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Otra Bandita, terminó Norte de la Calle Atravesada. Por los. ínformes de Córdova sabemos que esta fuerza iba comandada por el propio Máximo Jerez y Mariano Méndez. Jerez mandó a Córdova que toma– ra la trinchera que los legitimistas tenían frente a la e~quina de la casa de Corral, en la subida del a– rroyo. Córdova sorprendió a los legitimistas quienes sólo tuvieron tiempo de hacer un disparo de caño· nes y fsuiles, con que le hicieron al enemigo varias bajas.

Córdova fue sustituído por otro oficial y envia– do a la Piedra Bocana donde se peleaba recio. "Allí en esa bocacalle -dice él-, por los cadáveres que se veían uno sobre otro, se comprende el ardor de los atacantes y la actividad y destreza de los que de– fendían su puesto, disparando sus Salís de grueso calibre y su' fusilería".

Fruto Chadorro mandó a su ayudante el oficial Joaquín Zavala que Con 20 hombres de la ~ Com– pañía de Preferencia, atacara por retaguardia a los que se habían posesionado de la casa de los Garayes, inmediata a la trinchera de los Wassman, sin duda la misma que Córdova dice haber tomado. Al mismo tiempo el Cap. José Bonill~' flanqueaba por la iz– quierda a los atacantes. "Estas operaciones -dice en su parte Chamorro- produjeron su efecto, porque los bandidos no pudieron resistir la bravura de nues– tros soldados, abandonaron la casa, no sin haberle pegado fuego, como tienen de costumbre".

Chamarra entonces junt6 a Bonilla y a Zavala en un solo esfuerzo conque se logró hacer huir al enemigos a sus atrincheramientos de El Hormiguero. Más casi inmediatamente después el Capitán Hipóli– to Prado recibía nueva y furiosa embestida del ene– migo que llegó a ocupar algunas casas de eSe vecin darío, como las de los menores Solórzano, la de Bar– berena, a la izquierda de la trinchera, la de 'Esteban Sandino y Teniente José Inés Romero y otras a la derecha, conque el Capitán Prado quedó casi rodea– do de enemigos. Pero Chamarra envió "al Siempre intrépido Capitán Bonilla" a darles un asalto de flanco a la bayoneta, y con sólo setenta hombres puso en fuga como a doscientos democráticos. Estos para escapar dejaron "regadas muchas cosas qU8 ha– bían robado ya, como tienen de costumbre, vario,: muertos, entre ellos uno a medio enterrar, y algn– nos elementos de destrucción y de guerra".

Finalmente, los democráticos fueron rechazados en toda la línea, con grandes pérdidas, y sin un solo muerto por parte de los legitimistas que resistieron todo el empuje detrás de sus fortificaciones. El e;:¡e– migo comenzó a retirarse a las cuatro de la tarde. Méndez y Jerez marchaban por el arroyo. Nueslro enemigo, dice C6rdova, "dando pruebas de valor, los siguió, ya entre el cauce ya sobre los bordes,". La re– tirada fue tal, que los democráticos tuvieron que a– bandonar la esquina de la Piedra Bocana. En ese lu– gar Córdova, durante el ataque, intentó tomar la ca– sa vecina y prenderle fuego. "Cada uno de los gas– tadores -dice- iban listos con sus tizones y em– pleados para el incendio" Pasaron sobre una "mul titud de cádaveres que cubrían la bocacalle". Al sa– lir a la calle para efectuar el asalto, cayeron tres muertos y más heridos; pero los pocos que quedaban se aproximaron a la pared para evitar los fusiles que salían por las claraboyas, y prendieron fuego· el a– lero comenz6 a arder, pero siguieron cayendo' demo– cráticos, tuvieron que retirarse, y así fracasó el in· tento, porque los legitimistas apagaron el principio de aquel incendio.

. El botín del 25 de octubre fUe muy grande: 40 fusiles, 15 caserinas, 6 mechones o teas incendiarias, 5 barras, muchos muertos y heridos, gran cantidad de desertores.

Después de este combate Fruto Chamarra no aparece más en el campo de batalla. En los partes de guerra figura el Gral. Corral. Chamarra ha enfer– mado. Desde su lecho, todavía dirige, imprime su ca-

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rácter enérgico a su lucha, mantiene la disciplina, alma de su milicia, alienta la confianza en el triun– fo.

Está enfermo, y su mal iba creciendo día a día hasta reducirlo a la tumba. Las penas y fatigas de la campaña, los días de lucha y ansiedad, las noches de insomnio, sin desvertirse ni descalzarse ni repo– sar, sin ni siquiera desmontar para comer o beber, pues tomaba los alimentos en su caballo, la emoción de los combates donde veía caer a sus mejores más fieles y valientes amigos; todo esto había qu~bran­

tado su recia salud; y más que otra cosa, la doble saeta, como dice el Lic. Jerónimo Pérez, que nevaba clavadas en el corazón: "la ingratitud de muchos a quienes había procurado bien, y el ver a su Patria devorada por la guerra civil, y para siempre perdi– da su noble ambición".

En esos momentos, a fines del año, sucedió la conspiración de Miguel Vélez, oficial hondureño al servicio de Jerez, pero contra sus convicciones; y de Cruz Azmitia, de la misma, nacionalidad, inducido por Vélez a participar en el plan. Consistía éste en franquear entrara a los legitimistas en los puntos principales de la linea y aun en el propio oampa– mento de Jerez, para amarrar a los enemigos o ma– tar a lo sque se opusieran. Pérez dice que se inten– taba de darle opio para adormecerlos; pero el oficial democrático Córdova habla únicamente de que Azmi– tia trataba de embriagar a sus soldados, lo cual in– duce a creer que sólo se derramaría sangre en caso necesario. C6rdova agrega que los legitimistas se lanzaron a la carga en el puesto de Azmitia, que se subían a las tapias para caer dentro de las casas y que todos iban armados con "puñales afilados para ha– cer el degüello". El refuerzo le salvó. Vélez tuvo tiempo de refugiarse en la plaza, pero Azmitia fue cogido por los dempcráticos y fusilado por las es– paldas.

El 25 de enero de 1855 se libró en los alrededo· res de Granada una de las pocas acciones de movi– mientos tácticos que ha habido en Nicaragua, dirigi. da por el Gral. Ponciano Corral. No entraremos en detalles, que constan en su parte, en EL DEFENSOR DEL ORDEN, número 46; pero sí diremos que el re– sultado fue, se puede decir, decisivo en favor de la caUSa legitimista. Los democráticos tuvieron 21 hom– bres muertos y doce caballos ;entre éstos últimos es– taba el del Gral. Jerez, quien tuvo que escapar a pie con grandes peligros. Se avanzaron 81 fusiles, 21

lanzas, una carga de parque ,tres cajas de guerra y dos mulas, una de ellas herida, reza el parte. Además una gran cantidad de víveres que venían de Masa· ya. Los vivanderos fueron confinados a Solentiname para que no siguieran cooperando con el enemigo. Esta batalla se llamó de "La Aduana" y también de "Las Lomas", y del "Camino de en Medio", por los diversos y extensos sitios donde se libró; pero los chuscos granadinos la nombraron "el fuego de las tortillas", por haber capturado una inmensa cantidad de ellas que iban para el campamento de Jerez, ade– más de otras provisiones.

·En esta acción peleó al lado de los legitimistas el hondureño José Maria Matute que poco antes se había pasado a la plaza luego del fracaso de la cons piración de Vélez.

Córdóva da cuenta de otra acción sangrienta que ocurrió entre los dias 6 o 7 de febrero; pero co– mo nada nos dicen otras fuentes sobre ellas, parece que la confunde con la del 25 de enero que acabamos de mencionar. De todos modos, él concluye: "Nues. tro ejército quedó hecho pedazos, lo mismo que la divisi¡ón hondureña; los heridos se multiplicaron; nuestro semblante era lívido; la esperanza de soste– nerse en aquel campamento era muerta".

Después del combate de "Las. Lomas", Fruto Chamarra, considerando que era llegado ya el tiem– po de dar a los democráticos el golpe de gracia, orde– nó a Corral que saliera con los 500 hombres que bajo

Su mando habían peleado en "La Aduana" y en "Las

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