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Chamorro no encontró otro medio de cortarlo de raíz que restablecer la paz inmediatamente ~~r mutuo acuerdo. Propuso, pues, a Guatemala una reun~on de representan– tes en el lugar qu~. aquel Estado desIgnara. Guate~a~a,

exponiendo sus quejas en una extensa nota de su MÍms– tro Manuel Francisco Pavón, negaba haber sido el agre– sor pues no aspiraba a conquistas (acusación que nadie le había lanzado); hacía cargos a El Salvador de su hos– tilidad a Carrera, asegurando que el año anterior había enviado emisarios a asesinarlo y a sublevar a Los Altos; recordaba, en fin, el odio que El Salvador profesaba a la antigua capital del reino. Pero Guatemala tell;ía alta idea de las cualidades privadas del Supremo Delegado, y esta– ba seguro que él sabía quién era el agresor, y los atrope– llos. que cometió Malespín cuando ocupó Jutiapa. Como ahora el Supremo Delegado era el jefe del ejército salva– doreño, Guatem~la aceptaba entrar en pláticas de paz, y señalaba la haCIenda de Quezada, cerca de la frontera, para la reunión de los comisionados.

Dice Montúfar que El Salvador y Guatemala que– rían la paz, porque ambos estaban pobres, sin crédito ni rentas' que asimismo tenía interés en ella el Supremo De– legado'; "yeso -agrega Moiltúfar~ sea dicho en honor de la verdad y de la justicia, lo tenía por verdadero amór al or'den y a la regularidad".

Otro motivo más estimulaba a Fruto Chamorro a desear la paz de los centroamericanos, y la expresó al Mi– nistro de la Guerra de El Salvador, en comunicación del 22 de julio de aquel año.

El Supremo Delegado sentía vivamente que los dis– gustos domésticos distrajeran a los centroamericanos de más importantes atenciones, sobre todo cuando naciones extranjeras poderosas ultrajaban los derechos de la pa– tria, intentando usurpar su territorio. Se refería al blo– queo por los ingleses de los puertos nicaragüenses El Realejo y San Juan del Norte. A la vista de semejantes peligros, el Supremo Delegado conjuraba a los gobiernos de los Estados aliados a procurar la paz interna, y a que "dirijan toda su atención y patriotismo a los agravios que se le hacen, agravios que preparan la reconquista del país".

El siguiente párrafo de aquella nota resultó pro-fético:

"Las revoluciones intestinas esencialmente ruino– sas, son las más adecuadas para llevar a los pueblos a un dominio etraño, y colocarlos bajo la férula de otros con quienes por ningún respecto tienen ana– logías".

Concluía pidiendo que los Estados confederados tomasen en cuenta el peligro en que se hallaba Nica– ragua frente a "los avances de los agentes británicos" para que procedieran de modo a poner al Gobierno Confederado "en una actitud capaz, de reclamar con vigor tan irregulares operaciones".

El funcionario salvadoreño contestó echando toda la culpa al gobierno de Guatemala y denunciando sin ambages que la accíón inglesa era en connivencia con él; bajo el pretexto del cobro de ciertas indemnizacio– nes, Guatemala se proponía con el bloqueo y con la guerra a El Salvador, someter al gobierno confede– rado.

La nota de Pavón la contestó el Ministro de la Confederación, Aguilar. En ella, por orden del Supre– mo Delegado, explicaba que las rencillas de los otros Estados contra Guatemala venían de antiguo, desde que ella era la capital de las Provincias, y que, por el he– cho de mudarse en Estados, no pudieron convertirse en amigos francos, lo que sólo se logra con hechos cons– tantes y repetidos que testifiquen aquella amistad Aprovechaba la oportunidad para manifestar que desde ese momento quedaba establecido un armisticio entre los combatientes.

El 5 de agosto se reunieron los comisionados en la hacienda de Quezada. Representaban a Guatemala: José Domingo Diéguez, Luis Batres y José María U~

rruela; al Supremo Delegado, Jorge de Viteri y Ungo, Obispo de San Salvador, y el Pbro. Narciso Monterrey.

Se convino que en ningun,a de las partes se ha– ría reclamo por los gastos causados en el mantenimien· to de las fuerzas; pero el artículo segundo Clomprome– tía al Supremo Delegado a devolver los bienes y se– movientes que habían sido llevados de Guatemala a El Salvador, o compensarlos con su valor. Así queda– ban restablecidas las relaciones de amistad y comer– cio entre ambos Estados, y el de Guatemala se com– prometía a enviar un comisionado ante el Supremo De– legado; una vez ratificado el convenio de Quezada, las fuerzas guatemaltecas se reconcentrarían a la capital del Estado, y las salvadoreñas a San Vicente, donde residía el Supremo Délegado.

Pero éste no aceptó aquella componenda porque a): Era humillante para El Salvador hacerlo pasar co– mo saqueador de Guatemala; b) El art. 59 alejaba la posibilidad de que Guatemala entrara en la C¡;mfede– ración.

En vista de tal desaprobación, los comisionados de Guatemala declararon que cerraban toda comuni. cación con los pueblos de El, Salvador, mientras es– tuvieran gobernados por "una autoridad hostil al Es– tado de Guatemala"; donde claramente se aludía a la Confederación. .

Más tarde el Estado de El Salvador aceptaba el tratado de Quezada, que tan' humillante era para Ma– lespín y el pueblo qUe gobernaba.

10. ROMPIMIENTO DE NICARAGUA

Y HONDURAS

Volvamos otra vez los ojos a Nicaragua y Hon– duras, cuya actitud, más que la de Guatemala y El Salvador, contribuyó definitivamente a hacer fracasar el intento unionista que Fruto Chamarra bregaba por consolidar a toda costa.

El 19 de julio, el General hondureño Santos Guardiola derrotó la facción de los texiguates en el mineral El Corpus y capturó documentos que ponían a las claras la complicidad de Casto Fonseca con estos rebeldes, y con los coquimbos Joaquín Rivera, Máximo Orellana y. Miguel Alvare Castro, que estaban refu– giados en León; prueba que no pudo menos que ad– mitir el representante de Nicaragua en Honduras, Ra– fael Francisco Osejo.

Desde ese momento decidió Ferrera hacer la guerra a Casto Fonseca hasta derribarlo, y comenzó sus preparativos. El primero de ellos consistió. en el tratado de mutuo auxilio bélico que suscribió con Ma– lespín, en el cual, aunque se decía que todo marcha– ría de acuerdo con el Gobierno Confederado, se tras– lucía que aquella especie de alianza era contra Nica– ragua; incluso el gobierno de Honduras se prestó a enviar prontamente el auxilio pedido por el Supremo Delegado, acaso porque ya se comprendía que más bien serviría al nuevo objetivo; y por último, el 30 de julio decretó Ferrara que no debía pasar tropa alguna por el territorio de Honduras procedente de Nicaragua.

Más parece que pronto se arrepintió de medida tan radical, y prefirió modificarla en términos que n.o se pudiese cumplir y al mismo tiempo que no lo exhI– biera empeñado en acabar con el gobierno confede– rado y quizás también porque sinceramente quería sólo' ponerse a cubierto de la ya patente felonía de Fonseca. Con estas miras, dictó el decr~to del 3. de agosto, en que permitía el pa~e. ~el contmge:qte mca– ragüense con tal de que se dlVldlera en seCClOnes de 200 hombres de manera que no entrase en Honduras una column~ mientras la anterior no hubiese penetra– do al territorio salvadoreño. Cada sección debería ir gobernada por oficiales responsables "que puedan im– pedir los perjuicios que siempre. causan por esta falta las tropas leonesas". Si una de estas secciones. come– tiera algún desmán, sería tratada como. enemlg?; lo mismo si todo el contingente completo se mtroducla de una vez en Honduras, y en tales casos serían repelidos por la fuerza. •

Fruto Chamarra comprendía que esto valla ta:n to como prohibir el tránsito de los auxilios que neceslta-

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