador y Honduras ajustaron con el Director Pineda un arreglo sin intervención de los facciosos

para terminar la guerra de 1851.

Y el mismo Castillo, dirigiéndose a Zepeda, le decía que su Gobierno quería la paz, pero sin sacri– ficar los princpos en que están vinculados el orden social y los intereses vitales de la Patria, y sin me– noscabo del decoro del Mandatario que regía los des– tinos de la Nación.

Y el Lic. José María Estrada, encargado de la Presidencia y compañero de Zepeda en la recién pa– sada Constituyente, le escribía: "Aquí estamos todos resueltos a morir por este principio (el de legitimidad), por esta causa que juzgamos legítima y santa de nuestra parte, inicua y horrible de la otra. Tantos desastres no parecen perpetrados por hombres que llevan altos títulos y ambicionan figurar en primera línea. Me parece ver la sombra del feroz Atila en la huella de exterminio que tras sí van dejando los titulados libertadores de la Patria".

A esto Zepeda contestó rogando a Estrada que hiciera todo lo posible por un arreglo, pues el Pro– visorio recibía constantemente auxilio de Honduras (siempre la razón de la fuerza). "Si no se transige -amenazaba Zepeda-, la guerra se prolonga"; había peligro de un conflicto nacional; y además, podían "resultar otras complicaciones graves, que es nece– sario precaver".

¿Se pensaba en el auxilio filibustero? Por estas fechas Byron Cole navegaba ya hacia Nicaragua. Como remate el Lic. Zepeda añade esta "adición" a su carta: "Soy franco y nada quiero reservar a Ud. La base general de mis instrucciones es el re· conocimiento de un Gobierno Provisorio: después de esto, todo es favorable, y no creo que haya dificultad en su aceptación: la garantía de vidas y propiedades es la otra base primordial".

Estrada ]e contesta una extensa epístola en que descueIlan estas palabras: "A qué habíamos pensado que se nos viniese aproponer un tratado y no una capitlación; que se viniese a tratar, no a imponer.. ; de reconocer el carácter oficial de Ud., resulta reco– nocido el Gobierno Provisorio; porque a la verdad, no comprendo cómo puede haber un hijo sin suponer

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