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Pqr . lo que hace a los intereses, pronto los res– tableció Fruto al estado floreciente que tenían antes del trastorno; y él mismo comenzó a formar un capi– tal propio.

Su trabajo principal era la agrimensura. Del que realizó en "Los Tercios", alrededores de Managua, di– ce J. Gregario Cuadra que .fue tan exacta la medida a pesar de haberla practicado con instrumentos imper: fectos, que más tarde cuando se remidió la misma pro– piedad con mejores aparatos, resultó igual a la que había hecho Fruto, sin un solo error.

También dejó trabajos más düíciles en el campo de la ingeniería. La tradición familiar le atribuye el regadío de la hacienda de cacao "Las Mercedes", en Nandaime. La presa del río, las acequías que distribu– yen el agua, el estudio de los niveles son tan perfectos que nunca ha sido necesario corregirlos en lo más mínimo. Ultimamente se ha hecho una rectificación de los niveles. incluyendo una presa cuyo río no se ocupa. Todo está perfecto, y los niveles de este río de reserva están tirados tan cabalmente, que en cual· quier momento, se podría conectar con el que provee de agua los plantíos, si fuera necesario.

Calculamos que en 1834, Fruto Chamorro contra· jo matrimonio con Mercedes Avilés, hija de don Leo– poldo, bella y acauladala señorita de lo más distin– guido de Granada. Con ella tuvo cinco hijas mujeres que fueron: Mercedes Jacinta, Carmen, Carlota, Jose– fa y Adela.

Fernando demostró con su conducta el daño que le estaban haciendo las condescendencias de la se– ñora. Una tarde, a la hora de la cena, le sirvieron un huevo pasado por agua. Lo rechazó el niño, diciendo que lo quería estrellado. Le trajeron el estrellado; mas entonces replicó que ahora apetecía el otro; volvieron a satisfacer su antojo, y en estas alternativas, por cuar ta vez se hizo servir el huevo estrellado. Fruto, que observaba al caprichoso niño, ordenó:

-Dejen ese huevo allí. Fernando, ese es el que vas a comerte.

Fernando se plantó en que no comería el huevo ni nada, hasta que le dieran gusto. Allí estuvieron, uno frente al otro por largas horas; cuando Fernando co– menzaba a descabezar el sueño, Fruto lo despertaba;

-Cómete el huevo, si quieres irte a dormir. Por fin, ya muy avanzada la noche, Fernando resolvió apurar el huevo frío.

-Ahora -disputo Fruto- dénle un purgante para que no le haga daño.

y Fernando se bebió también el purgante. Así educaba Fruto a sus hermanos; asÍ, de aquel niño an– tojadizo, sacó un General Fernando Chamorro.

vinculado con la familia Chamarra, y Cerda como re– presentante del orden, pudieron haberle interesado.

Uno de sus hermanos, Fernando, el menor, ha– bía quedado en IVJ;ana,gua, halagado por, los ~imos. de una señora, a qu~en el much~cho habla .caldo bIen. Fruto mandó por el: todos deblan estar baJO su custo-dia.

CAPITULO 2

POR Q.UE FRUTO CHAMORRO DECIDIO INTERVENIR EN POLITICA

l.-Nadie tenía garantías. 2.-La causa del desorden.

3.-Fruto Chamorro Diputado y Senador

1. NADIE TENIA GARANTIAS.

Observaba Fruto la descomposición, el abuso y ar– bitrariedades reinantes en su nueva patria, tan contra– rios a su naturaleza de orden, y pronto comprendió que ni aún el alejamiento de las actividades políticas le aseguraban la garantía personal.

Era Jefe del Estado desde 1830 don Dionisia de Herrera. En 1833 se comenzó a agitar en Nicaragua la idea de la reforma de la Constitución federal de 1824,

a la que se atribuía todo el mal que venía mantenien– do en convulsiones a Centro América. Esa Constitu– ción, mala imitación de la de los Estados Unidos de América, con el fin de impedir que se levantaran dés– potas en Centro América, había creado un Poder Eje– cutivo débil, y otorgado demasiada autoridad al Con– greso, con que lo inclinaba a la dictadura, mientras armaba con milicias propias a los Estados, constituyén– dolos así en rivales del poder general, y dándoles po– sibilidades de obtener más poder y mayores rentas. Aunque Herrera había conseguido pacifcar a Ni– cáragua, no faltaba quienes veían en él al represen– tante de Morazán, de quien era muy amigo y correli– gionario; y por consiguiente, uno de los sostenedores de la Constitución de 1824. En 1832 habían presenciado que, para apoyar la intervención de Morazán en el Es– tado de El Salvador, Herrera Se había hecho revestir de faoultades extraordinarias, había decretado emprés– titos forz'Osos, y sobre todo, recordaban el decreto del

13 de febrero que castigaba con la pena de muerte a los nicaragüenses que sostuvieran correspondencia con el enemigo, que escribieran o hablaran para estimular a tomar armas, o las empuñaran ellos mismos contra las Supremas Autoridades dp. la República.

Nada extraño, pues, que los Municipios manifesta– sen su desagrado y le pidiesen la renuncia, advirtién– dole que ya no era necesario al Estado. Herrera dimi-

tió ante la Asamblea el primero de marzo de 1833' pe– ro pocos días después una multitud armada, alg'unos dicen que soliviantada por el mismo Jefe y sus ami– gos, exigió a la Asamblea que revocase la admisión d¿ la renuncia y llamase de nuevo a Herrera.

Así se hizo, más entonces se sublevaron en armas las Villas de Managua, dé MasaY3: y de Nicaragua, nombre que se daba entonces a la VIlla y Departamen– to de Rivas; asimismo los pueblos de Matagalpa, Cho– cayos o Metapa (hoy Ciudad Daría), Nandaime y San Jorge.

El acta municipal y otros documentos de la Vi– lla de Rivas dan üabal concepto de los motivos del levantamiento.

Se acusaba a Herrera de haber perdido el "presti– gio y la confianza de los pueblos", por haberles exas– perado el ánimo pacífico con medidas violentas. Lue– go, cuando lo vieron renunciar al poder y reasumirlo por medio de la presión a la Asamblea, le opusieron que carecía de misión legal, que su permanencia en el mando perpetuaba la guerra civil y obstaculizaba la marcha de Nicaragua hacia su felicidad; que su perso– na era causa de disolución social; que las providen– cias que dictaba eran contrarias al poder que la Cons– titución le concedía; en fin, "oyeron los pueblos por primera vez que aquel funcionario estaba mal senta– do en la silla del Gobierno", esto es, le objetaban la legitimidad de su poder, y decían que ya no procedía de la ley sino de la violencia.

Pero Herrera creyó más saludable continuar en el mando hasta concluir su período, que abandonarlo an– te la amenaz'a de una nueva anarquía, y se dispuso a hacer frente a la demagogia con enírgicas medid'ls. Levantó fuerzas por medio de reclutamientos sin ex– cepción; la Asamblea le dio facultades extraordina– rias, como las de allanar casas, registrar la correspon– dencia privada, declarar reO:3 de estado, destituir mu-

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