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lar, mas el buen o mal éxitu de tan cara fama, será el tocarnos a todos. Y estoy con bastante cuidado por la guerra civil, que casi veo encendida. Dios quiera ter– minar felizmente y proteger nuestra justa causa de In– dependencia".

La primera campanada de los trasnornos fUe en Granada, el 11 de octubre de 1822. El 14 de ese mes es– cribe don Pedro Chamorro a su tío don Narciso Ar– güello, en León: "El 11 por la noche tuvimos nues– tro susto, pues se apoderó la plebe, capitaneada por Cleto Ordóñez y el negro Salas, del cuartel y los ca– ñones; pero llegó don Crisanto (Sacasa), José Francis– co (de la Vega), don Leopoldo (Avilés), y otros oficia– les, y después de altercar toda la noche, huyó Ordó-ñez y quedó por todo el Coronel", (Sacasa). .

La anexión a México fue la manzana de la dIS– cordia. No todos los pueblos de Nicaragua estuvieron por ella, y entre los que la resistían se contaba GJ;a– nada. Sin embargo, no es cierto que las preocupacIO– nes por títulos de nobleza hayan gobernado este asun– to. Lo que se buscaba era seguridad políticll;, lo que influía era el miedo de estar solo en el concIerto del mundo, el propósito, en fin, de for!Jl.ar una gran na– ción que infundiera respeto a la ~ COdICIa de las grandes potencias y aún de los pequenos aventureros. .

El artillero retirado Cleto Ordóñez, hombre In–

quieto y ambicioso, con un. o~~ tuerto y legañoso ~l

otro veía alejarse toda posIbIlIdad de medrar y fI– gurar si se establecía la tranquilidad r,espald!lda con la fuerza. Adelantándose a lo que podna venIr, el 16

de Enero de 1823 se apoderó del cuartel de Granada, y ese mismo día declaró. guerra al c~~ital :t;lic.arag.üen– se y comenzó a persegUIr a las famIlIas dlstmgUldas, estimulando una verdadera lucha de clases.

El poeta leonés Francisco Díaz Zapata, lo descri-be así en décima burlona pero verídica:

Un Coronel de gótica estructura, De cobrizo color, sucio y mohoso, El fragmento de un ojo lacrimoso

y el segundo que yace en sepultura; Un rancio militar sin limadura, Díscolo genio, débil y medroso, Procaz, insolente y caprichoso,

y enemigo de todo gobernante; Según sus cartabones, buen sujeto: He aquí el retrato fiel de tata Cleto.

1Don Pedro Chamarra en sus personas y en sus propiedades fue uno de los más perjudicados. En un extenso alegato que hizo por él su apoderado el Pbro. Ignacio Solórzano en 1823 para que se le devolviesen sus bienes confiscados, se lee que a pesar de que desde en diciembre del año anterior vivía en Jalteva con su familia, previéndose contra los temblores en casas de pasaja. sin embargo, cuando supo la toma del cuar– tel, regresó a la ciudad, y al punto fUe rodeado en su casa. De ella pudo escapar con sólo el traje que llevaba puesto y cien pesos que le dio prestados su ami– go y apoderado el mismo Solórzano. Consta allí que el Gral. del ejército. es decir, Ordóñez, mandó a em– bargarle sus haciendas y productos de ellas, como que– sos y cacao; sus alhajas, casas, muebles, y además le hacían repetidos saqueos de ganado.

El Pbro. Solórzano daba cuenta constantemente a Chamorro de lo que sucedía en aquella ciudad en cartas que desde luego podían ser más explícitas que su alegato. En la del 8 de mayo de 1823 le describe el carácter de la revolución que encabeza Ordóñez. Se negaban a restituir la menor cosa, "porque -informa el P. Solórzano- no se trata de restablecer lo ajeno, sino destruir lo ajeno y perseguir a los dueños para concluir con todo; y es evidente, porque siguen em– bargando haciendas y recaudándoles sus frutos para sostener sus banquetes diarios y nutrir sus duras en– trañas". Agrega más abajo: "Son recursos con que pro– curan destruir el surgimiento de esta ciudad'.

No respetaban nada, detenían los correos, los despojaban de la correspondencia para violarla, sa-

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queaban las casas; los libros de lectura de don Pedro Pedro Chamorro los llevaron al cuartel; y aunque más tarde empezaron a hallarse volúmenes sueltos, que– daron las obras incompletas.

En carta del 27 de septiembre, Solórzano informa a Chamarra que las autoridades de Granada no obe– decían las leyes de la Asamblea del Estado, sobre no embargar ni confiscar bienes en aquella ciudad; que por el contrario, los vendían baratos, como era lógico, en almoneda pública, y algunos los rescataba el propio dueño a precio vil, si aun le quedaban algu– nas monedas; los bienes todos de Chamarra los ha– bían tomado, y pillado su casa de habitación en Gra– nada; la ropa que allí encontraron incluso la de su es– posa y niños, la repartió Ordóñez a los soldados y a los dolientes de los muertos en la guerra. El Presbítero Solórzano dice que él vio al propio Ordóñez, usando la ropa de don Pedro Chamorro.

Motivaban semejantes atropellos, el haber perte– necido don Pedro al partido de anexión a México' mas c?mo él decía, esta, adhesión fue. ~eneral a aqu~l go: glerno que reconOCla toda la naClOn centroamericana. Los bienes le fueron devueltos, pero las contribucio– nes r la persecución personales persistieron y casi lo arrumaron.

Esta persecución al capital y a la gente de pres–

t~nci1! fue gener~l. Todos lo~ ciudadanos ricos y dis– t'ngUIdos de la epoca, padeCIeron saqueos y humilla– ciones. Bastaba que alguien hubiese tenido algún des– tino en el gobierno anterior para que mereciera la sa– ña de los nuevos gobernantes, producto del asalto al cuartel. Las haciendas de ganado de don Pío José Bolaños quedaron sin queseras y reducidas a menos de la mitad. La casa en Granada propiedad de la tes– tamentaría del Coronel Luis Blanco, que estaba situada frente a La Merced, fue cuartel, local de la Asamblea

y vivienda pública, sin pagar nada el gobierno por estos servicios. La persecución fue sistemática contra todo signo de distinción: Ordóñez mandó destruir los

es~udos esculpidos en piedra, y se l::uprimió el trata· mIento de Don con ostensible grosería.

Huyendo de las persecuciones de Ordóñez,' don Pedro Chamorro hubo de establecerse en la Villa de Managua, y allí murió en edad temprana, el 31 de marzo de 1824, no sin haber recomendado a su esposa doña Josefa Alfaro, que llamara al hijo natural que tenía en Guatemala, porque confiaba que con sus ap– titudes restablecería la quebrantada fortuna y sería un buen educador de sus cinco hijos menores, de los cua– les el mayor apenas contaba con unos lO años.

4. LLEGA FRUTO CHAMORRO A

NICARAGUA

A principios del año 1827 quizás en Enero, llegó Fruto Chamarra a Nicaragua; y uno de los primeros pasos de su madre política, doña Josefa Alfaro de Cha– marra, fue pedirle que tomara el apellido de su espo– so. Fruto resistía por amor y respeto a su madre na– tural la señora Josefa Pérez, dando así muestras de que deseaba servir sin el estímulo del interés perso– nal, y que no se avergonzaba de su madre ni de su origen humilde. Mas la viuda de su padre insistió, or– denó y él hubo de someterse.

Inmediatamente se hizo cargo de la educación de los niños y de la administración de los bienes de la familia. Las cosas en Nicaragua habían cambiado un tanto; aunque siempre el país era presa de la anar– quía, ésta había perdido sus aspectos sociales y se ha– bía concretado la lucha a dos partidos que peleaban por retener el gobierno; persistía la tributación for– zosa, sobre todo en momentos de guerra, pero estaba más o menos regularizada, aunque siempre ruinosa. Fruto pudo ir pagando las deudas, mejorando las ha– ciendas y trabajando con las garantías que le asegura– raba el no intervenir en la política.

La cruenta y prolongada lucha entre Cerda.y Argüello, no le llamaba la atención. Su nombre no suena en esa tragedia, a pesar de que Argüello como

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