Page 43 - RC_1968_04_N91

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ba para dar prestigio y consistencia a su gobierno con– federado, y de allí que ordenara a su Ministro protes– tar al gobierno de Honduras, recordándole que el pacto de Chinandega facultaba a la Confederación para zan– jar las diferencias de los Estados confederados sin re– currir ellos a las armas. Lo hizo asi el Lic. Aguilar en una nota (II.VIII.1844), que contiene toda la amargu– ra del Supremo Delegado al ver desvanecerse su obra, y toda la fuerza de su sentimiento patriótico para que no faltara aquel socorro necesario a consolidar la exis– tencia de la Confederación Centroamericana.

El Supremo Delegado extraña que el gobierno de Honduras esté estorbando el pase del ejército le?– nés después de haberlo consentido como consecuenCIa de las órdenes terminantes que ha dado. "Esta deter– minación -reza la protesta- fue muy de la aproba– ción de ese señor Presidente, Y el jefe nombrado l?ara tan importante com;sión llenó en abs?l~to su con~la.n­

za, según que oficialmente s~ comUnICO a este MInIS– terio por el de su cargo. ¿Como,.pues, alterar de un.a vez este negocio, saltando no solo sobre ~l cuml?h– miento de los decretos dictados por ese gobIerno, SInO sobre la obediencia debida a las órdenes del Confe– deral? ¿Cómo dificultar la venida de las fuer.zas auxi– liares para hacer la defensa de la Confeder3lcIón, co~­

prometida altamente con Guatemala? y ¿como, en fIn, observar esta conducta cuando se han tomado ya las providencias que alejan la des~onfianza respecto de Nicaragua o sus tropas que estan ya en marcha?

"Es muy notable señor Ministro, que por par– te de Honduras, que c~n tanta sinceridad ha tra~aj~do

para establecer este Gobierno Y salvar la Rep~blica

de la anarquía que la amenazara, se pongan obstaculo.s tan serios como el de las armas, para que fuerzas amI– gas veng~n defender al Gobierno Confederal q,!~ ~e­

mos logrado al caro precio de cruentos sacrIfIcIoS. Hacer esto es dificultar demasiado las cosas, es tras– tornarlas de un modo riesgoso, es declarar una gue– rra entre los Estados aliados que dará por seguro re– sultado la desaparición de un Gobierno General, de esta única áncora de salvación en las fluctuantes circuns– tancias en que nos hallamos ...

"Dígase mejor con claridad que no se quiere la existencia de un Gobierno General".

Por su parte Malespín estaba ya también abier– tamente declarado contra la Confederación. EllO de agosto había decretado que el Gobierno del Estado de El Salvador reasumía el mando del ejército salvado– reño en campaña "mientras los de Honduras y Nica– ragua se ponen ~ las órdenes del Supremo Delegado de la Confederación".

Dos días después envió al Supremo Delegado una comunicación que se puede tener como la notificación oficial de que la Confederación ha fracasado. En ella hace tremendos cargos a la falta de cumplimiento de Nicaragua en el envío de las fuerzas auxiliares, que obligó a El Salvador a estacionar sus fuerzas en la iniciativa frente al peligro guatemalteco; según el go– bierno de Honduras, ese engaño tenía por objeto que el de Nicaragua reclutara dos mil soldados en vez de mil para destruir la administración de Honduras y estaba demostrando con documentos que este plan ha– bía sido sugerido a Fonseca por los coquimbos Alva– rez Vijil, Rivera y Orellana. El Gral. Malespín decla– ra 'al Supremo Delegado, a la Confederación y a los Estados todos que él "no veríª con fría ind'ferencia se haga la guerra al Estado confederado de Honduras por Nicaragua", Y que por el contrario la repelerá con la fuerza.

A pesar de todo, el Supremo Delegado ordenó di– rectamente al jefe del ejército del Estado de Hondu– ras, como uno de los confederados bajo su gobierno, que dejara pasar el auxilio; pero ese jefe, que lo era el General nicaragüense José Trinidad Muñoz. desaten– dió el mandato. Manifestó Muñoz que él estaba al ser– vicio de Honduras, persuadido que dicho Estado care– cía de miras egoístas y hostiles para con los otros, y que el mejor modo que veía de obsequ;ar "los deseos" del Supremo Delegado, era ateniéndose a lo mandado

por el decreto de Herrera sobre la manera que debían transitar el territorio hondureño las tropas auxiliares nicaragüenses.

Casto Fonseca, atento a sus planes, había orde– nado al Coronel José María Aguado, jefe de las fuer– zas nicaragüenses, que penetrara al territorio de Hon– duras con sus dos mil soldados o poco menos. Así lo cumplió Aguado y se situó en Choluteca. Desde Na– caome, el Gral. Muñoz envió un ultimátum al Coronel Aguado, intimándole que desocupara inmediatamente el suelo hondureño, y previniéndole tque lo hacía res– ponsable "ante Dios y los hombres" de la sangre que se derramara por no someterse a su mandato.

El Coronel Aguado permaneció en su puesto. Muñoz lo atacó y destruyó el 19 de agosto de 1844.

Honduras no contestó inmediatamente la pro.. testa del 11 de agosto que acabamos de mencionar, pero lo hizo después de su triunfo de Choluteca, en nota del 22 de aquel mes, en una forma que hacía jue– go con la de El Salvador, amenazante y descarada ya contra la Confederación y el Supremo Delegado.

El hecho de obligar a Honduras -decía aquella nota- a que permitiera introducir en su territorio a su enemigo armado, era un acto de injusticia punible. El Supremo Delegado no podía desconocer las tenden– cias de su paisano, influido por los restos de la fac– ción de Morazán que hizo la ruina de Centro Améri– ca; si a pesar de todas las pruebas de las malas obras de Casto Fonseca y los coquimbos contra el gobierno de Honduras, el Supremo Delegado insistía en ordenar el pase por Honduras de las tropas de su enemiga Ni– caragua, "no ha hecho otra cosa que levantar el estan– darte de la rebelión romper todos los pactos existen– tes hasta hoy, y ponerse a la vanguardia de los tras– tornadores del país". Con este fundamento el Presi– dente de Honduras acusaba al Suprmo Delegado ante Centro América, y le hacía responsable personal y pe–

cuniariamente por los daños que su actitud causara a los "hondureños". Aseguraba la nota que el Supremo Delegado había ordenado la agresión en unión con los de Texiguat, y por eso había mandado el gobierno de Honduras llevar cuenta muy exacta de las exacciones que cometían los agresores para hacer personalmente responsable al Supremo Delegado, si no triunfaba el vandalismo sobre la legítima administración de los Es– tados. Concluía la comunicación ofreciendo que, no obstante considerar Honduras roto el pacto de Chinan– dega por la agresión de Fonseca, permitiría el pase de las fuerzast nicaragüenses destinadas a apoyar al Su– premo Delegado, si pasaban por Honduras en seccio– nes de 200 hombres, en las condiciones establecidas en el decreto del 3 de agosto, que ya hemos resumido.

Este era el resultado de la inconsulta ambición de Casto Fonseca estimulada por los coquimbos, con merecida fama ya de inquietos y montoneros.

No culpamos a Ferrara de su actitud, puesto que le dió motivos sobrados la felonía de Casto Fonseca que tan mal entendía lo que era una Confederación y tan pésimamente respetaba la cantidad de los pactos y

el pr;ncipio de no intervención. El fué el mayor cul– pable de haber fracasado la Confederación, y los co– quimbos que, con tal de conquistar el poder de Hon– duras, no le importaba echar a perder un esfuerzo ya encaminado con éxito hacia la reconstrucción de la República Federal de que se proclamaban adalides. Fruto Chamorro no fué más que una víctima, un in– comprendido a quien se juzgó mal, creyéndosele en connivencia con Casto Fonseca. De allí que su influen– cia fuera nula ante Herrera y Malespín para que con– tinuara la Confederación y desistieran de la guerra contra Nicaragua.

Respecto de la actitud del Supremo Delegado, Montúfar se expresa asi en su Reseña Histórica: "Cha– morro no puede ser acusado como desorganizador, ni como enemigo del orden, ni del concierto ... ; pero es– taba convencido de que el movimiento de Arce a El Salvador era una maniobra de los serviles de Guate– mala; y quería hacer prevalecer los principios consigo nados en el pacto de Chinandega".

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