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cañón de J alteva que daba sobre La Merced y las casas adyacentes. En la mesa de Chamarra caía el polvo de lo que destruían las balas dirigidas por el artillero italia– no Radicati.

De repente Fruto Chamarra exclamó:

-¡Ah, Radicati, Radioati!; si llego a cogerlo, sin remedio lo fusilo.

-¿Y si tomamos a Jerez? -preguntó uno de los oficiales.

-A Jerez no lo fusilo -dijo Chamarra con resolu– ción-; tal vez¡ está allí por convicciones, y vuelto de su error podrá ser útil a la Patria; mientras que Radicati es un extranjero vendido a una facción para hacer males a un país que le ha brindado benébola acogida. He allí el criterio que luego aplicaría Fruto Chama– rra a los hondureños que capturó peleando contra el Gobierno Legítimo, sin que su país estuviera legalmente en guerra con Nkaragua. Les aplicó la ley que en to– do país civilizado existe para los franco tiradores y fili– busteros. Pero nunca fusiló a un nicaragüense. En la plaza estaban dos ~eñoras vinculadas con per– sonajes del ejército democrático. Propalaron éstos que ellas, doña Lorenza Selva esposa del democrático Gr~I.

Trinidad Salazal', y su suegra la madre de aquélla, dona Sabina Estrada, habían sido encerradas en la cárcel por los legitimistas. Pero esto no era cierto, a pesar d~ que se sabía en Granada que siempre que podían enViaban mensajes de aviso al enemigo, valiéndose del consabido recurso de lanzar al otro lado de la calle un papel en que iban envuelta una piedra que le servía de lastre. Ellas certificaron ante personas responsables que jamás habían estado presas. aUe nunca había oído de– cir que diera tal orden el Gral. Chamarra; que nadie les había causado vejamen; y que asimismo era falso que las tropas del Gobierno Legítimo hubiesen saqueado sus casas. Esto lo firmaron ellas ante el Prefecto y dos testigos, y nunca después lo desmintieron.

No sólo eSo. Cuando estas señoras decidieron salir de Granada a juntarse con su esposo e hijo po– lítico respectivamente, el propio Fruto Chamarra se ofreció a acompañarlas a la línea de fuego para evitarles todo contratiempo, y así lo hizo hasta de– jarlas en manos de sus correligionarios. ..

La misma hidalguía gastaba Fruto Chamorro con las señoras de otros enemigos suyos q"e estaban al frente de Granada empeñados en aquella batalla en que no omitían los recursos más vitandos para impo– nerse. La esposa de Dámaso Souza, el fusilador de Rivas; la del llamado Auditor Pablo Solórzano, la de Justo Lugo y la esposa de Cleto Mayorga nunca recibieron el menor agravio en Granada en los pre– cisos momentos en que sus esposos saqueaban, in– cendiaban y mataban.

Durante la terrible y larga batalla de Granada, Fruto Chamarra sólo se vio obligado a fusilar a los oficiales hondureños Sebastián Ulloa, Felipe Ocaña, y tres compañeros con grados de sargentos y cabos. Siete expediciones había mandado el Presidente de Honduras Gral. José Trinidad Cabañas contra el go– bierno de Nicaragua, su amigo y aliado y su cuñada, las familias de Buenaventura y Ramón Selva quien lo había salvado de la agresión del Presidente de Guatemala Gral. Rafael Carrera. Muchas de esas ex– pediciones sólo sirvieron para prolongar inútilmen– te la guerra, pues aconteció que llegaron en el pre– ciso momento en que los legitimistas iban a recoger el triunfo denitivo y a lograr la liberación de la ciu– dad amenazada.

A muchos hondureños recibió Chamorro en sus filas arrepentidos de su actitud, y hasta les dio po– siciones dentro de sus filas; pero ya cansaba que un país vecino hollara el. suelo nicaragüense con expe– diciones vandálicas, sin que hubiese mediado el me– nor agravio, ni declaratoria de guerra. Fruto Chama– rra creyó necesario dar un ejemplo terrible, y deci· dió considerar como filibusteros, fuera de la ley, a éstos que por ser centroamericanos y hermanos es– taban más obligados a respetar la neutralidad, la

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paz y la soberanía de un país del que acababan de de recibir el más grande de los servicios: el salvarlos de una guerra.

Muchas personas intercedieron en favor de a· quellos desgraciados que iban a pagar en el patíbulo el crimen de su Presidente; hasta él permaneció in– flexible en que era necesario y justo este ejemplar castigo.

Entre los que llegaron, se encontraba el Cura de Granada, el P. Agustín Vijil. A pesar de su actitud, de sus antipatías y aun enemistad franca con Cha– morro, él estaba en libertad, sin ser molestado; visi– taba las cárceles y consolaba a los detenidos. Sus resentimientos con Chamorro, además de las diferen– cias de criterio político, venían en gran parte de que, según él, Chamarra había fluído a favor de Bernar– do Piñal y Aycinena para que fuera preconizado Obispo de Nicaragua; pero Dionisia Chamarra escri– bió más tarde que su hermano nada tuvo que ver en esta resolución, pues no había entonces concordato can la Santa Sede que le diera intervención; Fruto Chamarra simpatizaba con Piñal, porque lo habia co– nocido en Guatemala, y a pesar de ser rico, galán, noble con las esperanzas bien fundadas de un porve– nir brillante y destacadoo, prefirió dejarlo todo y convertirse en un humilde y pobre fraile Francisca– no; por eso le gustaba para Obispo de Nicaragua, pe– ro no influyó en su nombramiento, porque carecía de facultades para opinar en ese asunto.

El Cura Vijil, sin duda bien intencionado por salvar a los hondureños, llegó en un momento inopor– tuno; quizás se notaba Su poco empeño en usar de su indiscutible influencia con Jerez para evitarle a Granada y a los granadinos tantos dolores y amar· guras; quizás causaría a Chamarra irritación que in– tentara detener su brazo justiciero quien nada había hecho para detener el brazo asesino e incendiario de sus enemigos. Es el caso que nada pudo conseguir, y se despidió de Chamarra. Este, al contestarle, dejó para la historia el principal motivo de Su negativa. Al salir el P. Vijil, Chamarra dijo esta sola frase que encerraba todo su pensamiento. ,-¡Adiós, Cura faccioso!

19. VICTORIA Y MUERTE

Ya hemos visto como al principiar octubre las cosas seguían lo mismo para los democráticos. Nin– gún avance, perdidas todas las acciones de guerra, su contingente disminuyendo cada vez más al paso que aumentaba el de los legitimistas. Pero Jerez no quería darse a partido, ni Castellón, ni ninguno de los democráticos. Prefirieron contratar filibusteros, aunque eso no se supo entonces sino después, cuan· do ya no tenía remedio semejante daño. "Lazo fatal" llama Córdova a este criminal contubernio.

Fruto Chamarra había construido bajo su inme– diata dirección la hermosa explanada de Traña, al lado Norte, cerca del Hormiguero; en ella había em– plazado el cañón de grueso calibre llamado "El San Fruto". Este cañón hacía mucho daño a los atrin– cherados de los democráticos; y ya sea por eso, ya porque consideraban débil la plaza a causa de una expedición de Corral hacia el río San .Juan; ya por– que les había llegado nuevo refuerzo de Honduras, Jerez se propuso tomar la ciudad, y con ese objeto le dio un asalto general por el Oeste, Norte y Sur el 25 de octubre.

Aquel día, a eso de las diez de la mañana los vigías de Granada avisaron que se movían como 200 democráticos hacia "La Pólvora", y después vieron desfilar una compañia con destino al Sur. En esta dirección destacó Chamarra al Coronel Cerda; pero éste regresó pronto, informando que no había encon– trado enemiogs por ese lado. En ese momento el Gral. Chamarra recibió aviso de que los democráti– cos se presentaban en considerable número por la

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